El escorpi¨®n que me perdon¨® la vida
Escalofriante experiencia con un artr¨®podo invasor
De las muchas experiencias que he tenido con la vida salvaje una de las peores ha sido sin duda la del otro d¨ªa, cuando se me meti¨® un escorpi¨®n en los pantalones.
Mi casa en Viladrau, en el Montseny, es un para¨ªso para los escorpiones. Bueno, hasta que voy yo y los mato. Han hecho su hogar en los muros de piedra y en la marqueter¨ªa de madera de las contraventanas y medran por todas partes, deambulando por ah¨ª en sus cosas de escorpiones, que son depredar a otras bestezuelas y darnos un susto de mil demonios cada vez que aparecen en una toalla o una pantufla. Me gustar¨ªa decir que soy tan valeroso como para haberme acostumbrado a la presencia de semejantes inquilinos, pero la verdad es que les sigo temiendo y su visi¨®n me llena de pavor y repulsi¨®n, aunque tambi¨¦n de inter¨¦s cient¨ªfico y morbo.
Escorpiones, o alacranes, los hay de muchas clases, colores (el color no tiene que ver con la peligrosidad) y tama?os. Son fluorescentes. Algunos incluso hacen sonidos "pffff" o "crrrrr", por estridulaci¨®n. Lo de que se suicidan es un mito que hay que achacar a Paracelso. Tambi¨¦n hay que dudar de la aseveraci¨®n de Plinio de que si te pica un escorpi¨®n basta con soplarle en la oreja a un burro y el dolor le pasa a ¨¦l. Podr¨ªa afirmar que casi me he vuelto un experto en ellos, los escorpiones, necesariamente, como los tripulantes de la Nostromo con la biolog¨ªa y el comportamiento de los aliens.
Es un trance que se te meta, como a m¨ª, un escorpi¨®n en los pantalones mientras miras la tele
Empezando por lo m¨¢s interesante, hay varias especies enormes y sumamente peligrosas de escorpiones. A destacar los peores miembros de los g¨¦neros Parabuthus, Centruroides, Tityus (los terribles stigmurus) y Androctonus. Ese gran Team Scorpii mata 5.000 personas al a?o. Morir por picadura de escorpi¨®n es una dura manera de hacerlo. Se te ponen a girar los ojos incontroladamente, tienes espasmos, llanto inconsolable, la columna se te curva hacia atr¨¢s hasta que la cabeza te toca los talones, el cuerpo suelta todos sus fluidos, y la acabas palmando de parada respiratoria o cardiaca.
En mi Biblia sobre los escorpiones, el tan monumental como indispensable Scorpions of the world, de Roland Stockmann y Eric Ythier (NAP Editions, 2010), y que puedes usar estupendamente como arma contra ellos (tapas duras), se utilizan 4 pictogramas para se?alar la toxicidad de cada especie: baja (blanco), moderada (gris), capaz de serios da?os (negro) y muy t¨®xica, potencialmente letal (rojo). Es decir que todos los escorpiones son venenosos. Los del pictograma rojo, los peores, son la tira, y hay por todo el mundo menos en Europa (demos gracias) y, vaya usted a saber porqu¨¦, en Australia. En Espa?a hay 5 especies del grado negro (3 Buthus y Mesobuthus) y 1 del gris, lo que no anima precisamente a caminar descalzo. En Catalu?a el peor, de ¨ªndice negro, peligroso, es el Buthus occitanus, de color amarillo paja y un buen aguij¨®n.
Los de mi casa son Euscorpius flavicaudis, el escorpi negre, un peque?o predador nocturno (come cochinillas, ara?as, escolopendras, y cosas as¨ª), marr¨®n oscuro/ negro con las patas y la punta de la cola (metasoma) amarillos, de toxicidad baja.
