Lejos de Sol
"Basta alejarse un poco de Madrid para empezar a echarla de menos"
Parece mentira. Basta alejarse un poco de Madrid para empezar a echarla de menos; extra?arla, como se dice en M¨¦xico, quiz¨¢ aludiendo a la met¨¢fora de que la bella villa y corte parece extra?a de lejos y en la saliva de la desmemoria de pronto ¨Csucede a menudo¡ªrecordar desde la ventanilla del avi¨®n que se me olvid¨® pasar por la Puerta del Sol y comprar un abanico con su respectiva funda. Ser¨¢ para la vuelta, sugiere la calma, pero el hipot¨¢lamo ya sabe que una vez que se nos conceda volver a Sol por abanicos, a la siguiente despedida quedar¨¢ pendiente una cajita de violetas de caramelo, un diminuto Quijote cabalgando sobre el lomo de un libro de tapas rojas o cualesquiera de los mu?equitos con los ojos saltones que uno siempre lleva como reliquia o recuerdo trasatl¨¢ntico.
Voltea la vista a las espaldas y recuerdas el abanico porque sigue siendo el mejor alivio para el calor y la iron¨ªa se sustenta en un juego del rev¨¦s: mientras m¨¢s te alejas de la Puerta del Sol, m¨¢s precisas la ligera brisa de un abanico que se abre como flor de semic¨ªrculo, media Luna de pesta?as engarzadas con una tela como vela. Dicen que en la forma de mover el abanico se nota qui¨¦n es duquesa y la extensi¨®n de los finos modales se extiende tambi¨¦n a los caballeros que ahora florean sus abanicos como secreto homenaje a Locom¨ªa, sin faldones, o como uno de los mejores regalos que se pueden llevar en la maleta en cuanto el avi¨®n se eleva para hundirse en las nubes.
Precisamente porque el calor va girando conforme rota el planeta y se confirma el soponcio del calentamiento global, llevar un abanico de regalo y otro de repuesto se ha convertido en placebo hipn¨®tico y dije de entretenimiento, ya en la sala del dentista o en la ¨²ltima fila del autob¨²s, ya andando por el pasillo m¨¢s largo de cualquier aeropuerto o en la m¨ªnima sombra que se forma al pie de un arbolito. Precisamente por ello, desde la ventanilla del avi¨®n, record¨¦ que ten¨ªa que pasar por Sol para un abanico id¨¦ntico al otro que creo haber regalado en un ayer no tan remoto, para que sustituya la brisa que acaricia un rostro que siempre me espera del otro lado del mar y para que conste que el imperio de los climas artificiales y el reino del aire acondicionado no han logrado mermar el discreto encanto de un biombo de mano, que cubre la mitad de una cara, para que la mirada se asome sonriendo hasta el encargo de un pr¨®ximo viaje.?
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