Manos de hada
El Auditorio de Ferrol se llena de espectadores entusiasmados con Martha Argerich, Pablo Galdo y Sergio Tiempo
El mi¨¦rcoles 24 se celebr¨® en Ferrol un concierto de piano a cargo de Martha Argerich, Pablo Galdo y Sergio Tiempo. El concierto hab¨ªa despertado una gran expectaci¨®n y el efecto llamada de una estrella del piano como Argerich y una gran presencia del evento en redes sociales hicieron que el Auditorio de Ferrol presentara una gran entrada, rozando o incluso alcanzando el lleno absoluto.
El concierto tuvo todas las combinaciones posibles entre tres pianistas: dos pianos, piano a dos manos e incluso la mucho menos frecuente de piano a seis manos. Abrieron fuego Tiempo y Galdo con la Petite suite de Claude Debussy (1862 - 1918) a dos pianos, con un sonido de agudos brillantes por parte de Tiempo y graves de hermosa redondez por la de Galdo. Fue notable la gracia elegante del Menuet y el dinamismo danzante del Ballet.
En las Dos danzas de La vida breve, de Manuel de Falla (1876 - 1946), tambi¨¦n tocadas a dos pianos, destac¨® el sonido grande, amplio y lleno de color del registro grave y la fuerza del canto. Fuerza y ritmo caracterizaron asimismo la interpretaci¨®n de El Vito, de las Danzas andaluzas de Manuel Infante (1883 - 1958).
Lleg¨®, por fin, Martha Argerich de la mano ¨Cliteralmente- de Pablo Galdo, siendo recibida por el p¨²blico con grandes aplausos. Y solo tuvo que tocar las primeras notas del Bailecito, de Carlos Guastavino (1812 - 2000) para dejar bien claras las razones de su acogida por los aficionados ferrolanos. El clima nost¨¢lgico de la obra fue plasmado por la interpretaci¨®n de ambos int¨¦rpretes y su delicado final fue calurosamente acogido.
A continuaci¨®n, el Concertino de Dmitri Shostak¨®vich (1906 ¨C 1975), en un cambio de ambiente y de estilo ya desde la solemne oscuridad de su inicio a cargo de Galdo. El canto de Argerich marc¨® la extra?a luminosidad sonora, como de noche de luna, llena tantas veces prodigada por Shostak¨®vich a la que sigui¨® y el brillo acerado aplicado por Argerich a la peculiar dureza y v¨¦rtigo mel¨®dico tan personales del autorde San Petersburgo. El poder¨ªo sonoro de la obra y su amplia gama din¨¢mica tuvieron un control pr¨¢cticamente perfecto a cargo de los int¨¦rpretes.
El Concertino fue escrito por Shostak¨®vich en 1953 para su hijo M¨¢xim y estrenado por este en 1954 junto a Alia Malotetkova. La trepidante coda creada para el lucimiento de su descendiente fue brillantemente interpretada por Argerich y Galdo, terminando la primera parte del concierto en ascenso; como mandan los c¨¢nones de programaci¨®n.
Tras el descanso, las Variaciones sobre un tema de Paganinni , compuestas en 1941 por Witold Lutoslawski (1913 - 1994) y Ma m¨¨re l¡¯oie, de Maurice Ravel (1875 - 1937). La obra de Lutoslawski es una de las variaciones m¨¢s personales sobre el tema del violinista y compositor italiano (1782 - 1840). Su dureza de ataques, su ligereza mel¨®dica y sus continuos vaivenes t¨ªmbricos fueron espl¨¦ndidamente interpretadas por Argerich y Tiempo. La duraci¨®n de la obra -apenas cinco minutos- se antoj¨® excesivamente corta. Fue una de esas ocasiones en las que el oyente se queda con ganas de seguir escuchando m¨¢s, m¨¢s y mucho m¨¢s.
Y hubo m¨¢s. Ma m¨¨re l¡¯oie, el precioso juguete sonoro que Ravel dedic¨® a dos ni?os fue el remate perfecto a un concierto mucho m¨¢s que notable. Estuvo precedido por una charla en voz baja de Argerich y Galdo y algunas entradas y salidas del escenario por parte del pianista ferrolano. Cuesti¨®n de partituras, de banquetas u otra cualquiera, m¨¢s de uno lo vio como algo fuera de lugar; pero ya se sabe que los divos tienen esas cosas y la espera puede ¨Cy suele- merecer la pena., ,
Y la mereci¨® porque tras toda la demostraci¨®n anterior de sabidur¨ªa pian¨ªstica de Argerich, bien secundada por Tiempo, la obra de Ravel fue una escala de seda por la que todos -Argerich, Galdo y cuantos escuch¨¢bamos, iniciamos el ataque final a las mayores cotas pian¨ªsticas.
Los ambientes ravelianos fueron desgranados en funci¨®n del significado de cada pieza de la suite y tras la casi miniatura de Pulgarcito y el especial clima creado por la escala pentat¨®nica de Laideronette, Imperatrice des pagodes, el Di¨¢logo de la bella y la bestia hizo casi visibles a ambos personajes. Y el contraste de sus figuras desemboc¨® en un glissando ascendente que transport¨® al auditorio por su cristalina belleza.
Y m¨¢s. La magia acababa de aterrizar en Caranza a trav¨¦s de las manos de un hada del sonido. Y las hadas de Le jard¨ªn feerique se multiplicaron luminosas como vagalumes, esas luci¨¦rnagas gallegas que tienen algo de meiga y que atrav¨¦s de dos nuevos y luminosos luminosos glissandi hechizaron a cuantos mel¨®manos las pudieron escuchar.
Y mucho m¨¢s. Tras otra larga espera en todo similar a la anteriormente descrita se pudo escuchar la ¨²ltima obra del programa. La valse tiene, malgr¨¦ elle m¨ºme, un inicio que pudiera parecer cualquier cosa menos el ritmo que indica claramente su comp¨¢s de tres por cuatro. Hasta que este se apodera del sonido, prodigando contrastes entre la ligereza como de tul en un palacio vien¨¦s y momentos que solo se podr¨ªan bailar con giros llenos de furia. Como la de las palmas que premiaron a los int¨¦rpretes al final del repertorio programado.
Tras este ¨Cy otra larga espera tan incomprensible y en todo igual a las anteriores- los int¨¦rpretes decidieron bisar con Shostak¨®vich. Nuevas ovaciones y nuevas propinas, esta vez en la rara presentaci¨®n de piano a seis manos: primero una Romanza en la mayor para piano a seis manos de Sergu¨¦i Rajm¨¢ninov seguida del Vals en la, tambi¨¦n para piano a seis manos, del mismo autor. Como remate feliz, la repetici¨®n de Les entretiens de la Belle et la B¨ºte, que volvi¨® a dejar flotando en una nube de luz a quienes all¨ª nos encontramos. Que no es para menos cuando uno se deja acunar por el sonido que regalan las manos de un hada, de una hechicera del piano.
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