Echo & The Bunnymen: se mantienen las formas, se diluye el esp¨ªritu
El grupo recre¨® sin entusiasmo la oscuridad de los ochenta
Mantiene la voz, no ha cedido ante la presi¨®n de la alopecia y su figura no imita a las ¨¢nforas romanas. Se suele ser as¨ª de cruel y superficial cuando se juzga la presencia de un mito del ayer, de un artista que lo fue todo en su juventud y que a pesar de que el paso del tiempo no ha arrinconado en un meandro de la memoria, tampoco lo ha encumbrado como sedimento crucial del gran delta de la desembocadura. Solemos ser as¨ª de crueles y bobalicones, quiz¨¢s porque al juzgar a estos artistas miramos un poco de reojo lo que el tiempo ha hecho con nosotros mismos, oculta comparaci¨®n que subyace en esta mirada puramente antropom¨¦trica. Ian McCulloch, casi sesenta a?os, no lleva el pelo crepado pero lo mantiene, no se ha quitado las gafas de sol desde finales de los setenta y conserva una voz que sabiamente dosificada le permite evocar el oscuro dramatismo que le encumbr¨® como cabeza visible de Echo & The Bunnymen all¨¢ por los ochenta. Por mantener, mantiene incluso esos labios carnosos llenos de sensualidad. Llen¨® Razzmatazz y muchos se miraron a s¨ª mismos a trav¨¦s de ¨¦l.
El concierto fue correcto, vaya por delante. Buen sonido, banda competente, espect¨¢culo aseado sin grandes pretensiones, versiones de intocables como Doors o Reed para asentar personalidad cl¨¢sica, cancionero ya veterano, superviviente de mil conciertos y setecientos festivales y, metidos en el paso del tiempo, voz suficiente. Dio la sensaci¨®n de que la reservaba durante el concierto para cantar casi a capella, una estrofa de ¡°The Killing Moon¡±, cosa que hizo con buen desempe?o. Aunque en esto del rock la voz es y no importante, pues acaba contando m¨¢s la determinaci¨®n, intensidad emocional y convicci¨®n con la que se proyecta. Y en esto Ian McCulloch mostr¨® el cierto tono funcionarial de quien canta porque ha de hacerlo, no porque tengas ganas o se crea lo que canta. Un cierto aire de oscura desidia que de joven ten¨ªa un sentido y un encaje ¨Chija de la furia, el hast¨ªo, la desesperanza y pesimismo- ahora ya no acaba de colar. Sin tensi¨®n todo cae.
Y si seguimos con el desempe?o, Ian tiene la suerte que de joven se mov¨ªa menos que un palo mayor en noche de encalmada. No es el modelo Iggy Pop, que le obliga a echar el est¨®mago por la boca si no quiere dar signos de flaqueza, menos a¨²n el de Jagger, el abuelo hiperactivo, as¨ª que Ian se agarr¨® al pie de micro y de all¨ª no se movi¨®. Y como ya ni debe fumar pod¨ªa asirse con todos los dedos. As¨ª, imp¨¢vido, fue dando cuenta sin aparente entusiasmo del breve concierto en el que sus cl¨¢sicos llegaron al final, saludados por un p¨²blico que tampoco se estremeci¨®, quiz¨¢s enmara?ado en un letargo emocional en el que la angustia post-punk, oscura y doliente, aguda y desesperanzada, ya s¨®lo es una cuesti¨®n meramente est¨¦tica que no conmueve sino s¨®lo se contempla quiz¨¢s con a?oranza. S¨®lo al final, una espl¨¦ndida y nerviosa toma de ¡°Do It Clean¡± rescat¨® la urgencia emocional de una banda a la que le resta la est¨¦tica dominada por el color negro. Quien se lo quiso pasar bien pudo hacerlo. Quien pens¨® m¨¢s de la cuenta igual se hizo da?o.
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