Manolo Garc¨ªa, la vida en vena
El prol¨ªfico autor barcelon¨¦s celebra 40 a?os de carrera con su primera gira ac¨²stica, que hace en Madrid cinco escalas
Justo el a?o en que podr¨ªa aplicarse el estribillo de When I'm Sixty-four, el bueno de Manuel Garc¨ªa Garc¨ªa-P¨¦rez ha preferido apretar el paso y no consagrarse al afable tarareo. Y no puede ser casualidad, porque los hombres sabios miden bien los gestos, que el barcelon¨¦s escogiera este jueves precisamente Exprimir la vida para abrir la primera de sus cinco comparecencias, cinco, en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid. A raz¨®n de tres horas bien cumpliditas por sesi¨®n, Garc¨ªa le extraer¨¢ el jugo a un repertorio madurado a lo largo de cuatro d¨¦cadas, aunque sus concesiones al siempre suspirado cancionero de El ?ltimo de la Fila se sustancien en un par de tandas a modo de popurr¨ª: flaco favor ese de malbaratar uno de los mayores tesoros que ha conocido nuestra m¨²sica popular reciente.
No, el jueves no era d¨ªa para hacerle caso al viejo cl¨¢sico de los Beatles, sino para festejar la vigencia de un creador f¨¦rtil e insaciable, el caballero que mejor ha sabido introducir los cultismos en las canciones de alcance amplio, este librepensador que a¨²n testimonia su amor de humilde navegante por un planeta que descuidamos con irresponsable crueldad. Manuel: ins¨®lito verso suelto que no se conforma con denunciar la terrible lacra de la violencia contra las mujeres, sino que propone "inculcar respeto en las escuelas, porque, a mejor educaci¨®n, menos polic¨ªa".
No es una percepci¨®n novedosa, pero con los a?os se acent¨²a la certeza de que Garc¨ªa ha aprendido a decir y hacer lo que le place y dictan sus latidos, sin atenerse a rutinas, normas o convenciones. El hecho mismo de afrontar una gira ac¨²stica entronca con esa autonom¨ªa de criterio, porque su m¨²sica pierde parte de ese m¨²sculo que le ha consagrado como debilidad masiva. ?
A cambio se producen hallazgos como esos ya m¨ªticos P¨¢jaros de barro reinventados ahora con casi la ¨²nica compa?¨ªa de un hang, esa especie de gran campana con oquedades afinadas. Y el formato le sirve a nuestro protagonista para renovar su fe en los instrumentos tradicionales o no muy divulgados, desde el therem¨ªn para el inaugural Exprimir la vida ("que no Exprimir la misa, como algunos intentan ahora hacernos creer") a la egregia figura de Josete Ord¨®?ez, convertido con su la¨²d en el Javier Mas de implantaci¨®n peninsular. Y el complemento de Olvido Lanza, claro, una violinista que tan pronto canta como se erige en bailarina para la cada vez m¨¢s aflamencada Ardi¨® mi memoria.
Este espect¨¢culo ac¨²stico de nuestro cantor insurrecto quiz¨¢ abuse de la cuerda rasgada (lo que a ratos unifica arreglos, criterios y p¨¢lpitos), pero de vez en cuando inyecta sorpresas muy sabrosas, como ese Si te vienes conmigo con aliento de jazz manouche o el impulso medio reggae para la excepcional Una tarde de sol. Y Manolo aprovecha que se acortan las distancias respecto a los recintos deportivos para pasear, arriba y abajo, por los dos grandes pasillos centrales del patio de butacas y sentir el roce. Sucedi¨® con alguna frecuencia, la primera vez a cuenta de Navaja de papel, una preciosidad que se remonta a 1980 y aquel primer¨ªsimo grupo, Los R¨¢pidos, por el que a¨²n no hab¨ªa asomado Quimi Portet. La versi¨®n le sali¨® algo desastrada, pero emocionante. Quiz¨¢ porque a estas alturas sea inevitable alg¨²n acceso de nostalgia, incluso aunque a Garc¨ªa tal sentimiento le incomode.
No, Manuel Garc¨ªa Garc¨ªa-P¨¦rez prefiere apurar cada minuto, sentir la vida en vena, prolongar la fiesta y la comuni¨®n. Por eso, cuando se despide al son de Nunca el tiempo es perdido, tras un par de horas de faena, pocos sospechan en la platea que los bises suministrar¨¢n casi una hora adicional. Ya en la hermosa Cierro la noche, henchida de tenue voluptuosidad mediterr¨¢nea, dejaba escrita su adscripci¨®n a las altas horas.
Por eso no hay prisas en este abrazo prolongado con el patio de butacas. Por eso una espectadora puede tenerle preparado un ramo de rosas amarillas para regal¨¢rselo cuando suena Rosa de Alejandr¨ªa. Por eso se nos abalanz¨® la medianoche y nadie hizo adem¨¢n de eludirla. Manolo, nuestro Jordi Hurtado del pop, prolonga esa dulce, eterna, encomiable juventud. No sabemos si el secreto ser¨¢n esos ba?os nudistas en las aguas invernales de Altea o la medicina de su propia versificaci¨®n. En cualquiera de los casos, que le dure. Que nos dure.
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