Deseos para la campa?a
Debemos ser capaces de encarar el debate p¨²blico del ciclo electoral prescindiendo no tanto de los contenidos vinculados a la cuesti¨®n territorial, pero s¨ª de su sobredimensionamiento
Probablemente sea muy dif¨ªcil de hacer. Entre la futbolizaci¨®n del juicio a los l¨ªderes independentistas (narrados por peri¨®dicos y televisiones como si fuera la Copa del Mundo), las extravagancias peligrosas de Torra que demuestra no entender cu¨¢les son las funciones de una instituci¨®n en un pa¨ªs democr¨¢tico y el hambre de conflicto de una derecha trina pero toda ella aznarista, ser¨¢ dif¨ªcil apartar un poco el proc¨¦s del debate pol¨ªtico. Y sin embargo, parece extremadamente necesario. Dir¨ªa m¨¢s: inaplazable. Ello no significa que todas no seamos conscientes de que hay un problema territorial que atender y de que habr¨¢ que encontrar caminos para reconstruir una convivencia (en primer lugar dentro de Catalu?a y en segundo lugar entre una parte significativa de la ciudadan¨ªa catalana y las instituciones espa?olas) que en los ¨²ltimos a?os se ha visto sometida a una prueba de estr¨¦s considerable.
Pero el lenguaje y el planteamiento al que nos ha precipitado el fen¨®meno que se ha acabado denominando proc¨¦s dificulta sobremanera enfrentarse a estos problemas y sobre todo a unos cuantos que parecen a todas luces ser m¨¢s importantes. Los grandes retos sociales y econ¨®micos que tiene el pa¨ªs (?nos enfrentaremos a esta tan cacareada salida de la crisis con m¨¢s redistribuci¨®n o seguir¨¢ la t¨®nica regresiva? ?C¨®mo se repensar¨¢ un sistema productivo que se demostr¨® extremadamente expuesto a los vientos de la especulaci¨®n?), el futuro en el nuevo mapa europeo que se est¨¢ dibujando (pi¨¦nsese en el acuerdo entre Italia y China firmado ahora hace unos d¨ªas), la superaci¨®n de una brecha generacional que acaba manifest¨¢ndose en forma de desigualdad: ninguna de estas grandes cuestiones se podr¨¢ abordar de forma productiva si no se dejan de lado ciertos automatismos que se han consolidado en torno al llamado monotema. No tanto o no s¨®lo porque en las guerras de banderas la tela acaba tapando una infinidad de otras cosas, sino b¨¢sicamente porque a lo largo de los a?os (y de forma comprensible: est¨¢ pasando en otros pa¨ªses con otros temas) el proc¨¦s parece haber funcionado como un poderoso mecanismo de despolitizaci¨®n de masa, en la medida en que ha reducido la complejidad de las lecturas de la realidad. Tambi¨¦n ha reducido la capacidad de intervenir en ella saliendo de una l¨®gica de confrontaci¨®n ligada a una sola cuesti¨®n, y adem¨¢s de manera enconada y totalizante.
Por otra parte ha copado el debate vertebr¨¢ndolo en torno a una cuesti¨®n ¡ªla posible construcci¨®n de un estado-naci¨®n nuevo fruto de la separaci¨®n de una parte del territorio¡ª, que no deja de ser una batalla en cierta manera nost¨¢lgica. No se puede negar que todav¨ªa los estados-naci¨®n tradicionales tengan poder, pero tampoco que cada vez m¨¢s se hacen evidentes todos sus l¨ªmites como respuesta viable a una realidad econ¨®mica, social y cultural que sabe bien poco de las antiguas fronteras. El Brexit est¨¢ siendo una prueba evidente de ello. En este sentido, el proc¨¦s nos hizo m¨¢s conservadoras a todas (a las personas que han manifestado su voluntad de crear un estado independiente y tambi¨¦n a las que creemos que es todo menos una buena idea) en el momento en que nos ha recluido en un debate caducado pol¨ªticamente pero capaz de activar una confrontaci¨®n que es capaz de convocar miedos y desconfianzas antiguas pero que se vehicula de maravilla en la modernidad de las redes sociales.
Por todo ello el deseo es que seamos capaces todas de encarar el debate p¨²blico del ciclo electoral que nos viene encima prescindiendo no tanto de los contenidos vinculados a la cuesti¨®n territorial (el problema existe y no tendr¨ªa ning¨²n sentido pensar que si no se menciona desaparece), pero s¨ª de su sobredimensionamiento y de la manera en que ¨¦sta ha afectado al debate pol¨ªtico en los ¨²ltimos a?os.
Seguramente ¡ªse dec¨ªa¡ª ser¨¢ dif¨ªcil. Ha sido y es para muchos partidos de bien distinta orientaci¨®n, una munici¨®n electoral que se ha demostrado efectiva, y sobre todo, presuntamente barata. Y, sin embargo podr¨ªa haber alguna que otra sorpresa. No tanto o no s¨®lo por un hast¨ªo cada vez m¨¢s evidente, sino porque a diferencia de lo que muchos estrategas electorales han cre¨ªdo, la ciudadan¨ªa tiene m¨¢s sentido com¨²n de lo que se le atribuye y podr¨ªa ya haber superado la monodimensionalidad del proc¨¦s y estar en otros y m¨¢s diversos debates.
Paola Lo Cascio es historiadora y polit¨®loga
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