Berenice Abbott, una ¡®instagramer¡¯ del siglo XX
La diversa obra de la pionera fot¨®grafa estadounidense llega a la Fundaci¨®n Mapfre
La mirada libre, moderna, experimental de Berenice Abbott (1898-1991), transit¨® con naturalidad de una a otra de las diferentes disciplinas que retrat¨® con sus fotograf¨ªas. La ni?a que naci¨® en una familia con pocos recursos y que ya mostraba su rebeld¨ªa devorando en la biblioteca de Springfield (Ohio) las p¨¢ginas de Jane Eyre, se convirti¨® en uno de los m¨¢s grandes fot¨®grafos de la primera mitad del siglo XX. De los tres asuntos principales sobre los que vers¨® su producci¨®n, retratos, Nueva York y la ciencia, se exponen 184 im¨¢genes, casi todas copias vintages, positivadas por la propia autora, del 1 de junio al 25 de agosto en la Fundaci¨®n Mapfre (Paseo de Recoletos, 23). Encuadrada en el festival PHotoEspa?a, en la muestra puede verse tambi¨¦n un precioso documental, Berenice Abbott: A View of the 20th Century, sobre su vida y obra, grabado meses antes de su fallecimiento.
Estrella de Diego, comisaria de la exposici¨®n Berenice Abbott. Retratos de la modernidad, subray¨® este jueves en la presentaci¨®n que la estadounidense ¡°vivi¨® siempre de su trabajo¡±, ya fuera como cobradora del frac, periodista o fot¨®grafa desde que lleg¨® en 1918 "al Nueva York bohemio, el de la comunidad LGTBI", donde conoci¨® a artistas como Man Ray. Con ¨¦l se reencontr¨® en Par¨ªs a comienzos de los a?os veinte, atra¨ªda, como otros j¨®venes creadores, por la efervescencia y ambiente liberal de la capital francesa. De Man Ray aprendi¨® el oficio, ¨¦l buscaba ayudante y ella se ofreci¨®: ¡°?Y qu¨¦ tal yo?¡±, le dijo. Fueron tres a?os intensos en los que, como afirma con humor en el documental esta mujer de pelo corto y ojos azules, el genio surrealista ¡°nunca¡± le subi¨® el sueldo.
La galer¨ªa de retratos en peque?o formato de la exposici¨®n es un repaso a las personalidades que conoci¨® en Par¨ªs: James Joyce, con sombrero y bast¨®n ("estaba casi ciego, le hab¨ªan operado siete veces de los ojos"), Peggy Guggenheim, Andr¨¦ Gide, Cocteau o los dos que tom¨® a un anciano Eug¨¨ne Atget en 1927, el fot¨®grafo que document¨® las calles de Par¨ªs y que tanto le influy¨®. Cuando este muri¨® meses despu¨¦s, Abbott compr¨® su archivo y se lo llev¨® a Estados Unidos. "Lo hizo de forma altruista, sent¨ªa que Atget no era conocido y que hab¨ªa que promocionar su obra". Del franc¨¦s se incluye una quincena de maravillosas fotos que ella misma positiv¨®. De cada retratado, Abbott hac¨ªa solo cinco o seis negativos y se tomaba su tiempo. Una manera de trabajar que se resume en este ir¨®nico comentario a un colega: "Una vez me dijo un fot¨®grafo que hab¨ªa llegado a tomar unas 1.000 im¨¢genes al d¨ªa y le pregunt¨¦ ¡®?Alguna era buena?".
A Berenice Abbott le iba bien, se independiz¨® de Ray en 1926, ten¨ªa sus clientes, pero en su interior quer¨ªa regresar a Nueva York, la ciudad que ya le hab¨ªa deslumbrado y que viv¨ªa una transformaci¨®n radical de la que nacer¨ªa su skyline de rascacielos. A partir de 1929 retrat¨® edificios ic¨®nicos como el Flatiron o las obras del complejo Rockefeller Center, los muelles y puentes, para lo que tuvo que superar su miedo a las alturas. Tras el crash burs¨¢til form¨® parte del Proyecto Federal de Arte, ayuda estatal a creadores, que le permiti¨® documentar para la posteridad la breve convivencia entre las construcciones antiguas de un Nueva York pueblerino y los nuevos mastodontes de acero y cristal. Ese coraz¨®n de la exposici¨®n que es Nueva York se completa con instant¨¢neas de escaparates y tiendas, cordeler¨ªas y ferreter¨ªas repletas de formas y figuras. Las im¨¢genes se publicaron en 1939 con el alabo de la cr¨ªtica y ¨¦xito de ventas.
Cuando sinti¨® que esta misi¨®n hab¨ªa finalizado, su mente inquieta empez¨® a interesarse por la ciencia m¨¢s puntera. "Ustedes son grandes cient¨ªficos, pero son muy malos fot¨®grafos de ciencia". Ella misma se sorprendi¨® de su descaro, que convenci¨® a los responsables del Instituto de Tecnolog¨ªa de?Massachusetts (MIT) para que le dejasen plasmar sus experimentos y, de paso, renovar los libros de f¨ªsica con sus refrescantes im¨¢genes del movimiento de las ondas del agua, l¨¢mparas o una pelota rebotando. Ella misma se convirti¨® en una inventora: construy¨® tr¨ªpodes, c¨¢maras, objetos y hasta dise?¨® una trenca para fot¨®grafos con 20 bolsillos.
Este atrevimiento para buscar con radical libertad "nuevos territorios en la fotograf¨ªa, probar y sacar instant¨¢neas de lo moderno" la convierten en una especie "de instagramer del siglo XX", seg¨²n De Diego, catedr¨¢tica de Arte Contempor¨¢neo de la Universidad Complutense de Madrid y colaboradora de EL PA?S. Tambi¨¦n fue rompedora en su vida privada. En el documental deja claro que entre quedarse en casa para cuidar de un marido e hijos, como la mayor¨ªa de mujeres de su ¨¦poca, o dedicarse al trabajo que le llenaba, ella eligi¨® la fotograf¨ªa. "Al fin y al cabo, con el trabajo pasas m¨¢s tiempo y siempre fui un lobo solitario".
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