El camino hacia la Luna pas¨® por Madrid
Fresnedillas de la Oliva, la localidad donde la NASA instal¨® una de las estaciones fundamentales del programa Apolo inaugura un museo dedicado a nuestro sat¨¦lite
Manuel Basallote estaba colgando unos cuadros cuando comenz¨® a o¨ªr bullicio en la sala de control, dej¨® la tarea a medias y se acerc¨® a ver qu¨¦ pasaba. ¡°Hab¨ªa llegado todo el mundo, rode¨¢bamos los televisores¡±, cuenta este carpintero. ¡°Televisores peque?os¡±, aclara para que nadie imagine grandes pantallones. Era la madrugada del 21 de julio de 1969 y se agolparon para ver a Neil Armstrong dar su peque?o gran paso. Hab¨ªa un hombre en la Luna. Al momento, tambi¨¦n aluniz¨® Buzz Aldrin. Ya eran dos, pocos con respecto a los m¨¢s de 100 trabajadores que esa noche, a¨²n 20 de julio en Estados Unidos, estaban pendientes y siguiendo la misi¨®n Apolo 11 desde la base de la NASA en Fresnedillas de la Oliva, a unos 60 kil¨®metros al oeste de Madrid, en comunicaci¨®n directa y constante con la central de Houston.
¡°Aplaudimos. Todo sali¨® bien. A la ma?ana siguiente, los bares estaban llenos, todos quer¨ªan verlo y entonces no hab¨ªa televisor en muchas las casas. Cuando un vuelo fallaba se notaba mucho en la preocupaci¨®n de los jefes, tanto los espa?oles como los americanos [estadounidenses], como con el Apolo 13 [en el que explot¨® un tanque de ox¨ªgeno y fue el que origin¨® la popular frase ¡°Houston, tenemos un problema¡±], explica Basallote sentado en un banco de la plaza de la Constituci¨®n, ¡°en el 69, la del General¨ªsimo¡±. Narra aquellas operaciones con total naturalidad. Sin darle importancia, como si participar en las misiones de la NASA que llegaron a la Luna fuera algo normal de su vida laboral. Y lo fue. Lo cuenta en horas extra ¨C¡°bien pagadas, nos arreglaban el sueldo¡±¨C y en c¨®mo sal¨ªan los coches en punto muerto de la estaci¨®n para que no hubiera interferencias en las comunicaciones. Trabaj¨® 40 a?os para la Agencia Espacial estadounidense; 18, en la base de Fresnedillas y 22, en la cercana de Robledo de Chavela. Este gaditano de 74 a?os, al que algunos llaman El Quillo, lleg¨® a Fresnedillas en 1966 como carpintero para participar en la construcci¨®n de la estaci¨®n y se qued¨® como personal de mantenimiento.
Unos 25 vecinos del pueblo fueron contratadas para seguridad, limpieza, jardiner¨ªa, cafeter¨ªa¡ Hace 50 a?os, los que se cumplen de la llegada del hombre a la Luna, en la localidad hab¨ªa 503 habitantes, ahora se ha triplicado y son m¨¢s de 1500 de 23 nacionalidades, se conocen todos. A cada rato quien pasa por la plaza saluda a Basallote. ¡°?Te vas a hacer famoso!¡±, le exclama un vecino con una barra de pan bajo el brazo. Un ni?o corretea con una bicicleta ataviado con casco, rodilleras y coderas ¨Cen los sesenta esa equipaci¨®n era m¨¢s propia de astronauta que de ciclista- y dos trabajadores municipales cogen agua de la fuente para limpiar y regar. ¡°La fuente siempre ha estado ah¨ª, pero la plaza no era as¨ª, era de tierra, el Ayuntamiento no estaba aqu¨ª y luego cuando ya lo trasladaron era m¨¢s peque?o. Esa casa s¨ª estaba¡±, se?ala con su garrota. ¡°Esa no¡±, indica otra, que ahora es una discoteca cerrada y cuya fachada sirve para el despliegue del gran cartel que anuncia la reapertura del Museo Lunar renovado: ¡°Volveremos a alunizar¡±, dice junto a una foto de los m¨¢s de 150 trabajadores de los sesenta y setenta en la estaci¨®n.
El museo est¨¢ a pocos minutos de la plaza, pero los a?os y el calor le pesan a Basallote y no se acerca. ¡°Ya lo har¨¦ el 20¡±. El d¨ªa en que se cumple medio siglo del primer alunizaje humano, en Fresnedillas se reunir¨¢ a antiguos trabajadores de la estaci¨®n, incluso se ha invitado a los americanos; una calle del pueblo cambiar¨¢ de nombre para llamarse Apolo 11 y se reabrir¨¢ el Museo Lunar en su nueva y m¨¢s amplia ubicaci¨®n.
