La Llotja vuelve al epicentro del poder
El Pla de Palau, la plaza donde est¨¢ ubicado el edificio que acoger¨¢ el Consejo de Ministros, fue el centro de la vida comercial y pol¨ªtica de Barcelona hasta mitad del siglo XIX
Uno de los incendios m¨¢s devastadores que ha vivido la ciudad de Barcelona -adem¨¢s de las dos veces que se ha sido pasto de las llamas el Liceo en 1861 y 1994- acab¨® por completo en 1875 con el Palacio Real (Palau Reial); un edificio medieval nacido como almac¨¦n de lana que en el siglo XVII se reconvirti¨® en palacio y residencia oficial de los virreyes de Catalu?a y luego de reyes como Carlos IV y su esposa Maria Luisa de Parma, Fernando VII e Isabel II, durante sus estancias en la ciudad.
El enorme edificio presidi¨® y dio nombre al Pla de Palau, centro neur¨¢lgico de Barcelona entre los siglos XIII y mitad del siglo XIX, sobre todo, por contar con el ¨²nico acceso desde el puerto a la ciudad -el Portal del Mar, derribado en 1859 cuando la ciudad se liber¨® de sus murallas-; un lugar por donde entraban todas las personas, las mercanc¨ªas y las riquezas a Barcelona tras recuperarse del duro golpe que sufri¨® en 1714. El anuncio de que el presidente del Gobierno Pedro S¨¢nchez celebrar¨¢ el Consejo de Ministros este viernes en la Llotja de Mar, otro edificio de origen medieval situado justo enfrente del devastado palacio, ha devuelto protagonismo a esta plaza situada al lado de la archifamosa Catedral del Mar, que la colocar¨¢, de nuevo, en el epicentro de la ciudad y de todo un pa¨ªs, al menos durante esa jornada.
El edificio de la Llotja de Mar ha tenido mejor suerte que el Palau, siendo, durante m¨¢s de seis siglos, testigo del desarrollo comercial y art¨ªstico de Barcelona y Catalu?a. Fue construida en el barrio de la Ribera, entre 1380 y 1392, por Pere Arvei por orden del rey Pere el Ceremonioso, para acoger todo lo que ten¨ªa que ver con las actividades comerciales de la ciudad tras llevar a cabo un complejo proceso de desecaci¨®n y vertido de tierras para ganar terreno al mar.
En el siglo XVIII, tras la victoria de Felipe V frente a los austriacistas, se convirti¨® en cuartel militar y luego, entre 1771 y 1819, fue reformada por Joan Soler i Faneca, en estilo neocl¨¢sico que le dio su aspecto actual. Por suerte, en estos trabajos, no se toc¨® la magn¨ªfica sala principal, el Sal¨®n de Contrataciones, soberbio ejemplo de g¨®tico civil que cuenta con cuatro enormes columnas polilobuladas que elevan el techo por encima de los 14 metros y conservan la her¨¢ldica que habla de qui¨¦n pag¨® su construcci¨®n: el rey y el Consell de Cent, el poderoso ¨®rgano de gobierno de la ciudad.
A este espacio (que acoge todo tipo de celebraciones y eventos, previo pago) se accede tras cruzar un patio cuadrado rodeado de una galer¨ªa porticada presidida por una fuente con la figura de Neptuno y una escalera de honor con dos esculturas que representan el Comercio y la Industria. En la planta noble del edificio se encuentran el Sal¨®n Dorado, el m¨¢s majestuoso, tapizado en seda de damasco rojo y elementos decorativos, marcos y molduras, en color oro y varias esculturas de m¨¢rmol blanco de Dami¨¤ Campeny, que cuenta con una decena de obras repartidas por todo el edificio. Tambi¨¦n, el Sal¨®n del Consulado con una alegor¨ªa del poder real realizado en el techo por Pere Pau i Monta?a en 1802 con motivo de la visita del rey Carlos IV al edificio en 1802. Un tercer sal¨®n con posibilidades para acoger el consejo de Ministros del d¨ªa 21 puede ser el Sal¨®n Lucrecia, de tama?o mediano y una enorme mesa en el centro.
Este edificio acoge desde 1849 la Real Academia de Bellas Artes de Sant Jordi que conserva obras de Mari¨¤ Fortuny, Llu¨ªs Rigalt y Antoni Caba, adem¨¢s de Dami¨¤ Campeny, entre otros. En su escuela, que luego cambio de sede, se formaron artistas como Pablo Picasso y Joan Mir¨®. Desde el siglo XIX hasta hace unos pocos a?os fue sede de Bolsa de Barcelona y desde 1886 acoge la C¨¢mara Oficial de Comercio, Industria y Navegaci¨®n de Barcelona. En sus muros y salones se han vivido acontecimientos como la primera representaci¨®n de una ¨®pera en Barcelona en 1708, cuando el Archiduque Carlos de Austria quiso convertir la ciudad en una corte europea y estren¨® Il pi¨´ bel nome de Antonio Caldara. Pero lo que seguramente ha llevado al presidente S¨¢nchez a escoger este lugar por encima de otros, como el Palacete Alb¨¦niz, en la monta?a de Montju?c, o el Palacio de Pedralbes, es el fuerte sabor constitucionalista que destila la Llotja: desde la terraza del edificio se proclam¨® para toda Catalu?a la Constituci¨®n liberal de la Pepa, promulgada en C¨¢diz en 1812.
El Pla de Palau, donde desde el siglo XVII se ajusticiaba a los condenados a muerte, cuenta, desde junio de 1856, con una de las fuentes m¨¢s bellas de toda Barcelona. Dedicada al capit¨¢n general Jos¨¦ Bernaldo de Quir¨®s que promovi¨® la tra¨ªda de agua a Barcelona desde Montcada, pueden verse unas cabezas de le¨®n que representan los r¨ªos Llobregat, Ter, Ebro y Segre. Est¨¢ rematada por la figura del Geni Catal¨¤, ¡°que no tiene pene¡±; seg¨²n un dicho barcelon¨¦s: la figura de un efebo desnudo alado que sostiene la estrella del Progreso que, en efecto, aparece castrado despu¨¦s de que al poco de inaugurarse un obispo mandara amputarle sus partes pecaminosas a golpe de maza por despistar a sus feligresas por sus grandes atributos. Fue en esta fuente donde siglos despu¨¦s, en 2010, se ba?¨® la cantante Sakira para el video promocional de su canci¨®n Loca, una escena que continuaba con la colombiana a lomos de una potente moto por la ciudad, sin casco El ba?o, sin permiso municipal, y el paseo en moto le cost¨® una multa de 400 euros a la cantante colombiana.
Y una historia m¨¢s. En noviembre de 1839, este edificio y la plaza, por entonces llamada de la Constituci¨®n, fue el escenario donde Ram¨®n Alabern capt¨® el primer daguerrotipo de Espa?a. El acto, anunciado en la prensa de la ¨¦poca, congreg¨® a un centenar de personas para ver c¨®mo el nuevo ingenio, inventado en Par¨ªs hac¨ªa tres meses, captaba la Llotja y los cercanos porches de la Casa Xifr¨¦ que quedaban, por arte de magia, impresionados en una plancha de cobre. Tras 22 minutos de espera, anunciados por dos disparos de fusil y amenizados por una banda de m¨²sica, la imagen se sorte¨® y desapareci¨® para siempre despu¨¦s de que fuera a parar a manos del due?o del boleto 56. Por suerte, fue utilizada para realizar un grabado en 1842, que si se ha conservado.
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