Nanopisos para minigente
Ahora nos venden como algo muy 'cool' el 'co-living', que es el compartir piso de toda la vida
Los pisos del centro de Madrid deben estar alicatados de oro y rub¨ªes, tener vigas hechas de trufa blanca del Piamonte, y grifos en la cocina que manan M?et & Chandon, y leche de burra en la ba?era, como Cleopatra. Y en vez de cucarachas, bogavantes.
Lo digo por los precios: el otro d¨ªa circulaba por las redes, entre la hilaridad y el esc¨¢ndalo, un anuncio de la web inmobiliaria Idealista donde se ofertaba el ofert¨®n: un cuartucho de 10 metros cuadrados por 500 euros al mes. Calle Juanelo, Lavapi¨¦s, para m¨¢s se?as, cuarto sin ascensor y sin permiso para mascotas, no se sabe si por man¨ªas del propietario o porque, directamente, no caben.
El anuncio desapareci¨® pronto: ?Qui¨¦n lo alquil¨®? ?Alguien rico, loco, tonto o desesperado? me van a decir: es el mercado, est¨²pido; pero yo creo que hay que ser algo malvado para pedir ese dinero por un piso donde pr¨¢cticamente hay que dormir sentado, cocinar encorvado, almorzar de pie, vivir acongojado.
Qui¨¦n sabe, la evoluci¨®n biol¨®gica se va adaptando al medio y, si bien la especie humana ha ido aumentando de talla con el tiempo (somos m¨¢s grandes que los ciudadanos del Imperio Romano), probablemente las pr¨®ximas generaciones vayan menguando para caber en los nanopisos que se ofertan (?deber¨ªan las webs inmobiliarias tener un c¨®digo ¨¦tico para evitar la difusi¨®n de tales abusos?). Total, que en el futuro (si lo hay) seremos gente peque?a viviendo en un mundo que se nos habr¨¢ quedado grande.
La cosa no se queda ah¨ª, sino que tambi¨¦n se nos insta a empeque?ecer nuestra edad mental: van a apareciendo esas franquicias de cereales hipsterizantes, donde despachan boles a precios desorbitados y, al mismo tiempo, las aceras se llenan de patinetes el¨¦ctricos para adultos. Solo falta que nos pongan el uniforme escolar. ?Hay hasta quien come potitos!
Lo ¨²ltimo en este sentido es la perversa ?tendencia? del co-living, que es el compartir piso de toda la vida envuelto en la p¨¢tina de coolness habitual. Se ofrecen habitaciones para vivir con espacios compartidos, lo que recuerda al hostel o, mejor, al colegio mayor. Los adultos del futuro, ah¨ªtos de precariedad, regresan del futuro a las juergas de la residencia de estudiantes: kalimotxo a tutipl¨¦n, un p¨®ster de Homer Simpson fum¨¢ndose un porro, pasta dent¨ªfrica en la jeta al compa?ero dormido y todo tipo de novatadas para los reci¨¦n llegados.
Como en el incre¨ªble caso Benjamin Button, rejuveneceremos sistem¨¢ticamente hasta volver a introducirnos en el ¨²tero de nuestra madre. Lo siguiente que nos vender¨¢n ser¨¢n pr¨¢cticos pa?ales para no tener que levantar el trasero de la silla del coworking y as¨ª perseguir nuestros sue?os con mucho m¨¢s ah¨ªnco. Nuestra meta: un sonajero.
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