Adi¨®s al bar Museo de la Radio
Los inquilinos del edificio, adquirido por Muflina Investments, se quejan de la gentrificaci¨®n que sufre el centro de la capital

La vida ser¨ªa diferente para Petra Estevas si no existiera el 30 de mayo. Ese d¨ªa de hace cinco a?os falleci¨® su hijo en un accidente dom¨¦stico y este a?o recibi¨® un burofax que pretend¨ªa borrar lo ¨²nico que le queda, los recuerdos. El fondo de inversi¨®n Muflina Investments le informaba de que hab¨ªa comprado el edificio de la calle de Santa Ana en el que se ubica el bar Museo de la Radio y que deb¨ªa abandonar de inmediato el local. Su familia regenta este negocio desde hace m¨¢s de medio siglo. Estevas, de 76 a?os, ha tratado de hablar con los nuevos propietarios para quedarse, pero solo ha conseguido alargar los plazos. El 29 de febrero esta m¨ªtica taberna junto al Rastro, en el barrio de Lavapi¨¦s, ser¨¢ historia.
¡°Estoy tomando ansiol¨ªticos porque no puedo dormir. Solo de pensar que debo desarmar toda una vida¡ Han sido muchos a?os, muchas risas y he hecho tantos amigos, que cuesta¡±, reconoce la mujer entre l¨¢grimas. Lleg¨® al establecimiento con 18 a?os. Sus padres hab¨ªan sido agraciados en los sesenta con dos millones de pesetas en el Sorteo del Ni?o. El premio les permiti¨® comprar un piso en la glorieta del Marqu¨¦s de Vadillo y el pase de una tienda de flores de pl¨¢stico, que convirtieron en restaurante. Estevas se cas¨® y se fue a vivir a Curazao, una ex¨®tica isla caribe?a que hasta 2010 form¨® parte de las Antillas holandesas. Era hija ¨²nica, as¨ª que decidi¨® volver a Madrid y ayudar a sus padres en el negocio. Cuando se retiraron, lo asumi¨® ella y ahora est¨¢ al frente su hija Larissa, que vive en un piso del edificio que ha adquirido el fondo. La finca incluye 24 viviendas, cinco locales comerciales y el bar, seg¨²n adelant¨® eldiario.es.
El nombre original del establecimiento era Mes¨®n del Rastro, pero a finales de los noventa lo bautizaron como Museo de la Radio por la cantidad de transistores que cuelgan de sus paredes, m¨¢s de 200. Todo empez¨® cuando uno de los anticuarios que frecuentaba el restaurante regal¨® una radio que no funcionaba al marido de Estevas. Este la repar¨® y se gan¨® fama de manitas. Los clientes continuaron llev¨¢ndole los aparatos que otros desechaban, por lo que se acumularon. Estevas ya ha comenzado a retirarlos. Los ha puesto en venta, todos a 40 euros. ¡°No quiero lucrarme. Con el dinero alquilar¨¦ un trastero para meter todas mis cosas, 60 a?os no se borran de la noche a la ma?ana¡±, cuenta la mujer, ya jubilada. A los transistores que vende le coloca un papel. Ya ha reservado la mitad, entre ellos un Telefunken que incorpora un tocadiscos y una radio a galena utilizada en la Guerra Civil.
Venta de transistores
Solo hay dos aparatos fuera del mercado. Uno es el primero que entr¨® en el negocio, a pesar de que un coleccionista le ha ofrecido 1.500 euros. El otro es un transistor de marqueter¨ªa que guarda para su nieto, que naci¨® tres semanas antes de que falleciera su hijo. ¡°A su padre le gustaba esa radio y quiero que la tenga ¨¦l. Hay dineros que no cubren lo que te falta aqu¨ª¡±, dice Estevas mientras se toca el coraz¨®n. La mujer, con el pelo recogido y abrigada con un polar amarillo, asegura que regalar¨¢ todos los artefactos que no consiga vender. ¡°Los que no se lleven, los machacar¨¦¡±, avanza sobre la barra del bar, decorada con peces azulados. A unos metros hay una m¨¢quina de videojuegos Pac-Man que compr¨® su hija en Nueva York y un proyector que adquirieron a la directora de cine Pilar Mir¨®. Tambi¨¦n lo han vendido. Un r¨®tulo luminoso cuelga sobre ¨¦l: ¡°Gracias por venir¡±. Por el local pasan de jueves a domingo cientos de clientes que a¨²n no se creen que vaya a cerrar. Dan ¨¢nimos a la familia e inundan las redes sociales de mensajes.
¡°El contrato nos cumpl¨ªa en octubre. Se iba renovando por a?os, pero los nuevos due?os se negaron a hablar. Los abogados llegaron a un acuerdo y tenemos que entregar las llaves en febrero¡±, explica Estevas. La mujer desconoce los planes de Muflina Investments para este inmueble, pero afirma que la compa?¨ªa ya se ha hecho con otros en la zona. Sospecha que la intenci¨®n es construir pisos de lujos o rehabilitarlo para ofrecer alquileres tur¨ªsticos, algo muy com¨²n en el barrio. ¡°Ha perdido su entidad. La gente se marcha, no hay tiendas, no hay ni?os; solo maletas. Los precios de las viviendas no dejan de subir. Nos echan¡±. No se resigna, y reclama a los pol¨ªticos medidas contra la gentrificaci¨®n. Este peri¨®dico no ha podido contactar con el fondo de inversi¨®n, al que los vecinos dedican numerosas pancartas que cuelgan de la fachada color teja del edificio. En ellos se pueden leer mensajes como ¡°las casas no son hoteles¡± o ¡°Muflina echa a tus vecinas¡±.
Hay una treintena de familias afectadas. Entre ellas, Felipe Montero y su pareja. Hace seis a?os abrieron en uno de los locales del edificio una tienda de muebles antiguos. Tienen contrato en vigor hasta abril, pero el fondo quiere que se marchen en febrero. ¡°Hemos llegado a un acuerdo. Nosotros nos vamos dos meses antes y ellos no nos cobran las mensualidades desde agosto. La intenci¨®n es abrir el negocio en otro lugar, pero nos piden el doble de alquiler de lo que pag¨¢bamos aqu¨ª¡±, se sincera Montero. ¡°Es una putada tener que cambiar de barrio, alejarte de la gente que conoces, pero sobre todo buscar otro lugar. Por este precio no encuentras nada en el centro¡±, admite David, otro vecino con contrato hasta marzo de 2021.
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