El riesgo de repetir las elecciones
S¨¢nchez trata de reiterar la jugada y ser investido de nuevo Presidente sin compartir el Gobierno bajo la amenaza de nuevos comicios, pero el pa¨ªs ha perdido ya demasiado tiempo por los bloqueos pol¨ªticos
![Milagros P¨¦rez Oliva](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F97a0c94b-ac81-47d8-9bfb-3446e6cd7b4f.png?auth=5dc3de42d2bc819f90a3b4d0577320f27f1bc02bffdb8dd14dbc977a9970ff03&width=100&height=100&smart=true)
![Pedro S¨¢nchez y Pablo Iglesias en un encuentro.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/D33RWUWB2CNEPOYELAM4GSIGE4.jpg?auth=0f03d0ff386cee791e10af47887bb0a4e16c880f7b830d4bd0ca8849b1e0f4be&width=414)
Uno de los fen¨®menos m¨¢s llamativos del nuevo ecosistema pol¨ªtico, m¨¢s fragmentado y polarizado que nunca, es que mientras el discurso p¨²blico se llena de l¨ªneas rojas y vetos, los pactos de gobierno alumbran una geometr¨ªa pol¨ªtica muy variable, lo que no impide que quienes los alcanzan acusen a los dem¨¢s de incongruencia y hasta de traici¨®n por hacer exactamente lo mismo que ellos han hecho antes. ERC ha acusado a Junts Per Catalunya de pactar en la Diputaci¨®n de Barcelona con los ¡°carceleros¡± del PSC pero no ha desde?ado sus votos o los de los comunes para desbancar a los neoconvergentes en 19 municipios. Tampoco los socialistas han tenido problemas para pactar con Ada Colau en Barcelona y con los ¡°secesionistas¡± de JxCat en la Diputaci¨®n.
La cultura del pacto se va abriendo paso, pero de forma todav¨ªa vergonzante. Especialmente dif¨ªcil est¨¢ siendo el m¨¢s importante de todos, el que debe alumbrar un gobierno para Espa?a. Si en Barcelona, socialistas y comunes han podido dejar de lado las discrepancias en la cuesti¨®n territorial, por qu¨¦ no pueden pactar la discrepancia en Madrid? Lo que vale para Barcelona o para Baleares, por citar dos acuerdos recientes, ?no vale para el Gobierno de la naci¨®n?
Hasta ahora S¨¢nchez ha arriesgado y le ha salido bien, tanto en su batalla por el liderazgo del PSOE como en su estrategia para remontar el retroceso electoral y la p¨¦rdida de credibilidad de su partido. Arriesg¨® con la moci¨®n de censura y logr¨® ser investido Presidente gracias a que otros partidos le dieron los votos sin contraprestaci¨®n alguna. Ahora S¨¢nchez trata de repetir la jugada. Pretende ser investido de nuevo sin tener que compartir el Gobierno por la v¨ªa de llevar a los dem¨¢s a la situaci¨®n de tener que bailar con ¨¦l o ser responsables de que la fiesta se acabe. Pero la situaci¨®n ha cambiado. La investidura ya no puede ser gratis.
Prolongar ahora la situaci¨®n de par¨¢lisis puede tener altos costes si el electorado percibe que es por c¨¢lculos tacticistas
Su prioridad ha sido obligar a Ciudadanos a abstenerse. Al no conseguirlo, ha tenido que volver al plan inicial: una alianza con Podemos con m¨ªnimas concesiones, a ser posible dej¨¢ndole fuera del Gobierno. Es cierto que en esta opci¨®n el pacto con Podemos no es suficiente para la investidura, pero sin Podemos es imposible. En uno y otro caso, el instrumento de presi¨®n es el mismo: la amenaza de repetir las elecciones. Pero jugar con este espantajo es muy arriesgado. El pa¨ªs ha perdido ya demasiado tiempo a causa de los bloqueos pol¨ªticos. Entre 2015 y 2016 estuvimos diez meses sin gobierno efectivo por la incapacidad de los partidos para llegar a acuerdos. La repetici¨®n de elecciones dio m¨¢s votos al PP pero no elimin¨® su precariedad pol¨ªtica. Prolongar ahora la situaci¨®n de par¨¢lisis puede tener altos costes si el electorado percibe que la repetici¨®n de elecciones obedece a c¨¢lculos tacticistas.
La estrategia de S¨¢nchez tiene dos niveles. El primero consiste en que los posibles socios se asusten ante la eventualidad de unas elecciones que les pueden ser adversas y apoyen gratis, o casi, la investidura. Pero toda amenaza, para ser efectiva, ha de tener algo de real. Ah¨ª entra el segundo nivel: presentar la discrepancia de tal modo que, se se tiene que ir a elecciones, pueda culpar de ello a los dem¨¢s. Es una operaci¨®n delicada para la que se necesita el equilibrio de un funambulista. El premio, en caso de triunfar, es un gobierno sin ataduras. Pero el riesgo tambi¨¦n es grande, sobre todo si se percibe que S¨¢nchez utiliza la repetici¨®n electoral como un instrumento ventajista, sin haber hecho un verdadero esfuerzo por alcanzar un acuerdo. Exigir participar en el Gobierno, con una f¨®rmula aceptable para ambos partidos, no puede ser visto como algo inaceptable si es lo que ha ocurrido en los gobiernos de coalici¨®n que acaban de constituirse.
Adem¨¢s, las elecciones forzadas las carga el diablo. Lo sabe bien Susana D¨ªaz, que las adelant¨® dos veces con la idea de mejorar posiciones y en las dos retrocedi¨®; lo sabe tambi¨¦n Artur Mas, que con 62 diputados llam¨® a las urnas para lo mismo y se qued¨® en 50. Y Theresa May, que quiso reforzarse ante la negociaci¨®n del Brexit y perdi¨® la mayor¨ªa absoluta. Incluso en el caso de que el PSOE lograra mejorar sus resultados, no es seguro que no tuviera que depender de los mismos pactos que ahora.
Visto el coste de la divisi¨®n, los paratidos de derecha pueden intentar alianzas para recuperar el terreno perdido
Del mismo modo que las elecciones andaluzas tuvieron un fuerte impacto en las legislativas, las auton¨®micas y municipales influir¨ªan en unas nuevas legislativas. El miedo al avance del tripartito de la derecha, con VOX como gran amenaza, moviliz¨® el voto progresista. No es seguro que ahora se movilizara igual. La derecha, en cambio, visto el coste de la divisi¨®n, podr¨ªa buscar alianzas electorales en determinadas circunscripciones para recuperar el terreno perdido. Tampoco est¨¢ nada claro c¨®mo operar¨ªa esta vez el voto ¨²til en el bloque conservador. El problema de repetir las jugadas es que se hacen previsibles.
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