Entrar a Madrid en burro
Un grupo de artistas viaja de Cuenca a Madrid acompa?ando a carros tirados por asnos. Reivindican la memoria de lo rural y la Espa?a vac¨ªa
Es dif¨ªcil ver un carro tirado por burros en los infernales nudos de las carreteras que entran por el sur de Madrid, un paraje postapocal¨ªptico de descampados, gasolineras, pol¨ªgonos industriales y balas met¨¢licas de tr¨¢fico. Ayer, sin embargo, se vieron dos, tirados por las burras Juanita y Pocho. Ven¨ªan desde Cuenca, donde hab¨ªan salido diez d¨ªas antes, cargados de media tonelada de arcilla y cien kilos de romero. Llegaban a la capital ante la mirada asombrada de conductores y vecinos.
¡°Esto es una epopeya o f¨¢bula sobre la historia rural, el territorio y la ciudad¡±, explica Mateo Revillo, miembro de la Asociaci¨®n de Origen, que organiza esta acci¨®n titulada ?xodo sin t¨ªtulo. Est¨¢n interesados en la obra colectiva, la escultura social, la acci¨®n, lo multidisciplinar. Su edad media es de 25 a?os.
Las burras descansan ahora comiendo hierba y recibiendo las caricias de los vecinos que se han acercado a recibirlas a la plaza de los Metales. Qu¨¦ hermosos son estos animales que, como dijo el poeta, parecen hechos de algod¨®n, y qu¨¦ fea es la autopista que truena al fondo. Estamos en el non plus ultra del Madrid meridional, al borde del distrito de Villaverde: ¡°Entramos por estos barrios obreros, donde la gente que llegaba del campo a la ciudad constru¨ªa sus casas con estos mismos materiales¡±, dice Revillo.
Durante el camino, transitando antiguas rutas de trashumancia o v¨ªas pecuarias olvidadas (y algunas ya intransitables), los diez artistas han ido fabricando figuras de arcilla y romero, ofreciendo talleres en su alfar m¨®vil o revelando sobre la marcha las fotos que iban haciendo. ¡°Es una experiencia muy bonita hacer este trayecto tan lentamente¡±, dice Leandro Navarro, otro de los artistas, con 250 kil¨®metros a la espalda, ¡°adem¨¢s, aunque pensamos que la ciudad se va deshaciendo poco a poco hasta convertirse en campo, el l¨ªmite es muy claro. Al llegar a Getafe basta cruzar una carretera para pasar de los campos de cultivo a los almacenes y viviendas. Se corta como un bistur¨ª¡±.
Llegan cansados, pero con luz en los ojos, sucios de polvo y arcilla, con las barbas desali?adas, sonrientes, y eso que las cosas no han sido f¨¢ciles. ¡°Nos ha tocado la gota fr¨ªa, que le ha a?adido heroicidad al asunto y nos ha puesto en el contexto de un pa¨ªs de posguerra¡±, bromea Revillo. Precisamente la posguerra a partir de la cual se vivi¨® buena parte del ¨¦xodo rural que dej¨® a su espalda la Espa?a Vac¨ªa (o vaciada, seg¨²n gustos) popularizada por el escritor Sergio del Molino.
¡°Cada vez que pas¨¢bamos por un pueblo ¨¦ramos la sensaci¨®n, a la gente le volv¨ªan recuerdos de otros tiempos¡±, dice D¨¦bora Levy, otra de las participantes, ¡°nos contaban las dificultades de vivir en lugares tan peque?os y vaciados. Vimos muchas casas en venta y a pocas personas por las calles. Nos costaba encontrar tiendas donde aprovisionarnos de agua y v¨ªveres¡±.
Por el camino les han recibido con sorpresa, ¨¢nimos y alegr¨ªa. Los ni?os participaron en los talleres. Y solo los m¨¢s viejos del lugar recordaban ver pasar un carro y un burro. Aunque durmieron algunas noches al raso, cuando necesitaron refugio de la lluvia para pernoctar, los ayuntamientos, sin ni siquiera avisar con antelaci¨®n, se lo proporcionaron.
La ruta prosigue por el Parque Lineal del Manzanares y Madrid R¨ªo hasta llegar a Casa Banchel, un centro cultural en el distrito de Carabanchel. Aunque pudiera parecer al urbanita que el ritmo de burro es lento y sosegado, lo cierto es que a la comitiva le cuesta seguir el paso de los carros. Cuando el camino se pone cuesta abajo los humanos tienen que echar el freno a los carros, tirando de ellos; cuando el camino se pone cuesta arriba tambi¨¦n echan una mano, empujando.
Dirige la marcha el burrero, Casimiro Rodr¨ªguez, de la empresa A ritmo de burro, que se dedica a las actividades de ocio con estos animales en la zona de El Escorial. Dobla en edad al resto de sus compa?eros. ¡°Cr¨ªo burros zamoranos, que son los que m¨¢s peligro de extinci¨®n tienen¡±, explica, ¡°son burros con pelo muy largo, unas rastas preciosas, y son muy grandes. Y muy buenos¡±
Al final se arriba a una exposici¨®n del colectivo, donde el ¨¦xodo se convierte en romer¨ªa. Las barquitas fabricadas en arcilla durante el viaje se recogen ahora en un relicario. Apoyan la acci¨®n la Fundaci¨®n Fiat, el Centro de Acercamiento a lo Rural y la galer¨ªa Xavier Fiol. ¡°En el camino transformamos los materiales, se transforman los animales y nos transformamos nosotros¡±, concluye Levy.
Un animal en serio peligro de extinci¨®n
El burro se acaba. Despu¨¦s de 4.000 a?os de relaci¨®n con el ser humano, cuando fue domado por primera vez, este animal tradicional del campo est¨¢ en peligro de extinci¨®n, pues ha dejado de ser ¨²til en una econom¨ªa mecanizada. Tras de haber ayudado mucho a las familias m¨¢s humildes, ahora solo son ¨²tiles para actividades de ocio, como las que realiza la empresa A ritmo de burro: paseos por el campo, actividades familiares, etc.
"Antes era el burro era todo, le debemos el pa¨ªs, pero ya no vale para casi nada", comenta el burrero Casimiro Rodr¨ªguez, "adem¨¢s hay much¨ªsima endogamia, lo que trae muchos problemas de salud. Se extinguen". De la raza zamorano-leonesa, que alcanz¨® su punto ¨¢lgido en los a?os 60, solo quedan unas 1.200 cabezas, seg¨²n informa la Federaci¨®n Espa?ola de Asociaciones de Ganado Selecto (Feagas). Pronto les pasar¨¢ lo mismo a los humanos, inutilizados por las m¨¢quinas.
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