La ciudad de un mill¨®n de fantasmas
La capital guarda recuerdos y secretos. Marina Casado, experta en la generaci¨®n del 27, cuando pasea por Madrid, descubre los fantasmas todav¨ªa vivos que habitan sus calles
Dec¨ªa un ilustre madrile?o, el poeta D¨¢maso Alonso, que ¡°Madrid es una ciudad de m¨¢s de un mill¨®n de cad¨¢veres¡±. Corr¨ªa el a?o 1940 y la Guerra Civil, reci¨¦n terminada, hab¨ªa dejado un poso de tristeza y de p¨®lvora sobre los tejados y las calles, sobre las delgadas aguas del r¨ªo Manzanares, engullidas por las bocas del Puente de los Franceses que permanece en la memoria clara de una canci¨®n, porque los milicianos, ¡°mamita m¨ªa¡±, todav¨ªa lo guardan. A?os antes, en los albores del siglo XX, la madre de Arturo Barea fue lavandera en ese mismo r¨ªo que P¨ªo Baroja calific¨® como ¡°tr¨¢gico¡± y ¡°siniestro¡±, y las aguas heladas del invierno le picaron las manos.
Hoy Madrid, con el permiso de D¨¢maso, es una ciudad de m¨¢s de un mill¨®n de fantasmas. Resulta imposible comprenderla del todo sin conceder al tiempo una importancia relativa; sin admitir, como el esperp¨¦ntico Valle-Incl¨¢n, que para entender la realidad hay que reflejarla en los espejos c¨®ncavo y convexo del Callej¨®n de ?lvarez Gato, y el reflejo deforme resultante ser¨¢ la imagen m¨¢s precisa de Madrid con todos sus fantasmas.
Caminando por los callejones del Madrid de los Austrias, una tiene la sensaci¨®n de que, tras cualquier esquina, aparecer¨¢ alg¨²n embozado de la ¨¦poca de Quevedo. M¨¢s hacia el oeste, hallamos la calle Don Pedro, en la que pas¨® su juventud el castizo poeta Pedro Salinas, y donde ten¨ªa su piso Evaristo Feijoo, el amable benefactor de Fortunata en la obra maestra de Gald¨®s. Muy cerca, en el jard¨ªn de las Vistillas, hay un busto poco conocido del gran Ram¨®n G¨®mez de la Serna, a quien todo Madrid llamaba, simplemente, ¡°Ram¨®n¡±, autor de las greguer¨ªas y carism¨¢tico l¨ªder de las tertulias del Caf¨¦ del Pombo, situado antiguamente en la calle Carretas, junto a la Puerta del Sol. ?Caf¨¦s madrile?os! La vida cultural de nuestra ciudad se condensaba dentro de sus paredes. Quedan algunos, como el Gij¨®n o el Comercial, tristemente reformado.
El gaditano Rafael Alberti fue un asiduo de los caf¨¦s. Cuando se mud¨® a Madrid en 1917, la ciudad le pareci¨® ¡°del negro m¨¢s desesperante¡±. Pronto aprendi¨® a amar el ¡°fin¨ªsimo plata madrile?o¡± de sus cielos y se escap¨® de casa por las noches para pintar la luna cuando todav¨ªa no pretend¨ªa ser poeta. Visit¨® a menudo la ¡°Colina de los Chopos¡±, donde a¨²n hoy se alza la Residencia de Estudiantes, nacida al amparo de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, en la que Federico Garc¨ªa Lorca disipaba las penas con su piano y Luis Bu?uel escalaba los muros. Alberti fue quien, durante la Guerra Civil, lider¨® el rescate de los cuadros del Museo del Prado, liberando los fantasmas de Goya, Vel¨¢zquez y tantos otros para dejarlos a buen recaudo de las bombas, en la ciudad que entonces Antonio Machado llam¨® ¡°rompeolas de todas las Espa?as¡±.
La Generaci¨®n del 27 hall¨® en Madrid un refugio. La Casa de las Flores de Pablo Neruda o la de Vicente Aleixandre, en Metropolitano ¨Choy en un lamentable estado de abandono¨C, fueron escenario de sus reuniones y tertulias, a las que acudieron incluso los m¨¢s t¨ªmidos, como el poeta sevillano Luis Cernuda: un enamorado del s¨¦ptimo arte cuyo fantasma todav¨ªa pasea por los antiguos cines de Fuencarral o los de Gran V¨ªa, esa inmensa arteria madrile?a que naci¨® a comienzos del siglo XX y que hoy es la frente iluminada de esta ciudad que yo contemplo como una vieja dama de sonrisa melanc¨®lica, acogedora y gris, que nos invita a perdernos por sus calles y a comprenderla reconociendo, finalmente, que el tiempo posee una importancia relativa.
Marina Casado (Madrid, 1989) es Doctora en Literatura Espa?ola por la Universidad Complutense de Madrid, especialista en la Generaci¨®n del 27. Adem¨¢s, es Licenciada en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid.
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