Las causas in¨²tiles
Yo creo que existe la empat¨ªa hist¨®rica. Y si no existe habr¨¢ que inventarla. Ser¨ªa la ¨²nica manera de que muchos tr¨¢gicos periodos o momentos hist¨®ricos no se volvieran a repetir.
En el momento de redactar este art¨ªculo, sab¨ªa que se publicar¨ªa hoy, d¨ªa de Sant Jordi. Ello me vino como anillo al dedo para escribir sobre lo que hay que escribir en un d¨ªa como este. O lo que es lo mismo, escaquearme de escribir sobre el proc¨¦s. Una cuesti¨®n que debi¨® ser apasionante y oportunidad irrepetible para encauzar a Espa?a en el camino de un estado plurinacional y pluriling¨¹¨ªstico, acordado por todas las fuerzas pol¨ªticas. Pero por el momento, Espa?a no da para m¨¢s. Y tampoco Catalu?a parece que est¨¦ por la labor, excepto dividirse peligrosamente, con un independentismo pertinaz, sin un asomo de autocr¨ªtica y remordimientos ideol¨®gicos.
Tambi¨¦n estamos a muy pocos d¨ªas de unas de las elecciones m¨¢s importantes de los ¨²ltimos a?os, y ello significa que uno deber¨ªa ser m¨¢s sensible para con esta cuesti¨®n y hablar de ella. Pero a juzgar por el nivel del debate que no existe, por la temperatura de los insultos, por la intolerancia de los extremos (la derecha aliada a la ultraderecha por un lado, y el independentismo por el otro), por todo lo que es todo menos pol¨ªtica, dejando en el medio a PSOE, Podemos y el PNV con la grave responsabilidad de cicatrizar heridas cada hora m¨¢s incurables y devolver al pa¨ªs a la senda del sentido com¨²n y la sensatez, malditas ganas te quedan de desperdiciar el D¨ªa de Sant Jordi para hablar de libros. O de algunos libros concretos.
Por ello hoy escribir¨¦ sobre uno que me dej¨® una sensaci¨®n de tristeza e impotencia hist¨®ricas, como hace mucho que no me suced¨ªa. Se trata de Como si un ¨¢ngel, del escritor austriaco Erich Hackl (Perif¨¦rica). Esto que escribo no es una rese?a ni nada parecido. Si algo es, tal vez sea un desahogo. O una manera como cualquier otra de comunicar la inmensa pena que me produjo leerlo.Yo creo que existe la empat¨ªa hist¨®rica. Y si no existe habr¨¢ que inventarla. Ser¨ªa la ¨²nica manera de que muchos tr¨¢gicos periodos o momentos hist¨®ricos no se volvieran a repetir. Cuando uno ve, por ejemplo, Espartaco, la gran pel¨ªcula de Stanley Kubrick, tiene que procurar lamentar el infortunio final de Espartaco y ponerse en su lugar y en el de la gente que lo sigui¨® hasta la crucifixi¨®n final, y no quedarse en la butaca del cine lamentado el destino de Kirk Douglas en el filme. Esto es la empat¨ªa hist¨®rica.?
Como si un ¨¢ngel trata de la desaparici¨®n de una muchacha de 22 a?os durante la terrible dictadura de Jorge Videla. Erich Hackl narra los hechos desde una suerte de voz omnisciente solidaria con todas las personas que pasan por su relato. Obviamente, la protagonista es la chica desaparecida, Gisela Tenenbaum. Hackl nos informa de que Gisela ¡ªGisi para los amigos y la familia¡ª era estudiante de Qu¨ªmica y F¨ªsica. Aplicada, muy inteligente y con notas que no bajaban nunca de 9 o 10. Destacaba tambi¨¦n por su sentido de la responsabilidad social ante lo que consideraba que era innegociable, la lucha contra los poderes del Estado y la justicia para el pueblo argentino. Eso la llev¨® a militar en el grupo terrorista Montoneros.
Sin embargo, con ser dram¨¢tica la corta trayectoria de la muchacha, lo que m¨¢s me llam¨® la atenci¨®n y me llen¨® de una indescriptible e inesperada rabia fue el papel que jugaron sus padres en toda esta dolorosa historia. Eran jud¨ªos austr¨ªacos. Llegaron a Argentina alrededor de 1940, escapando del nazismo, con apenas 17 a?os de edad. Una vez casados, se instalaron en la provincia de Mendoza, pegada a los Andes. Trabajaron muy duro y se pusieron a estudiar medicina, obteniendo sus respectivos t¨ªtulos pasada la treintena. Tuvieron tres hijas. Gisi, adem¨¢s de brillante alumna, fue una destacada nadadora profesional. Sus padres las educaron para que fueran aut¨®nomas. Les crearon las condiciones ¨®ptimas para sus desarrollos intelectuales y espirituales. S¨®lo cometieron un error terrible: hicieron muy poco, por no decir nada, para que Gisi, como s¨ª hicieran sus hermanas, se alejara del enorme suicidio colectivo que signific¨® desafiar la engrasada maquinaria de exterminio que les ten¨ªa preparada el aparato militar del estado argentino.
Terminado de leer este conmovedor libro, sigo sin saber exactamente si Erich Hackl acusa o no a los padres de Gisi de algo imperdonable. Tal vez no lo quiso hacer tan transparente, dada la dimensi¨®n del dolor que tuvieron que arrastrar durante el resto de sus vidas.
Yo los perdonar¨ªa, pero como padres no debieron nunca permitir que Gisi sacrificara su hermosa juventud.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.