Tres o cuatro reyes
El hist¨®rico poder del monarca, simbolizado por el oro m¨¢gico, en la realidad pr¨¢ctica hoy se queda en casi nada
Carlos III de Borb¨®n, hijo de Felipe V, renunci¨® a su corona real de N¨¢poles y de Sicilia para ce?irse la de Espa?a. Quiso llegar por el puerto de Barcelona, sabiendo que los hijos y nietos de los derrotados en 1714, cuarenta y cinco a?os despu¨¦s, todav¨ªa odiaban a su padre. Era un d¨¦spota ilustrado y quer¨ªa educar y modernizar a su nuevo reino. Desembarc¨® con una comitiva de arist¨®cratas italianos que introdujeron en la corte nuevas modas y costumbres. Una de estas era la de instalar en los salones reales o aristocr¨¢ticos una monumental representaci¨®n del nacimiento de Jes¨²s en Bel¨¦n, con ostentosas imitaciones de las monta?as y del portal y con valiosas im¨¢genes barrocas del ni?o, la virgen madre, el casto Jos¨¦, la mula y el buey, acompa?ados de numerosas figuras en id¨ªlicas escenas de adoraci¨®n pastoril.
Cuando esta costumbre lleg¨® a la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n espa?ola que no ten¨ªa valiosas im¨¢genes barrocas ni lujosos salones en que lucirlas, se transform¨® en una modesta imitaci¨®n, entre altarcito y teatrillo, que llamaban pesebre, nacimiento o bel¨¦n, y que a¨²n preside buena parte de los hogares en navidad, con sus entra?ables figuritas, y el imprescindible caganer, con su antiqu¨ªsimo gui?o de p¨ªcara escatolog¨ªa rural.
Mientras viva el rey, la reina no puede ejercer funciones constitucionales, o sea, que no tiene ning¨²n poder, solo aromas
Ni en los belenes m¨¢s modestos ni en los m¨¢s aristocr¨¢ticos pod¨ªan faltar los reyes magos, uno blanco, otro rubio y otro negro. Nada se sabe de sus dinast¨ªas ni de sus reinos, pero no importa, porque fueron coronados por la tradici¨®n del cristianismo primitivo, por la imaginaci¨®n de un pueblo fiel y cr¨¦dulo, y por siglos de ingenua ilusi¨®n infantil. Ni Carlos III ni sus descendientes din¨¢sticos hasta hoy, tuvieron jam¨¢s tan digno origen ni tan entra?able y un¨¢nime aceptaci¨®n. Los reyes magos se representaban con sus ofrendas simb¨®licas: el poder del oro, el humo del incienso y los aromas de la mirra. Los evangelios no relatan qu¨¦ pas¨® con el oro, porque era simplemente simb¨®lico. Por eso, tras la visita, Jes¨²s y su familia siguieron siendo igual de pobres. Si los reyes no hubieran sido imaginarios y simb¨®licos los maliciosos podr¨ªan sospechar que, tras exhibir el oro, se lo llevaron, y no ser¨ªa extra?o porque los reyes de verdad, desde la antig¨¹edad, casi siempre fueron menos propicios a dar que a recibir ofrendas, regalos o comisiones.
Como seg¨²n el relato evang¨¦lico eran tres las ofrendas, la primitiva tradici¨®n dedujo que eran tres los reyes que las llevaban. Dos llevar¨ªan el incienso y la mirra, el humo y el aroma. El tercero llevar¨ªa el oro, el poder. Este ser¨ªa el verdadero monarca. Siempre fue as¨ª en los relatos tradicionales y en los cuentos para ni?os, y as¨ª sigue siendo en la realidad. Por ejemplo, aqu¨ª y ahora tenemos cuatro reyes pero, a la vez, tenemos un ¨²nico monarca. El poder constitucional de este es muy escaso: moderar, arbitrar, firmar y callar, porque en una monarqu¨ªa parlamentaria el rey reina pero no gobierna. No est¨¢ sujeto a responsabilidad, pero todos sus actos pol¨ªticos est¨¢n controlados por el gobierno, que es quien responde por ellos. El hist¨®rico poder del rey, simbolizado por el oro m¨¢gico que llevaba el rey del bel¨¦n, en la realidad pr¨¢ctica hoy se queda en casi nada.
La reina consorte es como el rey mago que llevaba la mirra. Seg¨²n la Constituci¨®n, mientras viva el rey no puede ejercer funciones constitucionales, o sea, que no tiene ning¨²n poder, solo aromas. Los reyes em¨¦ritos solo tienen derecho al uso honor¨ªfico del t¨ªtulo de rey o reina, y a honores an¨¢logos a los de la princesa de Asturias. O sea, como su nieta, ning¨²n poder, solo tienen el humo de los t¨ªtulos y el boato, que se va desvaneciendo.
Pero donde hay humo hay brasas. Cuando abdic¨® D. Juan Carlos, se percat¨® de que, no siendo rey, quedaba al descubierto ante cualquier juez, si alguien le demandaba o denunciaba por pretendidas filiaciones extramatrimoniales, por negocios dudosos o por presuntas percepciones de comisiones que estar¨ªan prohibidas a cualquier autoridad. Entonces se puso en marcha el aparato legislativo, siempre tan lento. En veintid¨®s d¨ªas le hab¨ªan blindado con una Ley Org¨¢nica que le otorgaba un fuero extraordinario. Solo el Tribunal Supremo podr¨¢ juzgar a los reyes em¨¦ritos y a la reina consorte. As¨ª las cosas, c¨®mo vamos a extra?arnos de que cada vez haya menos ni?os que creen en los tres reyes magos, si cada vez resulta m¨¢s dif¨ªcil explicar a los adultos qu¨¦ hacen y para qu¨¦ sirven nuestros cuatro reyes reales.
Jos¨¦ Mar¨ªa Mena fue fiscal jefe del TSJC.
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