Orgullo vallecano
Vallecas ya no es un escenario de pel¨ªcula quinqui, pero los estereotipos sobreviven al tiempo
No temo por mi vida cada vez que salgo de casa. Y eso que soy de Vallecas. Del Puente.
La prensa lleva d¨ªas publicando que la droga vuelve a tomar el barrio. Es verdad que han vuelto las caceroladas de vecinos que protestan con raz¨®n por la existencia de narcopisos ¡ªya han sido desmantelados nueve¡ª y por la inseguridad que generan. Pero decir que ¡°vuelve la droga¡± no es quiz¨¢ la expresi¨®n m¨¢s adecuada, suena un poco peliculera, tipo La estanquera de Vallecas, reloaded.
Yo era una ni?a en los ochenta y recuerdo c¨®mo en el camino al colegio mi madre me agarraba con fuerza la mano cuando pas¨¢bamos por los soportales donde los toxic¨®manos se inyectaban hero¨ªna a plena luz del d¨ªa. Eso s¨ª qu¨¦ era tener la droga en la calle.
Vallecas no es ya un escenario de pel¨ªcula quinqui, pero los estereotipos sobreviven al tiempo. Son c¨®modos. Hace poco me pidieron consejo sobre si aceptar o no una oferta de trabajo en un centro m¨¦dico de Entrev¨ªas porque el interesado, que no conduc¨ªa, deber¨ªa desplazarse en tren hasta la estaci¨®n de El Pozo. ?Qu¨¦ temeridad! Es, por cierto, la misma estaci¨®n junto a la que viven los cientos de vecinos que el 11 de marzo de 2004 ofrecieron sus coches particulares para trasladar a los hospitales a heridos del atentado terrorista.
Los clich¨¦s pueden llegar a resultar indestructibles. He le¨ªdo cr¨®nicas sobre el Rayo Vallecano que antes de hablar de f¨²tbol arrancaban su relato aludiendo a las ropas tendidas en los balcones que rodean el campo, para subrayar que aqu¨ª somos pobres, pero limpios.
No enumerar¨¦ las veces en las que alguien me ha contado que ¡°una vez¡± estuvo en Vallecas como si de una haza?a se tratase; como quien te dice que no es racista porque tiene un amigo negro. Son incontables las miradas de compasi¨®n mal disimulada que me han dedicado cuando he mencionado el barrio en el que vivo. ¡°Pero ser¨¢ en la zona noble, ?no?¡±, me han llegado a interpelar. Incluso yo misma me he justificado diciendo que ¡°Vallecas ya no es lo que era¡±.
Ha cambiado mucho. Cuando era peque?a, un chaval apodado El Bizco se hizo famoso en el barrio por? haber sido figurante en una pel¨ªcula del cine quinqui que rodaron cerca de mi bloque. Era la ¨¦poca en la que los pisos nuevos de protecci¨®n oficial conviv¨ªan a¨²n con casas abandonadas medio en ruinas y calles sin aceras. En invierno, jug¨¢bamos en los charcos de barro y camin¨¢bamos por tablas los d¨ªas de colegio para llegar con los zapatos impolutos. Pobres pero limpios, claro. Entonces s¨ª que hab¨ªa droga en la calle, tanta, que en la peor ¨¦poca nuestras madres no quer¨ªan que jug¨¢ramos en la arena del parque por si nos pinch¨¢bamos con una jeringuilla usada. En muchos otros barrios de Espa?a ocurr¨ªa lo mismo, sin embargo, en el imaginario colectivo el estigma quinqui solo se aferra a algunos.
Hace a?os que esa Vallecas qued¨® atr¨¢s. Y ahora, a 15 minutos en metro del centro de Madrid, empieza convertirse en refugio de ciudadanos expulsados por los precios de los barrios castizos y la invasi¨®n del AirBnb. La escena que confirm¨® mi sospecha de que quiz¨¢s nos estamos gentrificando un poco ocurri¨® hace un par de semanas cuando dos vecinas j¨®venes, en un espa?ol con acento brit¨¢nico, me preguntaron por el supermercado. ?Los ingleses han llegado al barrio!
Vallecas sigue necesitando inversi¨®n, golpeada por la crisis y olvidada por sucesivos gobiernos del PP que pocos votos han podido ara?ar en una zona que tradicionalmente se ha decantado por la izquierda. Pero aquel barrio en el que Eleuterio S¨¢nchez Campo, El Lute, secuestr¨® a una familia para esconderse en su piso mientras hu¨ªa de la polic¨ªa es ahora el lugar que alberga la Asamblea de Madrid, en el que se han construido edificios que han ganado premios de arquitectura y donde gente de toda la ciudad acude para pasear por el Cerro del T¨ªo P¨ªo. Los vallecanos lo bautizamos con el m¨¢s sugerente Parque de las Siete Tetas. La avenida de la Albufera, una de las arterias principales del Puente de Vallecas, es una de las novedosas "zonas 30" desde hace apenas un mes: no se puede circular a m¨¢s de 30 por hora para favorecer el uso de las bicicletas. Van a abrir un hiper 24 horas y hasta hay alguna cafeter¨ªa cuqui.
Lo que no ha cambiado es que la se?a de identidad de Vallecas siguen siendo sus habitantes. Son ellos los grandes art¨ªfices de la transformaci¨®n, impulsores hace 40 a?os de los movimientos vecinales que han peleado en las calles cada una de las mejoras que ha experimentado el barrio y que lo han convertido en un lugar mejor. Ahora vuelven a manifestarse para exigir m¨¢s seguridad y no dar ni un paso atr¨¢s en lo avanzado.?Tirar del clich¨¦ de la droga no cuenta esta otra mitad de la historia y solo juega en contra de los orgullosos vallecanos. Gracias a ellos, mi hija puede jugar cada d¨ªa en la arena de cualquier parque del barrio.
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