Donde me salga del casco
La autora critica que los conductores de motos aparcan donde les da la gana sin dejar paso a los peatones


De aqu¨ª al punto final de estas l¨ªneas me van a llover enemigos. Es m¨¢s, tras leer las ¨²ltimas diez palabras de este primer p¨¢rrafo, muchos abandonar¨¢n la lectura y preferir¨¢n dedicarse al insulto. As¨ª que, afrontemos esto cuanto antes: estoy hasta la peineta de las motos en las aceras.
De las mal aparcadas, claro. Es decir, la mayor¨ªa. Abst¨¦nganse de ofenderse los moteros que buscan el lugar adecuado en donde dejar su m¨¢quina. S¨¦ que los hay, porque los veo. La cosa no va con ellos.
Ser propietario de una moto o alquilarla incluye el derecho a dejarla donde al conductor le salga del casco. Esto es as¨ª porque s¨ª y se acab¨® la discusi¨®n. O los peatones lo asumimos, o que nos den.
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Un motero no se siente en la obligaci¨®n de buscar estacionamiento donde est¨¦ permitido. Estar¨ªa bueno. Para qu¨¦ leches se ha comprado entonces una moto¡ ?para abandonarla cincuenta metros m¨¢s all¨¢? Ni en broma. En la mism¨ªsima puerta o nada.
All¨ª donde haya una acera de metro y medio, all¨ª hay motos. Los que se creen bienintencionados, las estacionan en l¨ªnea, haci¨¦ndonos el favor a los peatones de dejarnos ochenta cent¨ªmetros para circular. Gracias. Se me saltan las l¨¢grimas.
Si la acera mide tres metros, eso ya es Jauja, Una larga fila india de motos, pegadas rueda con rueda, impiden cruzar la calle y encontrar el espacio en el que encajar el cubo de la basura de la comunidad.
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Las esquinas han dejado de ser espacios de desahogo peatonal. Son el aparcamiento ideal para las motos. Una, dos tres, cuatro¡ y a veces puestas all¨ª por las propias empresas que las alquilan para que nos demos de bruces con ellas y nos entren unas ganas irrefrenables de subirnos a una.
Las aceras de seis metros son aut¨¦nticos muestrarios de motocicletas. Hasta tres y cuatro filas dejan aquel antiguo espacio para caminar en apenas dos metros libres. El caos es tal, que he asistido incr¨¦dula a violentas discusiones entre moteros porque alguno se ha quedado encerrado entre dos filas.
He revisado la ordenanza de movilidad que afecta a las motos y es un absoluto chiste a partir de su art¨ªculo 62. Esa normativa y rascarse la barriga tienen el mismo efecto. La inmensa mayor¨ªa pasa de ella puesto que tambi¨¦n pasa la autoridad supuestamente competente.
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El esfuerzo municipal que se hizo para eliminar bordillos que facilitaran la vida a personas con movilidad reducida, y el cambio de textura en el suelo para que los ciegos identificaran los pasos de peatones ya no sirven para nada. Las sillas de rueda no pasan, y los ciegos se pegan hostias como panes contra bicis, patinetes atravesados y con motos estacionadas donde al motero le sale del casco.
Y, sin embargo, estoy absolutamente convencida de que la convivencia es posible. O no.
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