El periodista que no necesitaba escribir
Carlos P¨¦rez de Rozas, 'Carlitos', fue sin duda uno de los primeros fot¨®grafos que dieron a la profesi¨®n el salto cualitativo que les convirti¨® en fotoperiodistas
Carlos P¨¦rez de Rozas, Carlitos para los amigos, nunca necesit¨® escribir para demostrar que era un gran periodista. Le bastaba con la imagen, heredero como fue de una gran saga de fot¨®grafos, su padre y sus t¨ªos, que desde que yo era ni?o firmaban en La Vanguardia?de Barcelona con el seud¨®nimo gen¨¦rico de P¨¦rez de Rozas. As¨ª, como colectivo, sin nombres de pila. No hac¨ªa falta saber qui¨¦n de ellos hab¨ªa hecho la foto. Eran muchos y eran uno solo.
Quiz¨¢s no fue el pionero, pero fue sin duda uno de los primeros fot¨®grafos que dieron a la profesi¨®n el salto cualitativo que les convirti¨® en fotoperiodistas.
Cuando yo le conoc¨ª, a finales de los a?os 70 o primeros 80, Carlos ya hab¨ªa orientado su carrera hacia la maquetaci¨®n, una forma de convertir la imagen en el todo en un peri¨®dico. Estaba entonces en El Peri¨®dico de Catalunya, a la sombra de su inmenso amigo y gigante del periodismo catal¨¢n, Antonio Franco Estadella. En la antesala de Franco, siempre vigilando el acceso al despacho, estaba ya Carmen Canut, que ser¨ªa el gran amor de su vida y le acompa?ar¨ªa hasta el ¨²ltimo suspiro, ayer de madrugada en Madrid.
Carlos me llev¨® con ¨¦l a EL PA?S, como parte del equipo fundacional de la edici¨®n de Catalu?a. Qu¨¦ tiempos inolvidables en el verano de 1982, que pasamos en Madrid intentando asimilar la cultura profesional del diario que todos admir¨¢bamos.
Carlos era una persona de una vitalidad extraordinaria, que lo mismo te abr¨ªa la habitaci¨®n del hotel en pelota picada, como te llevaba a visitar los jardines de la Alhambra o te ense?aba otro de los grandes placeres de su vida, la comida. Sin malicia alguna, destrozaba la reputaci¨®n de alguien con el que hab¨ªa tenido un desencuentro fugaz. ¡°?Menganito? Un grand¨ªsimo hijo de puta... ?muy amigo m¨ªo!¡± fue siempre una de sus frases m¨¢s c¨¦lebres.
El no escribir, rodeado como estaba siempre de periodistas de pluma afilada y conocimientos enciclop¨¦dicos, como Miguel ?ngel Bastenier o Xavier Batalla, parec¨ªa a veces atormentarle. Pero ¨¦l nunca necesit¨® escribir para demostrar que era un periodista de primera fila. Su personalidad explosiva escond¨ªa una modestia innecesaria: de repente te sorprend¨ªa con an¨¢lisis de extraordinaria profundidad sobre el periodismo. Lo le¨ªa todo, empezando por la prensa estadounidense, aunque nunca qued¨® claro que dominara realmente la lengua inglesa.
Una vez me invit¨® a dar una clase con ¨¦l en la Universitat Pompeu Fabra. En realidad, lo que necesitaba es que le cubriera las espaldas porque ¨¦l ten¨ªa que marcharse por un compromiso y me dej¨® all¨ª, solo con los alumnos. Solo y acomplejado, porque la vitalidad con la que hab¨ªa dado la primera media hora de clase, m¨¢s parecida a un espect¨¢culo de televisi¨®n que a una cita acad¨¦mica, me hizo sentir rid¨ªculo: nada de lo que pudiera decir atraer¨ªa la atenci¨®n de los alumnos como Carlos lo hab¨ªa conseguido.
Se hizo popular en sus tertulias futbol¨ªsticas en televisi¨®n, en las que siempre se mostraba fan¨¢ticamente barcelonista. Pero yo siempre pens¨¦ que en realidad era un periquito camuflado. Nada extra?o teniendo en cuenta que los P¨¦rez de Rozas siempre hab¨ªan sido hinchas del Espanyol. Como lo es Carmen. Lo mejor de su vida.
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