El supermercado como vertedero
Me gustar¨ªa conocer a un extraterrestre para cogerle de la mano verdosa y g¨¦lida y llevarle a uno de esos supermercados gigantescos
En Madrid cada vez se ven m¨¢s supermercados por todas partes, esos peque?os y apa?ados que llaman express o esos grandes como naves nodrizas extraterrestres que abren 24 horas: son muchos supermercados para que supercompremos todo el rato, para que hagan la compra semanal a las tres de la madrugada los currantes a los que no les da la vida o para que al vibrante amanecer traten de comprar cerveza, sin ¨¦xito, las hordas que surgen del after hours.
Hablando de extraterrestres: a m¨ª me gustar¨ªa conocer a uno para cogerle de la mano verdosa y g¨¦lida y llevarle a uno de estos supermercados gigantescos y decirle que en realidad no hay nada dentro de los bricks, ni de los tetrabricks, ni de los blisters, ni de las cajas de cart¨®n de las galletas, ni de las bolsas transparentes del pan de molde, ni de las bolsas metalizadas de las patatas fritas, ni de los tubos de dent¨ªfrico y ni de los botes de champ¨² de huevo, ni de las latas marineras donde nadan los atunes. Que todo est¨¢ vac¨ªo.
Visto as¨ª, desde la inocencia alien, un supermercado m¨¢s bien parece un vertedero en el que alguien se ha dedicado a ordenar minuciosamente la basura.
Me lo dec¨ªan unas amigas argelinas que vinieron de visita: "Oye, ?y aqu¨ª d¨®nde est¨¢ la comida?". Hay tanto color y tanta hermosura en el supermercado que es el sitio id¨®neo para experimentar eso que Marx llam¨® el fetichismo de la mercanc¨ªa. Y qu¨¦ nuestros son estos productos: recientemente pas¨¦ unas semanas en el extranjero y el sentimiento de d¨¦paysement era m¨¢ximo cuando iba al s¨²per y no reconoc¨ªa las marcas, los envases, los colores, las alegres mascotas: otro planeta.
Ahora en los supermercados plastifican hasta las manzanas golden y los pimientos baby. Luego ese pl¨¢stico que usted usa un instante va a la mar salada, y forma islas ominosas, y asfixia a las tortugas, y se convierte en micropl¨¢sticos que se comen los peces que luego se come usted, porque todo regresa, a saber con qu¨¦ consecuencias. Igual se le queda el intestino como un Madelman.
No olvidemos los mercados tradicionales, donde siempre se nos dice que hay que ir a comprar y a charlar animadamente con el frutero y con el se?or de los encurtidos y variantes, porque es verdad, pero que, visto lo visto, parece que nos cuesta mucho.
Los mercados resistentes buscan sus propios caminos, y muchos se llenan de propuestas novedosas, ex¨®ticas, gastron¨®micas, hipertur¨ªsticas, es el terrible signo de los tiempos. Me lo dijo una vez la directora de un mercado del centro: "Vienen las nuevas generaciones y yo les digo que monten una pescader¨ªa, pero ellos solo quieren vender algas raras y sal del Himalaya".
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