Estreno en A Coru?a del ¡®Don Giovanni¡¯ de Saura
Amigos de la ?pera estrena una producci¨®n propia de la ¨²nica ¨®pera representada de esta temporada
En el Teatro Col¨®n de A Coru?a se ha presentado la primera funci¨®n del Don Giovanni, de W.A. Mozart (1756-1791), ¨²nica ¨®pera representada de la Programaci¨®n L¨ªrica de A Coru?a en esta temporada. Carlos Saura, como director esc¨¦nico y escen¨®grafo y Miguel ?ngel G¨®mez Mart¨ªnez como director musical han sido tenido a su cargo los conjuntos ¨COrquesta Sinf¨®nica de Galicia y Coro Gaos- y a los solistas vocales.
El reparto de estos ha estado compuesto por Juan Jes¨²s Rodr¨ªguez, bar¨ªtono, como Don Giovanni; Sim¨®n Orfila (bajo-bar¨ªtono, Leporello); Gilda Fiume (soprano, Donna Anna); Ginger Costa-Jackson (mezzosoprano, Donna Elvira); Francisco Corujo (tenor, Don Ottavio); Roc¨ªo P¨¦rez (soprano, Zerlina); Gerardo Bull¨®n (bar¨ªtono, Masetto) y Andrii Goniukov (bajo, Il Commendatore).
Sim¨®n Orfila (Alaior, Menorca, 1976) hace un Leporello inmenso desde el punto de vista vocal y teatral. Su personaje es cre¨ªble desde cualquier punto de vista; tanto en su vertiente c¨®mica como en la m¨¢s dram¨¢tica tras la aparici¨®n final del comendador (pese a las risas de parte del p¨²blico, mera continuaci¨®n de las de la escena del cementerio). La expresi¨®n dram¨¢tico-musical de su voz -redonda y poderosa pero de gran agilidad- completa uno de los mejores Leporellos posibles mundialmente. El p¨²blico del viernes premi¨® su actuaci¨®n con una grande y bien merecida ovaci¨®n. Fue como revivir en el recuerdo anteriores actuaciones suyas en Galicia, tanto en el desaparecido Festival Mozart (en la recuperaci¨®n del inolvidable Alberto Zedda de Adelaide di Borgogna de 2007) como en Il Barbiere del Auditorio de Galicia.
A la misma gran altura estuvo la actuaci¨®n en ambos aspectos de Ginger Costa-Jackson (Palermo, 1986). Su enorme variedad de registros en la expresi¨®n musical y dram¨¢tica se basa en el gran instrumento de su voz, limpia y de un precioso ¡°esmalte¡± y el uso que hace de ¨¦l. A su expresividad, en buena medida basada en los diferentes apoyos vocales, se une una actuaci¨®n teatral de muchos quilates. A trav¨¦s de uno y otra desarrolla el duro drama interno que supone para el personaje toda la complejidad amor-odio de la relaci¨®n amorosa.
Y as¨ª surgen la reivindicaci¨®n del Ah, chi mi dice mai del primer acto; la duda y la entrega al Masetto marioneta de su patr¨®n (uno de los mejores hallazgos teatrales de la vertiente bufa de esta producci¨®n), mientras el seductor canta Discendi, o gioia bella. Y la oportunidad final de L'ultima prova dell'amor mio -clavo ardiendo que ofrece a su amado, acaso como un postrer asidero para s¨ª misma-.
Juan Jes¨²s Rodr¨ªguez (Cartaya, Huelva ,1969) es un cantante bien conocido de la afici¨®n coru?esa. En su web profesional se puede leer que ¡°es uno de los principales bar¨ªtonos verdianos del circuito internacional. Su timbre, su l¨ªnea de canto y su calidad interpretativa lo sit¨²an como uno de los grandes cantantes de su generaci¨®n¡±. En este caso, su vocalidad, de gran intensidad dram¨¢tica, y el peso de su voz suponen un cierto h¨¢ndicap para el repertorio mozartiano, que el cantante onubense salva con su gran profesionalidad. Su Don Giovanni aparece, desde el punto de vista teatral, como muy centrado en sus conquistas (L¨¤ ci darem la mano) y menos expresivo de su car¨¢cter pendenciero y relaci¨®n siempre despectiva con los varones.
La soprano madrile?a Roc¨ªo P¨¦rez sorprendi¨® gratamente encarnando su personaje de Zerlina con una vocalidad muy expresiva y de maravillosa ligereza mozartiana que, unida a su capacidad como actriz, desarroll¨® muy bien la complejidad del personaje. As¨ª, expresi¨®n vocal, corporal y facial encarnaron id¨®neamente a la joven desposada aparentemente ingenua antes de la llegada de Don Giovanni; a la ambiciosilla que intenta a aprovechar la que cree gran oportunidad de su vida en el ya citado d¨²o L¨¤ ci darem la mano, cuando a las palabras del libertino ¡°Io canger¨° tua sorte¡± (Yo cambiar¨¦ tu suerte).responde el ¡°Presto... non son pi¨´ forte¡±. Andiam! (R¨¢pido, ya no resisto m¨¢s. Vamos).