Tom¨¢s Alonso, ingeniero de telecomunicaciones, nacido en Fresnedillas y trabajador de la base de la NASA en Robledo de Chavela ¨Cla ¨²nica que esta agencia estatal mantiene en Espa?a y dedicada a la exploraci¨®n del espacio lejano-, fue el impulsor, junto a su hermano Pablo, de este centro que recordar¨¢ la estaci¨®n de Fresnedillas (cerrada definitivamente en 1985. El terreno hoy pertenece al CNI y no hay carteles que indiquen a qu¨¦ se dedica), las misiones Apolo y el objeto de estas: la Luna. Hace 10 a?os, cuando se celebraba el 40? aniversario de la llegada a nuestro sat¨¦lite, estos dos jarandos (gentilicio del municipio) idearon una peque?a exposici¨®n temporal con algunas piezas que recuperaron de la base. La muestra se alarg¨® y se acab¨® formando un museo que cada vez ten¨ªa m¨¢s necesidades ¨C¡°De 1.000 visitantes hace cuatro o cinco a?os, ha subido a 8.000¡±, informa la concejal de Turismo, Anna Avalyan-, de ah¨ª, el cambio. Ahora, con m¨¢s metros expositivos, cuenta tambi¨¦n con una sala de actividades, un espacio para audiovisuales y otro para crear una biblioteca.
Alonso tiene claro el objetivo: ilusionar a los chavales, como estaban entusiasmados los ni?os que en los sesenta y setenta vivieron la carrera espacial. La lucha por conquistar el espacio entre EE UU y la URSS sirvi¨® tambi¨¦n para hacer so?ar a muchos j¨®venes y para que se interesaran por estos temas. Al acercarse al museo, desde fuera, se puede ver una maqueta del Saturno V y un cono similar al que ten¨ªa la gran antena de Fresnedillas, de 26 metros de di¨¢metro y 300 toneladas, id¨¦ntica a las de las bases de Goldstone (California, EE UU) y de Honeysuckle Creek, cerca de Camberra (Australia), las m¨¢s importantes de la red de vuelos espaciales tripulados de la NASA. Estas estaciones manten¨ªan contacto permanente con las personas al mando de las naves, se turnaban cada ocho horas, vital para llevar a cabo las operaciones. La base jaranda tuvo dos momentos fundamentales durante la misi¨®n del Apolo 11: el del alunizaje y el del posterior despegue del m¨®dulo para regresar a la Tierra. La comunicaci¨®n depend¨ªa de la estaci¨®n madrile?a y eran dos operaciones que no se hab¨ªan ensayado con gravedad lunar. Adem¨¢s, estos vuelos tripulados, ten¨ªan el apoyo de otras once estaciones, cuatro barcos y ocho aviones repartidos por todo el planeta, que en los ochenta y tras los recortes presupuestarios de la NASA muchos fueron desmantelados y sustituidos por sat¨¦lites en ¨®rbita, m¨¢s baratos de mantener.
¡°Sin comunicaci¨®n no hay misi¨®n¡±, explica el ingeniero mientras ense?a entusiasmado los equipos electr¨®nicos que formaron parte de los sistemas de comunicaci¨®n de la estaci¨®n de Fresnedillas. ?Qu¨¦ era lo que se transmit¨ªa m¨¢s all¨¢ de la ¨¦pica frase de Armstrong? ¡°Los comandos para realizar tareas o maniobras, incluso de correcci¨®n de rumbo, los par¨¢metros, las distancias, datos t¨¦cnicos, la voz de los astronautas, los sensores biom¨¦dicos de estos, la informaci¨®n de todos los dispositivos y medidas de la nave ¨Csu salud-. Se recib¨ªan en Fresnedillas y se enviaban a Houston, que lo centralizaba todo¡±. Esta maquinaria y todos sus botones recibir¨¢n al visitante cuando el museo abra definitivamente en septiembre. ¡°Queda por ultimar. Va a cambiar¡±, dice Alonso se?alando un manual de la antena dentro de una vitrina y que a ¨¦l le gustar¨ªa que el p¨²blico pudiera consultar. Maquetas de antenas y de m¨®dulos lunares, fotograf¨ªas, documentos y mensajes que les enviaban los tripulantes de las naves. Uno de ellos John W. Young, el primer astronauta en realizar seis vuelos espaciales, la novena persona en pisar la Luna ¨Cen la misi¨®n Apolo 16- y el ¨²nico que ha pilotado y ha sido comandante de cuatro tipos diferentes de naves, visit¨® la base madrile?a en 1981 y les agradeci¨® su trabajo: ¡°El ¨¦xito de nuestro vuelo depende en gran medida del apoyo de estas instalaciones¡±, escribi¨® en una foto. Tambi¨¦n hay monedas conmemorativas hechas con el material de los m¨®dulos espaciales, trajes de astronautas y multitud de textos explicativos para recordar aquellos a?os en los que algunos hombres pasaron veintitantas horas en la Luna, las mismas que otros, como Basallote, tardaban en ir de C¨¢diz a Fresnedillas de la Oliva.
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