Desobediencia incivil
La moda, ahora, es la resistencia pasiva, denominada no-violencia, que algunos se han atrevido a formular, con mayor acierto conceptual de lo que ellos mismos imaginan, con el ox¨ªmoron de una violencia pac¨ªfica
Frente al uso de la fuerza, la fuerza de las propias convicciones. En vez de atacar a los legisladores injustos, aceptar el castigo por desobedecer las leyes injustas. Sacrificarse uno mismo antes que sacrificar a los otros, a la entera sociedad.
Mucho se ha invocado en los ¨²ltimos tiempos en Catalu?a las ideas del mayor profeta y activista de la desobediencia civil pac¨ªfica, Mahatma Gandhi, pero poco se ha entrado en el detalle de su m¨¦todo de combate pol¨ªtico, en el que no cabe distinguir medios y fines porque los primeros definen a los segundos.
Que no caben los objetivos sublimes cuando los medios para obtenerlos son inmorales lo saben sobre todo los que disfrazan los fines inmorales a los que nos conducen con la moralidad aparentemente resplandeciente de los medios que utilizan. Son las ventajas que ofrece la era de la propaganda, los relatos y los marcos conceptuales, que permite la conversi¨®n de derrotados supervivientes de la lucha armada revolucionaria en pac¨ªficos corderitos seguidores de Luther King, Nelson Mandela o Mahatma Gandhi.
La violencia revolucionaria, a diferencia de hace 50 a?os, no est¨¢ de moda. Peor, est¨¢ justamente desprestigiada
La violencia revolucionaria, a diferencia de hace 50 a?os, no est¨¢ de moda. Peor, est¨¢ justamente desprestigiada. Con el a?adido de que, juzgada por sus resultados, se ha revelado como uno de los m¨¦todos m¨¢s catastr¨®ficos e inmorales para cambiar una sociedad. Hace v¨ªctimas inocentes. Aleja los objetivos buscados. Da?a a la sociedad entera y a quien la practica. ?Qui¨¦n puede dar m¨¢s? Lo raro es que haya durado tanto su exaltaci¨®n e incluso que algunos sigan sin condenarla ni se arrepientan de haberla utilizado.
La moda, ahora, es la resistencia pasiva, denominada no-violencia, que algunos se han atrevido a formular, con mayor acierto conceptual de lo que ellos mismos imaginan, con el ox¨ªmoron de una violencia pac¨ªfica. Poco tiene que ver con el gandhismo, sino m¨¢s bien con un bolchevismo que utiliza las artes marciales aunque no las armas letales. En esencia, se trata de revertir el uso de la fuerza por parte de los poderes p¨²blicos de forma que se deslegitime pol¨ªticamente y se conviertan sus actuaciones en derrotas pol¨ªticas.
La autodeterminaci¨®n, como el eufemismo del derecho a decidir, ya existe y funciona, en Espa?a y en Catalu?a
De la escasa moralidad del m¨¦todo en reg¨ªmenes de Estado de derecho democr¨¢tico nos dan cuenta no tan solo los actos de resistencia f¨ªsica pasiva, mediante cadenas humanas especialmente, sino tambi¨¦n el uso selectivo de una violencia de baja intensidad destinada a fatigar a la polic¨ªa y llegar a provocarla hasta producir la reacci¨®n excesiva, el desbordamiento y a ser posible incluso las v¨ªctimas. Nada de esto tiene que ver con la ¨¦tica y con las convicciones sino m¨¢s bien con la gimnasia, el entrenamiento y la fuerza f¨ªsica. Si a?adimos la capacidad de organizaci¨®n y direcci¨®n de las redes sociales, habr¨¢ que acordar que quienes as¨ª act¨²an son m¨¢s soldados disciplinados que resistentes civiles.
En el caso del movimiento secesionista catal¨¢n la presunta desobediencia civil se ve complicada con la peculiar idea, perfectamente sostenida por algunos, de una desobediencia institucional. Es la originalidad catalana de esta temporada de rebeld¨ªa global: no hay otro movimiento que cuente con el apoyo log¨ªstico, medi¨¢tico y presupuestario de un gobierno y de una administraci¨®n m¨¢s potente que muchos de los Estados pertenecientes a Naciones Unidas e incluso que alguno de los que ahora mismo se enfrentan a la revuelta de la calle.
Las filas de los resistentes se nutren de funcionarios y pensionistas y los dirigentes pol¨ªticos no dudan en bajarse del coche oficial para participar en los cortes del tr¨¢fico en carretera y calles. Solo se sale del esquema la polic¨ªa auton¨®mica, los sacrificados Mossos d'Esquadra, que no practican la desobediencia institucional ante las ¨®rdenes de los jueces y sufren la verg¨¹enza de quedarse en las comisar¨ªas cuando se les necesita en las calles gracias a la inhibici¨®n de sus mandos pol¨ªticos.
No, no es desobediencia civil la que practican Torra y su gobierno, y es nulamente gandhiana la presunta desobediencia civil de los comit¨¦s disruptores de la vida cotidiana, las comunicaciones y la econom¨ªa de Catalu?a. M¨¢s bien al contrario, es desobediencia incivil, dirigida por un gobierno contra otro, utilizando a una parte de la ciudadan¨ªa para perjudicar y enfrentarla con la otra. Y su objetivo, el invocado derecho a la autodeterminaci¨®n, no tiene nada que ver con los derechos civiles, puesto que no se trata de una situaci¨®n colonial o de segregaci¨®n, en la que los sujetos colonizados o segregados no gozan de los mismos derechos que los otros ciudadanos.
La autodeterminaci¨®n, como el eufemismo del derecho a decidir, ya existen y funcionan, en Espa?a y en Catalu?a, en la medida en que nos gobernamos en los distintos niveles de la administraci¨®n a partir de los resultados de las urnas. Lo que no existe, porque adem¨¢s no forma parte de las libertades individuales, es el derecho a la secesi¨®n, dif¨ªcilmente soportable por ning¨²n Estado del mundo, incluidos aquellos pocos que lo contemplan en su Constituci¨®n, aunque luego no le hagan caso alguno.
Este derecho, si existiera, tendr¨ªa una consecuencia contradictoria con los principios de la desobediencia civil, puesto que los derechos que reivindica para uno mismo se los quita autom¨¢ticamente a los otros, perjudican a quienes no participan de la ideolog¨ªa, e incluso se les excluye de la comunidad pol¨ªtica que se quiere formar a partir de la autodeterminaci¨®n. La India del Gandhi tan invocado ofrece las dos caras, estas bien actuales y aleccionadoras, del rostro terrible de la historia de la descolonizaci¨®n, que incluye una gloriosa independencia y una dolorosa y sangrienta partici¨®n. La primera proporcion¨® derechos a todos, indios y paquistan¨ªes, la segunda, una secesi¨®n, los dividi¨® y les desposey¨®, en forma de expulsiones, traslados de poblaciones y millones de muertes.
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