El nuevo anticatalanismo
El independentismo, rama est¨¦ril del catalanismo, se ha convertido anticatalanista en la medida en que se desinteresa del autogobierno de Catalu?a y de la participaci¨®n en el gobierno de Espa?a
El anticatalanismo de siempre no ha cambiado. Lo conocemos bien. Quiz¨¢s ha ensanchado su base, como resultado de la excitaci¨®n provocada por el proceso independentista. Pero en lo sustancial, sigue siendo la versi¨®n actualizada del viejo. No le gusta que los catalanes nos autogobernemos, porque est¨¢ seguro de que solo se trata de un paso hacia la secesi¨®n y la independencia. No le gusta que los catalanes hablemos nuestra lengua, porque tambi¨¦n lo ve como una forma de consolidar la diferencia hasta convertirla en reivindicaci¨®n secesionista. Tampoco le gusta que nos impliquemos como catalanes en el gobierno de Espa?a, porque no tiene ninguna duda de que lo aprovecharemos para consolidar nuestras posiciones diferenciadas como trampol¨ªn para la secesi¨®n.
El anticatalanismo tradicional es centralista, uniformador y de voluntad asimilacionista. Aunque conserva la ra¨ªz hist¨®rica que le hemos conocido, y que se ha manifestado con tanta brutalidad en determinadas ¨¦pocas de nuestra historia, como la dictadura de Primo de Rivera y el franquismo, el anticatalanismo de siempre, a pesar de la excitaci¨®n actual, ha llegado al presente en una versi¨®n suavizada por la fuerza de la Constituci¨®n, del Estado de las autonom¨ªas y de la europeizaci¨®n, que aseguran unos m¨ªnimos de descentralizaci¨®n, de reconocimiento y de pluriling¨¹ismo. Los energ¨²menos que a¨²n podemos encontrar hoy en las diferentes versiones m¨¢s o menos extremistas de la derecha hisp¨¢nica son unos corderitos si los comparamos con los anticatalanistas del pasado, aunque pertenezcan a la misma rama ideol¨®gica.
La novedad anticatalanista no viene de fuera sino de dentro. La rama hasta hace pocos a?os est¨¦ril del independentismo es la que ha hecho esta aportaci¨®n contradictoria con la cultura cl¨¢sica del catalanismo, de forma que se ha producido una especie de inversi¨®n pol¨ªtica. Una parte min¨²scula, al convertirse casi en el todo, se ha declarado enemiga del catalanismo pol¨ªtico, como matriz institucional de la Catalu?a autogobernada contempor¨¢nea. Nadie como Carles Puigdemont y Joaquim Torra, los presidentes del rupturismo secesionista, representan mejor este vuelco de comportamientos, m¨¢s a¨²n que Artur Mas, su predecesor y promotor, todav¨ªa revestido de la ambig¨¹edad y del tacticismo de quien se propone objetivos inalcanzables para obtener resultados tangibles.
Esta corriente ideol¨®gica se cree catalanista pero es anticatalanista, sobre todo, en la medida en que se desinteresa del autogobierno de Catalu?a y de la participaci¨®n en el gobierno de Espa?a. Los hechos son elocuentes respecto al nulo respeto al Estatuto de Catalu?a y a las instituciones de todos los catalanes, manipuladas y ocupadas con af¨¢n partidista y meramente instrumental, devaluadas de hecho por quienes consideran que solo la independencia podr¨ªa darles alg¨²n sentido. Tampoco hay que detallar hasta qu¨¦ punto se desinteresa el nuevo anticatalanismo de la democracia espa?ola y de la gobernaci¨®n del conjunto del pa¨ªs. M¨¢s bien lo contrario, trabaja para destruir la democracia y luego poder demostrar que nos encontramos bajo una bota como la turca, y se presenta a las elecciones generales con el objetivo de bloquear cualquier mayor¨ªa de gobierno en Madrid. Todo lo contrario del programa catalanista desde Prat y Camb¨®, pasando por Maci¨¤ y Companys y terminando por Tarradellas, Pujol, Maragall y Montilla.
Este nuevo anticatalanismo independentista se caracteriza por una novedad contempor¨¢nea, como es su nula comprensi¨®n del significado del proyecto europe¨ªsta, que no s¨®lo trata de unir a los ciudadanos y los pueblos de Europa, a partir de la legalidad de los Estados de derecho realmente existentes, sino que lo hace partiendo del principio de la reconciliaci¨®n entre los antiguos adversarios y enemigos. La f¨®rmula maragalliana ¡°Barcelona, Catalu?a, Espa?a, Europa¡±, inspirada en el principio federativo y en la subsidiariedad, no entra en la cabeza del nacionalismo secesionista, interesado en vivir de las animadversiones en lugar de trabajar para superarlas. Tampoco es europe¨ªsta en el m¨¦todo pol¨ªtico elegido, el unilateralismo en las decisiones y el bilateralismo en una negociaci¨®n entendida como de suma cero: yo gano lo que t¨² pierdes. El m¨¦todo europe¨ªsta es la cooperaci¨®n multilateral, el reformismo gradualista y el incrementalismo, exactamente todo lo contrario del camino escogido por el nacionalismo independentista desde 2012.
Esta no es una cuesti¨®n meramente conceptual. Lo peor del nuevo anticatalanismo no es ni que sea nuevo ni que rompa con la fruct¨ªfera trayectoria del catalanismo posibilista de siempre. Lo peor son sus resultados, que no solo son nulos cuando ocupa las instituciones sin gobernar sino que perjudican a los catalanes concretos, a todos los ciudadanos de Catalu?a, incluidos los que les votan, y les da?an en sus intereses e incluso en sus valores catalanistas.
Ahora mismo ya tenemos menos autogobierno, menos peso en el gobierno de Espa?a y menos prestigio en Europa y en el mundo, adem¨¢s de haber perjudicado la econom¨ªa, asustado a los inversores y las empresas y dividido y desmoralizado al conjunto del pa¨ªs. Las instituciones catalanas se encuentran en el momento m¨¢s bajo de su historia y las competencias de autogobierno m¨¢s preciadas ¡ªescuela, orden p¨²blico, medios de comunicaci¨®n¡ª en necesidad urgente de pactos transversales para defenderlas del mal uso que hacen de ellas los gobernantes catalanes y de los afanes de control y de recentralizaci¨®n por parte del anticatalanismo tradicional, constantemente atizado y provocado por este anticatalanismo nuevo que pone en peligro todo lo bueno que ha sido y que representa Catalu?a en su historia.
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