Cosas que se aprenden paseando por Madrid
Madrid es una ciudad proclive al paseo, porque tiene cierta simetr¨ªa circular y las distancias no son escandalosamente grandes
[El autor, que recorri¨® a pie los 21 distritos de Madrid a pie, saliendo en cada traves¨ªa desde su casa en Lavapi¨¦s, recoge en el libro La ciudad infinita, cr¨®nicas de exploraci¨®n urbana (Reservoir Books) la cr¨®nica de estos paseos y reflexiona en este texto c¨®mo esta exploraci¨®n urbana cambi¨® su visi¨®n de la ciudad]
Un d¨ªa acab¨¦ tirado en la peque?a glorieta que hay al final de la calle Argumosa, Lavapi¨¦s, donde la fuente, en toda mi longitud y muy cerca del suelo. Igual estaba el paisajista Ram¨®n G¨®mez, del estudio Herba Nova, que all¨ª tirado me hablaba con entusiasmo inusual de las peque?as plantas que surgen entre los adoquines: el amarg¨®n, la veronica arvensis, la poa, el diente de le¨®n. Viven como pueden, donde nada se puede sacar, son diminutas y resilientes. Se llama flora espont¨¢nea, y hay m¨¢s de mil especies en Madrid. ¡°La ciudad es un bosque dormido¡±, me dijo Ram¨®n. Si desapareci¨¦semos de la faz de la tierra, estas plantitas ser¨ªan las primeras en colonizar la urbe, luego llegar¨ªan los arbustos y luego los ¨¢rboles y los animales grandes. Un bosque que se comer¨ªa Madrid: suena muy hermoso. Ahora siempre voy mirando las juntas de las aceras y las grietas de los edificios, por si sale una flor.
Cosas como estas se aprenden paseando por Madrid. Yo empec¨¦ a pasear sistem¨¢ticamente, con oficio, hace un a?o, para los Veranos de la Villa, cuando me convert¨ª en algo as¨ª como en Paseador Oficial de la Villa y explor¨¦ los 21 distritos (los relatos resultantes se encuentran en el reciente libro La ciudad infinita, cr¨®nicas de exploraci¨®n urbana, publicado por Reservoir Books). Este verano he vuelto a pasear, pero fij¨¢ndome en c¨®mo la naturaleza entra en la urbe (si es que la urbe no es naturaleza) en lo que hemos llamado Safari Asf¨¢ltico, dentro del mismo festival. As¨ª acab¨¦ tirado en el suelo, mirando hierbas mientras la polic¨ªa municipal nos miraba a nosotros desde el coche.
Madrid es una ciudad proclive al paseo, porque tiene cierta simetr¨ªa circular y las distancias no son escandalosamente grandes. El paseador se mimetiza y se distancia al mismo tiempo de las calles, entra en cierto estado de ensimismamiento c¨®smico y comprende mejor, paso a paso, al mundo y a sus cong¨¦neres.
Al ciudadano que rompa las fronteras de su zona habitual y camine por la ciudad extensa se le har¨¢ evidente, sobre todo, la desigualdad. Madrid es una ciudad fuertemente segregada, donde los m¨¢s ricos viven al noroeste y los m¨¢s pobres al sudeste. Los distritos al otro lado del ahora asilvestrado Manzanares (Vallecas, Usera, Carabanchel, Latina) son para¨ªsos del ladrillo visto, donde la arquitectura es peor, m¨¢s precarios los servicios b¨¢sicos y mayor el desempleo. Incluso la esperanza de vida es menor que en los otros barrios.
