Aquellos peque?os detalles odiosos de la memoria
¡®El cielo seg¨²n Google¡¯, debut novel¨ªstico de Marta Carnicero, disecciona la vida cotidiana de una pareja antes de su eclosi¨®n
Marta Carnicero iba a titular Los peque?os detalles odiosos la que es su primera novela y debut literario, pero luego opt¨® por el m¨¢s efectivo y sugerente El cielo seg¨²n Google. El primigenio, sin duda, da m¨¢s pistas sobre la idiosincrasia de J¨²lia y Marcel, pareja de vida planificada hasta lo compulsivo, incluida la largamente esperada adopci¨®n de Na?ma, guinda de felicidad cuya llegada generar¨¢ una tan inopinada como imparable grieta en su cartesiana relaci¨®n de granito.
Cita entre sus omn¨ªvoras referencias literarias en primer lugar a Alice Munro y luego a John Cheever, pero bien podr¨ªa haber a?adido rauda a Alice McDermott en la g¨¦nesis de ese gusto que parece apuntar Carnicero (Barcelona, 1974) por el ¨¢mbito dom¨¦stico como microcosmos de los males del mundo y el detalle como enciclopedia que lo explica todo. Responde su novela (que public¨® en La Magrana en catal¨¢n hace dos a?os con buena acogida y que ahora ha traducido lujosamente al castellano el escritor Pablo Mart¨ªn S¨¢nchez para Acantilado) a esa tan inquietante pregunta, siempre de gran juego literario, de qu¨¦ nos pasa cuando aparentemente no pasa nada¡
¡°J¨²lia se va a dormir pensado que los platos sucios y la mesa seguir¨¢n ah¨ª por la ma?ana; Marcel lo limpia todo m¨¢s o menos y escucha la tele muy bajito y ordena el sal¨®n¡ Pero al d¨ªa siguiente, J¨²lia s¨®lo se fija en que han quedado unas migas y alguna marca de vaso, no ha visto el esfuerzo del otro, ya no tienen la misma lectura vital¡ No es necesario que pase demasiada cosa o quiz¨¢ ni tan siquiera nada m¨¢s: esos detalles lo dicen todo, es una manera de reflejar la cotidianeidad, lo que se va cociendo en silencio y acaba estallando un d¨ªa¡±, anota la autora.
La memoria, en el fondo, son nuestras verdades; nos dedicamos a lijar y lijar los recuerdos hasta convertirlos en cantos rodados para que no rasquen y sean m¨¢s f¨¢ciles de llevar en el bolsillo; todos nos autoenga?amos un poco
Como espoleta de la acci¨®n, invierte Carnicero la t¨¢cita convenci¨®n social de que la llegada de un ni?o cohesiona una relaci¨®n: ¡°Nunca un hijo unir¨¢ a una pareja: son motivo de gran felicidad, pero tienen una capacidad de remover los cimientos que, si no est¨¢n muy asentados, se hundir¨¢n; lo peor es que las criaturas, adem¨¢s, son utilizadas siempre como moneda de cambio¡±.
La narraci¨®n, tan suave como concisa, es doble: est¨¢ la de la desintegraci¨®n de la pareja y tambi¨¦n la de Na?ma, ¨¦sta intentando recuperar una vida robada tras la separaci¨®n de sus padres. En ambos casos, flota el uso de la memoria como si s¨®lo fuera una mentida a medida: ¡°La memoria, en el fondo, son nuestras verdades; nos dedicamos a lijar y lijar los recuerdos hasta convertirlos en cantos rodados para que no rasquen y sean m¨¢s f¨¢ciles de llevar en el bolsillo; todos nos autoenga?amos un poco¡±.
Que la historia est¨¦ narrada por diversas voces y puntos de vista refuerza esa verdad a medias. ¡°Nunca acabas de saber c¨®mo fue todo en verdad¡±, confiesa Carnicero, algo que redobla con el recurso argumental de que tampoco hay un culpable claro de la ruptura: ¡°En la vida real estas cosas suelen ser as¨ª, todos intentan hacer lo mejor que pod¨ªan o sab¨ªan¡±. Uno de los narradores acabar¨¢ utilizando la herramienta Google Street View para rellenar vac¨ªos geogr¨¢ficos y morales (descubriendo que la luz, en ese espacio virtual, siempre es de media tarde, sin una nube); la rememoraci¨®n, pues, falsificada de nuevo: ¡°El recuerdo es enga?oso por definici¨®n; si, encima, lo hacemos sobre Google, ya es doble enga?o¡±.
El saber no es sin¨®nimo de sensibilidad; si uno se fija, donde hay m¨¢s egoc¨¦ntricos es entre personas formadas
La novela es resultado del trabajo final del m¨¢ster en Creaci¨®n Literaria de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona que Carnicero, ingeniera industrial para hacer feliz a su padre y autora hasta la fecha de dos libros de cocina, curs¨® hace un tiempo. Su profesi¨®n se ha traslucido en la novela en ¡°una voz muy contenida¡± y en la obsesi¨®n por no parar hasta encontrar, a veces, una palabra de, por ejemplo, tres s¨ªlabas: ¡°Escribo una frase con lo que quiero decir y hasta que no suena como deseo, no paro de retocarla¡±, dice quien conserva en su ordenador todas las versiones con las modificaciones (fechadas) que fue haciendo. En la segunda novela en la que ya trabaja, admite, ¡°ser¨¦ menos contenida, aunque est¨¢ a¨²n m¨¢s estructurada¡±.
De El cielo seg¨²n Google choca tambi¨¦n que, ni siendo personas cultas y modernas, nadie sepa detectar o estar por encima de esos detalles est¨²pidamente odiosos. ¡°La madurez no est¨¢ ligada a la formaci¨®n intelectual; el saber no es sin¨®nimo de sensibilidad; si uno se fija, donde hay m¨¢s egoc¨¦ntricos es entre personas formadas¡±.
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