El caso es que estaba yo el otro d¨ªa repantingado en un sill¨®n viendo la tele tan ricamente (una peli en DVD de Sandok¨¢n) cuando sent¨ª un cosquilleo en la espinilla, dentro de los vaqueros: algo que me sub¨ªa por la pierna. Pensando que ser¨ªa una hormiga u otro insecto inofensivo y abstra¨ªdo en las aventuras del tigre de Malasia no hice mayor caso, hasta que note que ten¨ªa lo que fuera cerca de la rodilla. Entonces con los dedos trat¨¦ de aplastarlo en un pliegue de los pantalones, percibiendo que era mayor de lo que pensaba. Todav¨ªa sin imaginar de qu¨¦ se trataba, al notar que sub¨ªa por el muslo, di unos manotazos para que el inc¨®modo bichejo saliera de all¨ª. M¨¢s alarmado, not¨¦ que el invasor ca¨ªa pierna abajo y entonces, estupefacto, vi salir por la pernera e ir a parar a mi pie un escorpi¨®n. El bicho se me qued¨® mirando (si es que puede decirse eso de un animal que tiene ojos en diferentes sitios), abriendo y cerrando las pinzas (pedipalpos) y movi¨¦ndose adelante y atr¨¢s como un luchador acorazado. Quiz¨¢ se tratara de la danza nupcial del escorpi¨®n que tan po¨¦ticamente describi¨® Jean-Henri Fabre, puro Kamasutra artr¨®podo. En todo caso, yo reaccion¨¦ peg¨¢ndole un pisot¨®n que le habr¨¢ hecho tragarse hasta el espermat¨®foro (de ser un macho: hay poco dimorfismo sexual en los escorpiones).
Me puse a temblar en un ataque de histerismo sin poder librarme de la espantosa sensaci¨®n de haber tenido un escorpi¨®n caminando sobre mi piel y en ruta hacia mis partes nobles. Solo de pensarlo vuelvo a entrar en shock. Me palp¨¦ todo y me autoexamin¨¦ en busca de una picadura. Notaba s¨ªntomas de escorpionismo (reacciones a las picaduras), especialmente inquietud y lo que me pareci¨® paresia del glosofar¨ªngeo, pero eran los nervios. En realidad, si me hubiera picado ya me hubiera enterado, ya, pues duele como el demonio. Lo s¨¦ por conocidos que han sufrido el aguij¨®n de un j... flavicaudis, como Tato Canals o Santi Carroggio.
"Lo que cuentas es t¨ªpico", me dice en una consulta de urgencia el naturalista Jordi Nebot, de la Instituci¨® Catalana d'Hist¨°ria Natural y que ha estudiado la distribuci¨®n de los escorpiones en la Garrotxa. "El escorp¨ª negre es habitual en las casas rurales, incluso aqu¨ª en Olot los he visto en un piso en el centro. Hasta se ha se?alado su presencia en Barcelona, en el Raval. La picadura es molesta, pero inofensiva, poca cosa, aunque siempre hay que estar atento a una reacci¨®n al¨¦rgica. ?Te ha caminado uno por encima? , caramba".
Bueno, mi escorpi¨®n no ser¨ªa la repera ponzo?osa ni el Rey Escorpi¨®n pero de alguna forma siento que la experiencia me acerca los grandes aventureros, Livingstone, Rimbaud, el coronel Fawcett, Indiana Jones, los Escorpiones del desierto... Que un escorpi¨®n te pasee por encima ha de dejar marca. Lo curioso es que no me picara. Tanto tiempo masacr¨¢ndolos... Podr¨ªa haberse vengado por su especie, el t¨ªo. Y yo lo dej¨¦ plano, iluso ar¨¢cnido. Ahora me asomo por las noches al cielo del sur donde ya empieza a desaparecer la constelaci¨®n de Escorpio. Veo brillar la roja Antares, desplegarse las pinzas, destellar el aguij¨®n, y tengo un sentimiento raro, un remordimiento, casi una melancol¨ªa. La intimidad con el escorpi¨®n, me digo suspirando, quiz¨¢ es peor que su picadura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.