El ¨¢guila imperial vive uno de sus mejores momentos desde los a?os 50
El centro de recuperaci¨®n de animales silvestres suelta un ejemplar de esta ave, todav¨ªa en peligro de extinci¨®n, que cuenta 71 parejas en la regi¨®n
El cielo de Madrid est¨¢ de enhorabuena. Un ¨¢guila imperial despleg¨® sus alas por primera vez en libertad el pasado mi¨¦rcoles en Galapagar y se perdi¨® entre las monta?as en cuesti¨®n de segundos. Visto y no visto. Su nombre es C¨¦sar, tiene un a?o, un plumaje de varias tonalidades de marr¨®n claro ¡ªlo que corresponde a su edad¡ª y ha estado desde que era un pollo casi reci¨¦n nacido en el Centro de Recuperaci¨®n de Animales Silvestres (CRAS) de la Comunidad de Madrid.
A la majestuosidad de la estampa le acompa?an los n¨²meros: desde los a?os 50 no ha habido en la regi¨®n madrile?a tantas parejas de esta ave end¨¦mica de la pen¨ªnsula ib¨¦rica, una de las m¨¢s emblem¨¢ticas y amenazadas. En total, 71 pares de las 400 que surcan las nubes espa?olas. ¡°Adem¨¢s, la poblaci¨®n se ha triplicado desde el 2000 y desde el 2014 se ha duplicado¡±, a?ade Carlos Izquierdo, el consejero de Medio Ambiente y ordenaci¨®n del territorio, que dio el ¨²ltimo impulso a C¨¦sar para que empezara su nueva vida en libertad.
¡°No solemos poner nombres a los animales que tenemos en el CRAS, para no humanizarlos, pero esta vez hemos hecho una excepci¨®n. A C¨¦sar lo encontraron unos senderistas que llamaron a los agentes forestales y estos lo llevaron al centro de recuperaci¨®n de Tres Cantos. El animal estaba deshidratado y ten¨ªa un problema en la cola, seguramente se hab¨ªa ca¨ªdo del nido. As¨ª que lo recuperamos y, tras un a?o, es el momento de probar si est¨¢ en condiciones de volver a su h¨¢bitat natural¡±, cuenta Jos¨¦ Lara, jefe de ¨¢rea de flora y fauna de la Comunidad de Madrid. Lo cierto es que el trabajo que realizan en el centro va m¨¢s all¨¢ de una cura superficial. ¡°Nosotros hemos sido casi como su madre, no vale solo con curarlo. A este animal hemos tenido que ense?arle a cazar. Es cazador, tiene unas garras que si te las pone en el brazo te lo perfora, y hay que ense?arle a cazar porque si no en la naturaleza luego no sobrevive, no es una gallina a la que hay que echar de comer¡±, explica Lara.
As¨ª que a partir de ahora, C¨¦sar otear¨¢ la zona, buscar¨¢ comida e intentar¨¢ emparejarse y formar su nido. ¡°Y si encuentra a otros de su especie, los intentar¨¢ echar y se intentar¨¢ defender¡±, cuenta Lara. Por eso es tan complicado, a?ade, que el n¨²mero de parejas siga aumentando, porque cada una de ellas ocupa unas hect¨¢reas determinadas y no comparten su territorio. As¨ª se mueven estas rapaces. ¡°La naturaleza es sabia y tambi¨¦n es salvaje¡±. Pero, hasta que encuentre su pareja, C¨¦sar no estar¨¢ solo del todo. El centro de recuperaci¨®n le ha colocado un transmisor que se caer¨¢ de forma natural dentro de dos a?os y que informar¨¢ detalladamente de d¨®nde se encuentra y de si est¨¢ en buenas condiciones. De esta manera, se le podr¨¢ hacer un seguimiento para estudiar su evoluci¨®n.
¡°El ¨¢guila imperial era una reivindicaci¨®n hist¨®rica y ahora tenemos m¨¢s que nunca. Estaba casi desaparecida¡±, a?ade el consejero Izquierdo. De hecho, todav¨ªa sigue catalogada en peligro de extinci¨®n. ¡°Antes se persegu¨ªan y se mataban. Hay que tener en cuenta que muchas familias viv¨ªan de coger cuatro conejos y dos perdices, esa era la alimentaci¨®n de una familia de Galapagar hace 50 o 60 a?os, por eso estos animales se persegu¨ªan y estaban dentro del cat¨¢logo de animales a extinguir. Pero luego surge la figura de F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente. Con ¨¦l se cargan la junta de extinci¨®n de especies de da?inas, donde estaban adem¨¢s la comadreja, el tej¨®n, el lince, el lobo, el gato mont¨¦s... A principios de los 70 es cuando el Instituto de Conservaci¨®n de la Naturaleza, el Icona, empieza a trabajar a favor de estos animales, hasta que llega el primer decreto nacional de los a?os 80 que protege toda esta especie¡±, expone Luis del Olmo, director general de Medio Ambiente y Sostenibilidad. Pero a pesar de todo el trabajo que se ha hecho hasta el momento, el ¨¢guila sigue en peligro. ¡°Salir de esa categor¨ªa es dif¨ªcil. Esta era una especie genuinamente ib¨¦rica. Ahora se ha trasladado al norte de ?frica. No es lo mismo el ¨¢guila real, que est¨¢ en todo el norte de Europa, que el ¨¢guila imperial que es solo nuestra y portuguesa. El 99% est¨¢ entre Portugal y Espa?a, pero ahora algunas se han trasladado al norte de ?frica, a Marruecos¡±.
C¨¦sar cambiar¨¢ el color cuando pase de la adolescencia a la edad adulta, a los cuatro o cinco a?os. Entonces su plumaje se tornar¨¢ marr¨®n chocolate y sus hombros estar¨¢n cubiertos por una especie de manto blanco. Si todo va bien, se empareja, consigue comida -principalmente se alimenta de conejos, liebres y animales muertos-, y sobrevive a los envites de la naturaleza, podr¨¢ surcar los cielos de Madrid entre 20 y 25 a?os m¨¢s.
La importancia de contabilizar el emparejamiento
El dato positivo del ¨¢guila imperial se centra en el n¨²mero de parejas que hay contabilizadas, aunque tambi¨¦n hay que tener en cuenta a los pollos volados, ¡°que no se contabilizan y deber¨ªan¡±, explica Jos¨¦ Lara, jefe de flora y fauna de la regi¨®n. C¨¦sar, el ¨¢guila imperial que el Centro de Recuperaci¨®n de animales Silvestres solt¨® el mi¨¦rcoles es uno de esos pollos volado, primero por su edad y segundo porque est¨¢ sin pareja.
¡°Lo que interesa contar es el n¨²cleo reproductor potente, no vale contar ocho osos, por ejemplo, si son todos machos. Si no entra una hembra la extinci¨®n de esa especie es inminente¡±, expone Lara. ¡°Hacemos seguimiento de las parejas porque luego ves los pollos que ponen en el nido, de los que se ocupan. Luego dentro de ellos hay ejemplares dispersantes, que significa que se van o que vuelven de fuera... Las parejas est¨¢n afincadas a un territorio, mientras que el dispersante se puede ir a Teruel dos d¨ªas a cazar y vuelve d¨ªas despu¨¦s, luego podemos dejar de verlo porque se afinca en Arag¨®n, por ejemplo, por eso la estrategia de nuestro plan habla de defender territorios¡±, a?ade.
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