Una capital lenta y hedonista
La periodista y traductora Samara Kamenecka compr¨® un billete de ida y se vino sola desde Nueva York a Madrid donde se enamor¨® de una ciudad vividora
La ciudad de Madrid de la que me enamor¨¦ cuando llegu¨¦ hace casi dos d¨¦cadas era muy diferente a la de hoy. Era menos cosmopolita, menos moderna, m¨¢s cerrada, m¨¢s ¡°espa?ola¡±; sin embargo, era c¨¢lida, acogedora y siempre vibrante.
Para m¨ª, la capital es una ciudad incre¨ªblemente sociable, con una cantidad de bares, restaurantes y caf¨¦s envidiable; donde los comensales llenan terrazas y desbordan aceras. Un lugar donde la gente socializa hasta altas horas de la madrugada¡ªno importa que sea mi¨¦rcoles¡ªporque pasar tiempo con amigos es una parte esencial de su cultura. Una ciudad para hedonistas, sin prisa por volver a casa, con atascos a las tres de la ma?ana porque la noche ¡°empieza¡± a las cuatro.
Te envuelve en un caluroso abrazo. La gente siente un deseo aut¨¦ntico de conectar, los desconocidos llegan a ser amigos y no te sientes sola, nunca, incluso si, en tu caso, un d¨ªa hiciste la maleta, compraste un billete de ida y te viniste sola desde tu pueblo en Nueva York. Es un crisol de incontables culturas donde todo el mundo es bienvenido y conoces y forjar¨¢s amistades con gente de diversos pa¨ªses.
Es segura, un sitio donde no tienes que preocuparte por que las armas caigan en manos equivocadas; donde ni se te pasa por la cabeza que, en cualquier momento, de forma aleatoria, puedas ser v¨ªctima de las balas en una matanza orquestada por un desconocido.
En Madrid, como en otras partes de Espa?a, puedes ver a un m¨¦dico cuando lo necesitas sin tener que declararte en quiebra despu¨¦s de un d¨ªa en el hospital. Es importante que madrile?os y espa?oles sean conscientes de las grandes diferencias que separan este sistema sanitario y el de otros pa¨ªses, y que lo protejan.
A Madrid le encantan los ni?os. Es una ciudad para familias, donde puedes llevar a tus hijos a cualquier parte en cualquier momento; donde puedes dar el pecho a tu beb¨¦ en cualquier lugar¡ªen un banco, en un restaurante, en una plaza llena de gente¡ªy nadie, nadie te mirar¨¢ boquiabierto ni te pedir¨¢ que ¡°hagas eso en otro sitio.¡±
Es una ciudad donde todo el mundo, sin conocerte, te saluda y te despide cuando llegas y cuando te vas¡ªen la consulta del medico, en el ascensor, en el mercado. Y olv¨ªdate de dar la mano. ?Qu¨¦ impersonal! En Madrid nos damos dos besos: un gesto caluroso que refleja la cercan¨ªa de la gente.
No deja indiferente a nadie. Puedes ir al mercado y comprar pescado fresco, sangriento, con su cabeza y sus tripitas, y ver los sesos de cordero y manitas de cerdo en la vitrina en toda su gloria. ?Aqu¨ª no se esconde nada! Aqu¨ª se aprovecha y se sabe disfrutar de todo. Donde crec¨ª lo dejan todo empaquetado, ¡°limpio y elegante¡±, de tal forma que no te tienes que ensuciar las manos, ni hacer esfuerzo alguno, ni plantearte de d¨®nde ha venido la comida.
Es maravillosamente moderna. Su extensa red de transporte p¨²blico no deja de crecer y mejorar, con autobuses, metros y trenes que est¨¢n limpios, llegan a su hora, y ofrecen numerosas opciones para llegar a tu destino.
Su est¨¦tica es imponente y llena de contrastes, donde edificios antiguos y modernos comparten la misma acera; donde viejas plazas adoquinadas te sorprenden al doblar una esquina y donde, en un solo paseo, puedes disfrutar de arquitectura art d¨¦co, expresionista o plateresca.
Es lenta. La gente no tiene prisa; las acercas se llenan con peatones que pasean tranquilamente; la gente remolonea en la farmacia o en la carnicer¨ªa para hablar del tiempo. Esta aversi¨®n a las prisas es, a la vez, fant¨¢stica y extremadamente frustrante.
Es una pesadilla para conductores, una aut¨¦ntica jungla, con un tortuoso laberinto de calles estrechas, cuesta arriba y de un solo sentido; con pocos coches autom¨¢ticos y demasiadas glorietas. A veces parece un ¡°s¨¢lvese quien pueda¡± donde los conductores locales ignoran las normas de circulaci¨®n por completo.
Aqu¨ª, sorprendentemente, poca gente habla ingl¨¦s, a pesar de ser una capital europea. A los restaurantes y negocios les da igual si sus servicios y men¨²s en ingl¨¦s son ininteligibles y la gente suele emocionarse al conocer a una estadounidense con quien chapurrear ingl¨¦s¡ªalgo de lo que estas personas est¨¢n muy orgullosas.
Mi querida Madrid no es muy diferente a una adicci¨®n. Una vez que te enganchas, necesitas una fuerza de voluntad extraordinaria para dejarla. Es una ciudad viva, cargada de adrenalina y sin pelos en la lengua. Suena a risa y pitidos de coches, huele a verm¨² de barril, y sabe a huevos rotos.
Samara Kamenecka es una periodista y traductora que lleg¨® a Madrid hace 19 a?os procedente de Poughkeepsie, una peque?a ciudad en el valle del r¨ªo Hudson, en el Estado de Nueva York.
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