El romanticismo ya no es lo que era
Alejandro Sanz intenta adaptarse a los tiempos cambiantes desde los estadios
Bajan revueltas las aguas de la m¨²sica latina, donde la renovaci¨®n de los gustos est¨¢ encumbrando artistas que nada tienen que ver con el modelo cl¨¢sico del baladista, una especie que ha perdido la hegemon¨ªa en favor de formulaciones m¨¢s bailables y callejeras en las que el romanticismo se sirve en crudo, como carne sangrante. Tiempos de reposicionarse tras atenta observaci¨®n de un p¨²blico juvenil que ya no tiene en la ternura mel¨®dica su principal argumento de reclutamiento. En esa tesitura llega Alejandro Sanz con su ¨²ltimo disco, El disco, presentado en una corta gira nacional, llamada secamente La Gira y protagonizada no por La Voz, que ser¨ªa la l¨®gica continuaci¨®n de no ser porque esta definici¨®n corresponde a H¨¦ctor Lavoe. Pero bien, gira a lo grande con producci¨®n para comerse Am¨¦rica y primer estadio en Barcelona, por mucho que el llamado se acogiese en Cornell¨¤-El Prat, en la historia de Alejandro Sanz por estas tierras. Lleno (35.000 personas). ?La vida sigue igual?
Vistazo somero al p¨²blico: la capacidad de fidelizaci¨®n de Alejandro sigue abarcando un ¨¢mbito que va de la se?ora con permanente fijada esa misma tarde a fin de estar bien guapa para la ocasi¨®n al treinta?ero con camiseta de Editors, banda de rock. Nadie, o casi nadie, menor de 25 a?os. La juventud ya est¨¢ en otra cosa. Sanz lo sabe y trata de adaptarse a los tiempos: escenario XXL y progresiva adaptaci¨®n de su repertorio, no s¨®lo fiado al monocultivo de la ternura. Se abre al funk, insiste en los rapeados, los ritmos neolatinos, estrena imagen de motero con estudios y al mismo tiempo generosa mirada atr¨¢s iniciada con la primera canci¨®n, incluida en el adn exitoso de su ¨¢lbum Mas, el del Coraz¨®n part¨ªo que cerr¨® dos horas y media de show.
Y el show fue tan grande que Alejandro pareci¨® m¨¢s peque?o, pues el tama?o evidencia su estatismo en tiempos de dinamismo. El provocador que en forma de A invertida entraba en la pista fue la pasarela menos transitada en la historia de la m¨²sica en directo. No es Alejandro artista de muchos pasos, sino de mucha cercan¨ªa, y en la distancia se diluye su mirada, argumento imbatible. Todos los lienzos de pantallas escalonadas en profundidad sobre el escenario, todos los muchos colorines, formas geom¨¦tricas y efectos que se vieron no hicieron sino a?orar al pill¨ªn, sepultado por el tama?o del montaje, por lo dem¨¢s bonito y efectivo. Alejandro buscando camino bajo el logo de La gira, esa A invertida: ?Anarco Sanz?
El concierto: largo y un poco err¨¢tico. Alejandro quiere abrir el abanico estil¨ªstico, Back in the city, Te debo un son, el funk de Az¨²car en un bowl, pero tambi¨¦n ha de hacer espacio a su mirada cl¨¢sica de baladista sin olvidarse de Shakira, invitada en La tortura, de las nuevas voces, Judith Neddermann en Este segundo o de su ra¨ªz flamenca y de su lirismo cl¨¢sico, El Arc¨¢ngel en escena con No tengo nada. Dos popurr¨ªs para que quepan todos los recuerdos y una sensaci¨®n general de que Alejandro busca nuevos caminos sin acabarlos de encontrar. Pero las fans, lo mejor del negocio de la m¨²sica, le sorprendieron con globos blancos y le hicieron llorar al iniciarse El trato. S¨ª, Alejandro necesita ba?arse en el cari?o de las suyas, los tiempos est¨¢n cambiando, est¨¢ en juego la hegemon¨ªa del futuro. Tiempos revueltos en la latinidad. Ya no s¨®lo sirve el ¡°te quiero¡±.
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