Se observa que el uso de los parques y espacios p¨²blicos es m¨¢s intensivo en estos lugares, las familias, muchas de ellas inmigrantes, sacan las sillas al fresco, hay grandes reuniones de amigos y se celebran peque?as fiestas donde se baila y se toca m¨²sica. Lo p¨²blico es siempre m¨¢s importante para los que tienen menos, por eso hay que cuidarlo. ¡°?As¨ª que vienes de Madrid?¡±, me pregunt¨® un se?or en Carabanchel Alto. Como muchos de estos barrios antes eran pueblos, permanece la noci¨®n de que aquello no es Madrid y que a Madrid se va o de Madrid se viene. A esta identidad barrial hay quien la llama barrionalismo.
Adem¨¢s, seg¨²n recorre uno las periferias percibe como la ciudad se va deshaciendo lentamente, y van apareciendo lugares que no se sabe con seguridad si son ciudad o no son ciudad, esa sucesi¨®n de descampados (¡°un descampado puede ser visto como un jard¨ªn bot¨¢nico¡±, seg¨²n el paisajista G¨®mez), pol¨ªgonos industriales, poblados precarios o los extra?os rizos que hacen las autopistas de circunvalaci¨®n, en los que me he perdido en m¨¢s de una ocasi¨®n, solo acompa?ado por los conejos que saltan por doquier entre la hierba quemada por el sol. Hay urbanistas que se preguntan si es posible salir de Madrid a pie, y lo cierto es que tiene sus complicaciones, porque el explorador encontrar¨¢ dif¨ªcil avanzar por esta trama urbana.
Hay sitios especiales en la ciudad: por ejemplo, la zona de Azca, un Pa¨ªs de las Maravillas urbano donde se suceden las pasarelas, las escaleras, los rascacielos, los subterr¨¢neos, las fuentes, como si aquello hubiera sido planificado por un arquitecto demente. La colonia de Ca?o Roto, de donde sali¨® el sonido del mismo nombre, liderado por la banda Los Chorbos. El Cerro de los Locos de la Dehesa de la Villa, donde entrenan los artistas circenses y se domina el mejor crep¨²sculo de la sierra. El Chinatown de Usera que, con sus farolillos rojos y sus ideogramas, nos traslada al Lejano Oriente.
Animales hay de sobra en la Casa de Campo, donde visit¨¦ a un reba?o de ovejas. Fui a comprobar c¨®mo trabajaba la perrita pastora Chula, y c¨®mo las ovejas formaban un r¨ªo de lana que me flu¨ªa a mi alrededor. ¡°Las ovejas son perseguidoras de la primavera¡± me dijo el pastor, Dani Montserrate, miembro de la asociaci¨®n Los Apisquillos. Madrid R¨ªo est¨¢ lleno ahora de vida y los ciervos corren por el monte del Pardo, as¨ª como las ratas por las alcantarillas. Los ¨¢rboles urbanos, que viven aprisionados en los estrechos alcorques y aguantando la contaminaci¨®n, son grandes h¨¦roes del mundo vegetal que sobreviven en el espacio hostil de los humanos.
Al borde de la ciudad, se encuentran los PAU¡¯s, un modelo urban¨ªstico desangelado poco propicio para la humanidad: grandes bloques de viviendas separadas por grandes avenidas sin tejido comercial y por las que no es agradable darse un paseo ni f¨¢cil establecer relaciones vecinales. Quiz¨¢s nos estemos olvidando de construir ciudades densas y bien entretejidas, con mezcla de usos y gentes, al estilo que preconizaba la activista Jane Jacobs. As¨ª son los centros urbanos que, sin embargo, degeneran debido a los procesos de gentrificaci¨®n y turistificaci¨®n, el paletismo cool y la ubicua franquicia plastificada, al tiempo que expulsan a los vecinos.
No hay un solo Madrid, hay infinitos madriles que se superponen no solo en lo geogr¨¢fico sino en lo mental. Hay madrile?os que viven en espacios y tiempos que nunca se tocan, como si vivieran en ciudades o universos diferentes. Para conocer el Madrid completo, el Madrid real, habr¨ªa que juntar esos infinitos Madriles en un solo concepto, cosa que solo puede hacer un demiurgo. O uno que pasee mucho.
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