Cuando la Pasionaria abraz¨® el catolicismo al final de su vida
La madre Teresa fue testigo del regreso a la fe cat¨®lica de la dirigente del PCE, cuando esta volvi¨® a Espa?a, de la mano del padre Llanos
Hace tiempo que los jesuitas dejaron El Pozo del T¨ªo Raimundo, en el barrio madrile?o de Entrev¨ªas. Pero la madre Teresa sigue all¨ª. A sus 93 a?os vive sola en un piso cuyo balc¨®n da directamente a la ventana de la habitaci¨®n donde resid¨ªa el padre Jos¨¦ Mar¨ªa Llanos en sus ¨²ltimos a?os. Hoy, en su bloque, conviven gitanos evang¨¦licos, musulmanes, ortodoxos y cat¨®licos como ella: ¡°Tan a gusto, sin problema. Aqu¨ª ejercemos el ecumenismo real sin tensiones¡±, asegura.
Si Dolores Ib¨¢rruri, Pasionaria, a quien la madre Teresa conoci¨®, fuera su vecina, la contar¨ªa entre los cat¨®licos. Porque esta mujer, forjada en todas las batallas de la lucha de barrio desde los a?os cincuenta hasta hoy, fue testigo de algo que se realiz¨® en su d¨ªa con toda discreci¨®n: c¨®mo la dirigente comunista abraz¨® la fe cat¨®lica al final de su vida. Ocurri¨® de la mano del padre Llanos. ?l se sac¨® el carn¨¦ del PCE y de Comisiones Obreras; ella comulg¨®. Ambos simbolizaron as¨ª la s¨ªntesis perfecta entre el Evangelio y el marxismo.
Lo cuenta tambi¨¦n Pedro Miguel Lamet en su biograf¨ªa sobre el cura jesuita: Azul y rojo. Jos¨¦ Mar¨ªa de Llanos (La esfera de los libros). All¨ª relata c¨®mo ambos vivieron una intensa relaci¨®n en la que se intercambiaban visitas, cartas, misas, canciones de alabanza al Alt¨ªsimo y comuniones. Ib¨¢rruri fue cat¨®lica de gran devoci¨®n en su ni?ez y juventud. Pero se apart¨® de la fe al hacerse dirigente comunista en los a?os treinta. Dej¨® antes por necesidad sus estudios de magisterio para trabajar como criada y costurera. Se cas¨® con un minero ateo y cambi¨® la hoja parroquial en la que ya firmaba como Pasionaria por sus art¨ªculos en Mundo Obrero. Pero sin abandonar el seud¨®nimo.
Nunca vio los expolios a la Iglesia con buenos ojos. De hecho, Lamet cuenta como a su regreso a Espa?a devolvi¨® a un convento de madres reparadoras en Madrid una imagen de la Virgen y un crucifijo incautado en la guerra por milicianos. La relaci¨®n con Llanos, el m¨¢s conocido de los curas obreros espa?oles, dur¨® hasta su muerte. Era el ¨²nico miembro del partido que iba a verla al hospital, se quej¨® Dolores en su d¨ªa, un tanto abandonada por los suyos.
?l, mientras, afirm¨® p¨²blicamente que la encontrar¨ªa en el cielo. Poco m¨¢s se sabe de aquel episodio. ¡°Todo se llev¨® con una enorme discreci¨®n¡±, comenta Lamet. Hoy, incluso, en su casa del Pozo, la madre Teresa, testigo directo de aquello, lo recuerda pero insiste en que se trat¨® de algo muy privado. ¡°Lleg¨® al padre Llanos por medio de la orden de las reparadoras de la calle Torrija. Vivi¨® desde muy dentro su conversi¨®n. Yo creo que sencillamente deseaba una buena muerte. Hablaba del asunto y se llev¨® a Dios con ella: estoy convencida¡±. De entonces, solo guarda recuerdos agradables: ¡°Era una mujer muy delicada y educad¨ªsima. Eso siempre se nota en la conversaci¨®n. Tambi¨¦n muy creyente y devota de la Virgen¡±.
A la madre Teresa aun la tratan de monja sus vecinos. Siempre ha sido as¨ª. Pero lo cierto es que en su d¨ªa sali¨® del convento para convertirse en seglar. ¡°No s¨¦ ni c¨®mo llegu¨¦ aqu¨ª. Tampoco por qu¨¦ me he quedado. Son esos misterios de Dios¡±, afirma. Quiz¨¢s se interpuso la salud: ¡°Tuve un c¨¢ncer de matriz y dej¨¦ la orden de las carmelitas de Toledo, donde estaba¡±.
Cerr¨® la celda pero se abri¨® a la entrega. Qued¨® firme a la orden del padre Llanos y despu¨¦s de D¨ªaz Alegr¨ªa en aquellos a?os en los que el barrio era un adobo de casas unidas por el barro sin agua corriente ni luz el¨¦ctrica. ¡°Entonces los jesuitas lideraron aqu¨ª en el Pozo todas las luchas. Despu¨¦s, se fueron¡±. Ella no. Lleva all¨ª 58 a?os, no regres¨® a San Clemente (Cuenca), el pueblo donde naci¨® y hoy sigue activa dentro de la ONG El Tel¨¦fono del Menor, que cre¨® hace a?os con m¨¢s gente.
En las ¨²ltimas d¨¦cadas, ha observado y contribuido a la transformaci¨®n del barrio. De la tutela de los jesuitas y la agitaci¨®n de partidos y sindicatos de izquierda, El Pozo ha pasado a una convivencia tranquila con las distintas religiones que van asentando consigo los inmigrantes. Sin sobresaltos. La madre Teresa toma el mejor caf¨¦ en el bar de unos armenios ortodoxos. Los evang¨¦licos la invitan a leer las escrituras en sus templos y contempla c¨®mo los marroqu¨ªes se buscan la vida sin crear problemas m¨¢s graves que el resto.
¡°Este es hoy uno de los mejores barrios marginales de Madrid. Se venden muchos pisos¡±. Lo proclama Teresa con una naturalidad que no cae en la cuenta de la paradoja. Se refiere en comparaci¨®n a los tiempos de la sarna y los techos provisionales de uralita, de las chabolas y la parroquia, donde un d¨ªa te encontrabas colaborando a un joven Javier Solana con el padre de Gallard¨®n, cuando se pasaban a ver al padre Llanos. Donde una tarde cruzaba por ah¨ª El Lute, que no pasaba desapercibido en ese entorno activo de asambleas vecinales y reivindicaciones de base. ¡°El hombre, hasta nos saludaba, aqu¨ª hab¨ªa mucho carterista, pero ¨¦l ten¨ªa entonces cierta fama¡±, comenta Teresa.
Ella se entregaba entonces y ahora la cuidan los vecinos del barrio como una reliquia en vida: ¡°Creo que sigo siendo monja. No lo s¨¦, ni me interesa. Nadie me pide cuentas, solo las rindo a Dios, bajo mi responsabilidad¡±.
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