Los vigilantes del fondo buitre
Un bloque de Lavapi¨¦s, comprado casi en su totalidad por una empresa inmobiliaria brit¨¢nica, mantiene 24 horas de seguridad privada contra posibles ¡®okupas¡¯
Pilar Aranguren, m¨¢s conocida como Piluka Terremoto, canta un bolero ante decenas de m¨®viles. Es una de las tres socias de Bodegas Lo M¨¢ximo, local m¨ªtico de Lavapi¨¦s. Anima una tarde de mi¨¦rcoles con letras nost¨¢lgicas. Regenta este bar desde hace casi dos d¨¦cadas. Ahora est¨¢ a punto de desaparecer, como los amantes sobre los que solloza al micr¨®fono. Un fondo de inversi¨®n brit¨¢nico ha comprado el edificio, situado en la calle San Carlos, 6. En febrero, cuando tengan que renovar el alquiler, tendr¨¢n que renovar tambi¨¦n su vida laboral.
Le pasar¨¢ lo mismo al resto de vecinos. Unos abandonar¨¢n en breve. Otros cuentan con algo m¨¢s de ox¨ªgeno. Pero a ninguno se les prolongar¨¢ el contrato. La compa?¨ªa Muflina Investment ¡ªjunto a una peque?a participaci¨®n de dos derivadas, Gunile Investment y Pinarcam Vivienda (con la misma sede y el mismo director, Kevin Jeremiah Cahill)¡ª posee desde el pasado mes de marzo 27 de los 29 inmuebles disponibles. Solo se han salvado dos propietarios particulares, que compraron sus viviendas antes de la venta en masa. Y mientras el vaciado ocurre, este fondo buitre ha contratado vigilancia permanente para evitar la entrada de okupas. Lo hacen a trav¨¦s de Urbanox, un negocio especializado en seguridad privada.
Dos personas realizan este control en turnos de 12 horas por jornada. Su papel consiste en impedir el acceso al que no tenga llave o no le abran por el telefonillo. Uno de ellos sostiene que la medida es meramente ¡°disuasoria¡±. ¡°Solo nos fijarnos en qui¨¦n entra y estamos atentos por si pinchan la luz o se cuela alguien a alg¨²n piso¡±, confiesa este trabajador que prefiere no desvelar nombre ni edad. Hoy le toca desde las siete de la ma?ana hasta las siete de la tarde y apenas lleva una semana en este rellano: normalmente le van rotando por diferentes edificios, f¨¢bricas o incluso polideportivos. ¡°Si vemos algo raro, lo primero es avisar a la polic¨ªa. Luego llamamos a nuestra empresa y ya lo gestionan ellos. No podemos hacer nada m¨¢s¡±, concluye mientras mira el m¨®vil o pasea por este zagu¨¢n rectangular sin m¨¢s adornos que los buzones y una silla de pl¨¢stico para descansar las piernas.
El cambio de turno se produce en este caso con Nelson, un dominicano de 39 a?os. Tiene por delante toda la noche. Dice que no duerme y que solo se sienta cuando se aburre mucho. En los pocos d¨ªas que ha estado custodiando el bloque ya se ha familiarizado con algunas caras, por eso no pone pegas en echarles una mano con la compra o cualquier eventualidad. ¡°Solo si les conozco¡±, matiza. Ignora qui¨¦n ha decidido su posici¨®n. Si es cosa de un fondo buitre o un particular. No le importa: es un ¡°mandado¡± que lo mismo est¨¢ aqu¨ª que en un pol¨ªgono. Tambi¨¦n a?ade que maneja las llaves de uno de los domicilios. All¨ª pueden ¡°dejar ropa o comida¡± para cambiarse o tomar algo en sus minutos libres.
Un cartel con el n¨²mero de tel¨¦fono y la firma de Urbanox cuelga de la puerta del portal. Al otro lado de la l¨ªnea, el responsable adelanta que no puede dar ning¨²n dato, ¡°por la ley de protecci¨®n¡±. Afirma que en estos instantes tienen un acuerdo para permanecer de forma indefinida. ¡°No sabemos hasta cu¨¢ndo estaremos¡±, zanja, prometiendo trasladar la conversaci¨®n a un superior. Nunca se materializa. Ni desde las oficinas centrales de Urbanox ni desde las dem¨¢s entidades implicadas han respondido a llamadas o correos electr¨®nicos.
