El Mes¨ªas de H?ndel hace vibrar el monasterio de El Escorial
La Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid interpreta el oratorio del compositor germano-brit¨¢nico
M¨¢s de mil personas, residentes, veraneantes o visitantes de ocasi¨®n de San Lorenzo de El Escorial tuvieron este domingo la oportunidad, ¨²nica, de realizar una impar traves¨ªa emocional intramuros del p¨¦treo monasterio agustino. Bajo el imponente monte Abantos, que derramaba gratas y frescas brisas para combatir el est¨ªo y tras guardar cola durante casi dos horas, los reunidos asistieron con unci¨®n y sorpresa a la v¨ªvida interpretaci¨®n de una selecci¨®n coral de El Mes¨ªas, de Georg Friedrich H?ndel (1685-1759), a cargo de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. El concierto, dirigido por la experimentada batuta del burgal¨¦s V¨ªctor Pablo P¨¦rez, se inserta en el XII Festival de M¨²sica al Atardecer que anualmente organiza Patrimonio Nacional, entidad estatal regente de los Reales Sitios.
Canon de la m¨²sica coral religiosa en forma de oratorio, El Mes¨ªas fue compuesto en apenas 23 jornadas, entre agosto y septiembre de 1741, para ser estrenada en Dubl¨ªn un a?o despu¨¦s. Basada sobre un libreto de Carl Jennes, acaudalado amigo del compositor, ¨¦ste colaborar¨ªa tambi¨¦n en la hechura de los textos, extra¨ªdos de los libros prof¨¦ticos, sentencias b¨ªblicas, Salmos y Evangelios. Sin embargo, en El Mes¨ªas, el gran compositor germano-brit¨¢nico declina atenerse cualquier tipo de gui¨®n o de di¨¢logo para transformarlo intencionadamente en una suerte de acto de fe glorificador del nacimiento, vida, muerte y resurrecci¨®n de Cristo.
Para alcanzar su prop¨®sito, H?ndel opt¨® por movilizar toda la emocionalidad que reside en los registros de la voz humana y, ayudado por sus desenvueltos conocimientos del arte orquestal, en la clave barroca de su ¨¦poca, compuso la partitura sacral que ha llegado a ser considerada paradigma universal de la espiritualidad del cristianismo, m¨¢s propiamente del anglicano, ¨¢mbito religioso donde a¨²n hoy se tributa veneraci¨®n a este impar oratorio. Para algunos asistentes al concierto, resultaba todo un signo de tolerancia escuchar esta obra, culminaci¨®n del arte musical de la Reforma protestante, precisamente en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, simb¨®lico epicentro de la Contrarreforma cat¨®lica acometida por Carlos I y su hijo Felipe II, all¨ª enterrados.
Desde la solemnidad sinf¨®nica del comienzo del concierto escurialense al florilegio del arranque vocal, And the glory of the Lord shall be revealed, que preludiaba ya la potencia del retablo an¨ªmico en ciernes cuyos perfiles subrayaba el cello, la interpretaci¨®n discurri¨® a trav¨¦s de un trayecto espiritual de fluvial ritmo, signado por los violines en un recorrido que atravesaba dulces meandros de enso?aci¨®n e imponentes acantilados de culpa, entre agudas espirales pensadas para las sopranos y hondas simas vocales concebidas para los tenores. Lo solemne de los introitos, lo ondulante de los recitativos, lo majestuoso de las arias, se suced¨ªan caprichosamente en un torbellino m¨²sico-vocal que adquir¨ªa la forma de un enorme v¨®rtice emocional que, tras tocar fondo, se mostraba impulsado como un resorte hacia el exterior, para desatar pasi¨®n y sentimientos, rubricados por fort¨ªsimos acentos corales, sensaciones encontradas y nost¨¢lgicos mementos. Un impactante His yohke is easy culminaba en el restallante estallido del Surely He hath borne our griefs.
Profesi¨®n de fe
El compositor -de origen alem¨¢n pero asentado en Inglaterra desde sus 25 a?os-traz¨® en El Mes¨ªas una secuencia intencionalmente buscada desde sus convicciones creenciales, que arranca de la intimidad abismada hacia el patetismo y cruza los valles solitarios del arrepentimiento, se encauza hasta la afirmaci¨®n y el compromiso moral, para culminar en una verdadera profesi¨®n de fe. Y tal trayectoria la describi¨® musical y coralmente tambi¨¦n con excelsos acentos h¨ªmnicos, r¨¢fagas sonoras e hitos marcados por breves pero se?eras irrupciones de trompeter¨ªa, que recuerdan a Purcell, m¨¢s la rotundidad de una percusi¨®n severa, en ocasiones inquietante.
Todo ello fue descrito en el Patio de Carruajes del monasterio escurialense en toda su policrom¨ªa por un coro y una orquesta que derrocharon elegancia en la ejecuci¨®n de una obra cuya complejidad solo puede ser resuelta por la experiencia de un director de la sensibilidad de V¨ªctor Pablo P¨¦rez, arropado por la vetusta e imponente presencia del pentasecular monasterio madrile?o. Con el colof¨®n del celeb¨¦rrimo Aleleluya y un conmovedor Amen concluy¨® tan memorable y excelente concierto, digno de los muros que, tan gratamente como los asistentes, con expectante atenci¨®n lo acogieron.
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