El Mercurio Retr¨®grado
Lo bueno es que ya pas¨®. Lo malo es que no le puedo echar m¨¢s la culpa a ¨¦l sobre mis desgracias cotidianas de primer mundo
Lo bueno: Ya pas¨® el Mercurio Retr¨®grado.
Lo malo: Ya no le puedo echar m¨¢s la culpa a ¨¦l sobre mis desgracias cotidianas de primer mundo. Y qu¨¦ mejor manera de celebrarlo que en el hospital desde las seis de la ma?ana, con dolores punzantes en el abdomen, numerosas entregas y conversaciones de WhatsApp llenas de dobles tics azules sin contestar. Resulta que ten¨ªa estr¨¦s, seg¨²n el m¨¦dico, que insist¨ªa en llamarme Jaime porque Chenta le resultaba demasiado complicado. Eso no resta que deber¨ªa parar de tomarme neobrufen como reemplazo de la Coca-Cola cuando no he ido a hacer la compra durante un tiempo.
A lo que iba.
¡ª "Todos estamos cansados. Estresados".
¡ª "Pues t¨®mate unas vacaciones", dir¨ªa mi m¨¦dico de cabecera, que adem¨¢s de capacitista, le da la espalda a la ra¨ªz del problema.
¡ª "Ni hao, ni hao ma, soy Marcos y te voy a hacer un an¨¢lisis de sangre. Esto va a ser r¨¢pido. Very quickly", me dijo un tal Marcos.
Parec¨ªa un personaje sacado de una pel¨ªcula de Quentin Tarantino. Re¨ª, le contest¨¦ en ingl¨¦s por educaci¨®n y me perd¨ª en mis pensamientos. Esto ya lo dec¨ªa Remedios Zafra en El Entusiasmo. Sobre los sujetos precarios en los trabajos culturales creativos, sobre c¨®mo la vocaci¨®n y el entusiasmo son instrumentalizados por un sistema que favorece la ansiedad, el conflicto y la dependencia en beneficio de la hiperproducci¨®n y la velocidad competitivas. Me acord¨¦ de la vez que, en clase de urbanismo, invitaron a una arquitecta antigua alumna de la universidad y nos coment¨® c¨®mo era importante "Elegir un trabajo que nos gustase y as¨ª no tendr¨ªamos que trabajar ni un d¨ªa de nuestra vida". Ojal¨¢ hubiera hablado sobre la precariedad, sobre c¨®mo recurrimos al entusiasmo para soportar la hiperproducci¨®n, el estr¨¦s y la precariedad.
Escucho un pitido. En la pantalla colgada en la pared se ilumina mi n¨²mero de referencia: MED 2398. Sala 14. Me levanto para hacer la radiograf¨ªa y la puerta est¨¢ cerrada. Le doy a la puerta y nadie contesta y vuelvo a mis pensamientos. Me viene a la mente la escena de la pel¨ªcula de El Diablo se Viste de Prada en el que Emily Blunt hace de coasistenta de Miranda Prestley y se repite en silencio, como si de un mantra se tratara: "Me encanta mi trabajo. Me encanta mi trabajo".
De alguna forma u otra me siento af¨ªn al personaje de Emily Blunt. En la pel¨ªcula ella est¨¢ en el trabajo de sus sue?os. Yo tengo el privilegio de poder hacer algo que a m¨ª me gusta. "Un mill¨®n de chicas matar¨ªan por este puesto", repite a lo largo de la pel¨ªcula.
A pesar de trabajar en la precariedad, el personaje de Emily tiene, como dir¨ªa Remedios Zafra, el entusiasmo. El entusiasmo del reconocimiento, y del poder trabajar con una figura como Miranda Prestley, trabajar duro, con la esperanza de que un d¨ªa asistir¨¢ a la semana de la moda de Par¨ªs, aunque en la pel¨ªcula, acaba en un accidente de coche, Maldito Mercurio Retr¨®grado. Aunque haya pasado ya.
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