El arte de la mentira y sus maestros locales
Cuando se ha mentido tanto, como ha ocurrido entre nosotros en los ¨²ltimos a?os, no se puede esperar que se deje de mentir, que de golpe unos dirigentes mentirosos se vean pose¨ªdos por un amor a la verdad
Quien se acostumbra a mentir no puede dejar de mentir. Miente incluso cuando le acometen ganas de decir la verdad. Cuando se ha mentido tanto, como ha ocurrido entre nosotros en los ¨²ltimos a?os, no se puede esperar que se deje de mentir repentinamente, que de golpe unos dirigentes mentirosos se vean pose¨ªdos por un amor a la verdad que les falt¨® durante tanto tiempo. Lo ¨²nico que se podr¨ªa esperar, una vez desvelada la mentira, es que mientan cada vez menos. Que sus mentiras sean cada vez m¨¢s veniales. Desgraciadamente, no suceder¨¢.
Hace falta algo de comprensi¨®n. Es cierto, ment¨ªan a fin de bien. Eran mentiras piadosas, atizadas por el fervor de las ideas y las pasiones pol¨ªticas y patri¨®ticas. Esto explica la complicidad de mucha gente que ama la verdad pero prefiere mirar hacia otro lado cada vez que el amigo mentiroso se llena la boca de m¨¢s mentiras que dientes. Junto a los mentirosos, todo hay que decirlo, suele haber los cobardes: saben qu¨¦ es verdad y qu¨¦ es mentira, pero prefieren callar.
Mentir, adem¨¢s, contagia, y las mentiras acaban adoptando la apariencia de verdades. El ¨¦xito del relato es eso: que incluso los adversarios se vean obligados a adoptar la fantas¨ªa narrativa con la que se quieren vender las propias ideas y colar las mentiras entre un mont¨®n de verdades. Los adversarios lo hacen porque se ven obligados y los cobardes por cobard¨ªa: porque es m¨¢s f¨¢cil aparentar la credulidad, aunque el cuento sea inveros¨ªmil, que discutir hasta llegar a las manos con el mentiroso empoderado.
Hay un manual del buen mentir, hijo de una largu¨ªsima tradici¨®n, que tiene en Maquiavelo un momento magistral pero llega hasta hoy. El New York Times ha presentado el que tiene el KGB para difundir las noticias falsas, los bulos o fake news, es decir, las mentiras convertidas en noticia, que se resume en siete puntos, aplicables a muchas situaciones, tambi¨¦n a nuestros mentirosos y a sus mentiras, convertidas en nuestros en la medida en que parece que las hayamos adoptado masivamente.
La primera regla es encontrar las grietas que hay que explotar, que suelen ser muchas y en momentos como los actuales especialmente visibles. La segunda es construir una gran mentira, cuanto m¨¢s grande mejor: si no es inmensa no se ve. La tercera requiere el aderezo de una pizca de verdad: la gran mentira necesita el toque de un perfume verdadero reconocido por todos. La cuarta es esconder la mano que todo lo mueve: esta mentira brutal que aparece como una verdad debe colocarse entre las grietas como si fuera un hecho natural, no como fruto de un c¨¢lculo y una manipulaci¨®n. La quinta es el tonto ¨²til: ¨¦l ayudar¨¢ a poner de relieve la poca verdad que hay dentro de la gran mentira, desviando a la vez la atenci¨®n de la mano que todo lo manipula; sin tontos ¨²tiles no hay gran mentira. La sexta es negarlo todo y siempre, sin dejar ninguna fisura por donde pueda penetrar la denuncia de la tergiversaci¨®n: aunque te pesquen dentro de la cama del vecino o de la vecina siempre hay que decir que no es lo que parece. ?ltima consigna: esta es una larga partida; hay que hacer durar la mentira, persistir en la mentira, mantenerla a toda costa durante tanto tiempo como sea necesario hasta que se abra paso; acabar¨¢ haci¨¦ndolo.
El ¨²ltimo consejo es el m¨¢s desalentador para los que aspiran a restaurar alguna vez la verdad. Como la mentira es larga y son muchos los que quieren persistir en sostenerla y difundirla, aunque haya fracasado, sabemos que nos esperan tiempos dif¨ªciles, en los que se nos exigir¨¢ que reneguemos de la verdad. Constituir una comunidad de mentirosos de la que sean excluidos los que persisten en la verdad es la forma m¨¢s sencilla y pr¨¢ctica de tratar de imponer la mentira en el largo plazo despu¨¦s de haber fracasado a la hora de imponerla de golpe a las bravas.
Una comunidad fundamentada en la mentira no tiene por qu¨¦ estar compuesta s¨®lo de mentirosos, aunque estos l¨®gicamente deber¨¢n constituir al menos su aristocracia. Puede haber tambi¨¦n consentidores e indiferentes, dispuestos a tolerar la mentira a fin de bien de la misma manera que los mentirosos tambi¨¦n miente con el mismo piadoso prop¨®sito. Los al¨¦rgicos a la mentira o los mentirosos de signo contrario, una vez vean la persistencia indeclinable de la mentira que detestan, la resiliencia imperturbable de los mentirosos y de sus alumnos, acabar¨¢n rindi¨¦ndose: primero callar¨¢n y cuando ya se les haga insoportable, se ir¨¢n.
Entonces ser¨¢ el momento decisivo, con la mayor¨ªa y la base ya bien ampliadas, en que se podr¨¢ hacer realidad la m¨¢xima aspiraci¨®n de la democracia m¨¢s pura, indiscutible y divina: la verdad y la mentira se someter¨¢n a la votaci¨®n del pueblo soberano, que ser¨¢ el que finalmente decidir¨¢ y mandar¨¢. La verdad, aunque parezca y sea mentira, finalmente triunfar¨¢.
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