Pero que tras la burla del disoluto vuelve a Masetto con palo y zanahoria: primero abronc¨¢ndolo -¡°non tel diss'io che con questa tua pazza gelosia ti ridurresti a qualche brutto passo?¡± (?No te dije ya que con tus est¨²pidos celos te ver¨ªas en un mal paso?)- para luego prometerle consuelo con las promesas amorosas de su Vedrai carino¡
El comendador de Andrii Goniukov dio vocal y teatralmente todo lo exigible a la brevedad de su limitado papel. Que morir al inicio del primer acto y reaparecer remolcado como esp¨ªritu-estatua al final de la obra no da demasiadas ocasiones de lucirse. Canto y muri¨® bien en el primero y en el segundo estuvo todo lo r¨ªgido que cabe esperar de una figura de m¨¢rmol; eso s¨ª, inclinando oportunamente su ¡°marm¨®rea testa¡±.
La pareja formada por Donna Anna y Don Ottavio fue seguramente la menos agraciada en el reparto de esta funci¨®n. Se salvan en parte la voz de Gilda Fiume (esos hermosos filados de en Non mi dir, bell¡¯idol mio) y la habitual gran entrega de Francisco Corujo, esta vez en sus arias Dalla sua pace e Il mio tesoro intanto.
La direcci¨®n musical de Miguel ?ngel G¨®mez Mart¨ªnez adoleci¨® de una cierta falta de tensi¨®n expresiva y hubo desajustes entre orquesta y solistas en alguna de las intervenciones de estos. Sin embargo logr¨® una buena coordinaci¨®n de los cantantes en los n¨²meros concertantes. Las condiciones de espacio y ac¨²stica del foso del Col¨®n volvieron a hacer resentirse el rendimiento sonoro de la Sinf¨®nica. El Coro Gaos, bien preparado por Fernando L. Briones, tuvo buena afinaci¨®n, un ajuste r¨ªtmico correcto y un buen movimiento en las danzas del final del primer acto. La asignatura pendiente, el excesivo estatismo al cantar en grupo.
Dar servicio no es ser esclavo
La direcci¨®n esc¨¦nica y escenograf¨ªa de Carlos Saura fueron uno de los principales reclamos, si no el principal, de esta producci¨®n. La escenograf¨ªa consta como elementos principales de un juego de espejos en el centro del foro y dos pantallas de retroproyecci¨®n. Sobre estas se proyectan a lo largo de la funci¨®n un total de aproximadamente una quincena de obras gr¨¢ficas -acuarelas o grabados- del cineasta oscense.
Las proyecciones son un buen recurso esc¨¦nico siempre que ayuden a situar correctamente la acci¨®n o reflejen adecuadamente los sentimientos de los personajes en el momento oportuno. Hay que reconocer que las veintiuna escenas del primer acto y las quince del segundo (estas, sin las tres de la versi¨®n vienesa) bien podr¨ªan dar para algunas m¨¢s que las proyectadas. Eso sin tener en cuenta la posibilidad de un ilustraci¨®n visual de lo que expresan las arias de cada personaje protagonista o coprincipal.
Y, como demuestra el uso de las siluetas negras sobre las pantallas, no parece que esta escasez sea fruto de una falta de imaginaci¨®n del gran cineasta aragon¨¦s. Las siluetas recortadas fueron una moda en la Viena contempor¨¢nea a Mozart y han quedado casi como un s¨ªmbolo gr¨¢fico del s. XVIII. La de Costa-Jackson (Donna Elvira) antes de su entrada en escena fue un atisbo de una id¨®nea adecuaci¨®n estil¨ªstica de la escenograf¨ªa. El paso de las de mujeres de diferentes tipos f¨ªsicos ilustr¨® gr¨¢ficamente la c¨¦lebre aria de Leporello Madamina, il catalogo ¨¨ questo.
Al final, las sombras de los encapuchados en las escenas con el comendador, cual procesi¨®n de la Santa Compa?a, aportaron una l¨®brega y algo escalofriante sensaci¨®n. Usar el recurso en alguna ocasi¨®n m¨¢s sin abusar de ¨¦l habr¨ªa enriquecido la funci¨®n.
En declaraciones a la prensa especializada, Saura se declaraba ¡°esclavo del director musical¡± pero acota que ¡°al final de la obra hay un ep¨ªlogo donde parece que todo se arregla y yo me he negado a eso: a Don Juan hay que condenarlo, tiene que arder en el infierno¡±. Pero nada se arregla en el sexteto final, se?or Saura: sus personajes hacen constar el ingreso del p¨¦rfido en el averno, que ¡°certifican¡± con su ¡°Resti dunque quel bribon con Proserpina e Pluton¡± (Que se quede ese brib¨®n con Proserpina y Plut¨®n).
Por otra parte, pasada la llamada dictadura de las divas y la de los directores como Karajan, siempre estar¨¢ bien que no haya esclavos entre los responsables de una producci¨®n. Pero todos deben servir a la letra y esp¨ªritu del texto (como ya hace, por cierto admirablemente, el compositor) y a la m¨²sica. Y mutilar el final no parece la mejor forma de servirla.
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