Los vecinos ya se han acostumbrado a esta presencia imprevista. Algunos afirman que se los encuentran ¡°a veces¡±. Y que en ocasiones van uniformados. ¡°Es surrealista¡±, protesta A. M. M., inquilina de 47 a?os, sobre sus nuevos conserjes privados. Ella tiene todav¨ªa unos meses por delante de alquiler, pero recuerda c¨®mo en marzo, cuando el fondo buitre obtuvo el inmueble, fue ¡°una apoderada¡± de Avalon Properties (con el mismo titular en la direcci¨®n que las otras tres empresas) y le coment¨® que ¡°todo el proceso pretend¨ªa ser amistoso¡±. ¡°Me dijeron que les interesaba que me fuera antes de tiempo y que pod¨ªan presentarme una oferta. Les ped¨ª que me la mandaran por escrito y no he vuelto a saber nada¡±, apunta quien cree que los vigilantes se instalaron despu¨¦s de que se metiera de okupa una mujer con un hijo. ¡°Le cortaron la luz y se fue¡±, resume.
¡°A m¨ª no me molestan nada¡±, valora Yuri, otra inquilina, sobre estos centinelas a sueldo de un depredador de parque inmobiliario. Ella indica que le quedan dos a?os para finalizar su estancia y que ¡°vive con normalidad¡±. ¡°Lo que han hecho es legal, as¨ª que no podemos conseguir nada¡±, lamenta ante la indefensi¨®n jur¨ªdica contra los gigantes inmobiliarios. Los arrendatarios del edificio no han emitido ning¨²n comunicado p¨²blico ni se han unido formalmente a Bloques en Lucha, una plataforma de Lavapi¨¦s que est¨¢ visibilizando este tipo de operaciones con el objetivo de frenar la expulsi¨®n de los habitantes en el barrio y el aumento de precios en la vivienda.
Seg¨²n varios de los vecinos consultados, ahora la situaci¨®n est¨¢ ¡°tranquila¡± y no quieren agitar el avispero. Dos afectadas prefieren no dar declaraciones hasta ¡°saber qu¨¦ pasa¡±. Una de ellas ha estado tiempo fuera y no ha notado nada nuevo al volver. Simplemente recibi¨® un burofax en su d¨ªa con el cambio de titularidad. Paga una mensualidad de 540 euros al mes que puede subir a 900, indica. Una cantidad superior a la de otra veterana, con tres d¨¦cadas a sus espaldas en el bloque y que destina al alquiler menos de 500 euros. Est¨¢ pendiente de ver lo que le ofrecen, aunque se muestra pesimista. No cree que ninguno pueda quedarse. Menos a¨²n que les mantengan las cuotas de aproximadamente 600 euros por unos pisos que rondan los 60 metros cuadrados.
Quien s¨ª acude de vez en cuando a las asambleas convocadas por Bloques en Lucha es otro inquilino, uno de los m¨¢s j¨®venes. Su contrato de alquiler acaba en pocos d¨ªas y prefiere no detallar la deriva del edificio estos ¨²ltimos meses, por si acaso toman represalias contra ¨¦l. Solo explica desde el anonimato que el fondo de inversi¨®n le ha propuesto seguir ah¨ª con la condici¨®n de que renuncie al derecho de retracto, por el que se conoce el precio al que han adquirido su piso. ¡°Tendr¨ªa la oportunidad de saber cu¨¢nto les cost¨®. S¨¦ que se jactan de haber pillado todo por un chollo¡±, sentencia.
Nines, de la veterinaria Can Contento -unos de los tres locales junto a Bodegas Lo M¨¢ximo (el tercero est¨¢ cerrado)- calcula que les ha costado alrededor de tres millones de euros la compra de 27 inmuebles, incluyendo trasteros. Un precio bastante bajo, tal y como se ha puesto la zona: seg¨²n la web Idealista, la media en Lavapi¨¦s por metro cuadrado se sit¨²a en los 14,62 euros en el caso del alquiler y en 3239,29 euros en el de la venta, con un aumento de hasta un 40% en casas de segunda mano en los ¨²ltimos cinco a?os. ¡°Una ganga¡±, suelta esta mujer de 60 a?os. Ella conoc¨ªa a la familia que lo ten¨ªa antes y aventura que quer¨ªan quit¨¢rselo r¨¢pido y dividirlo entre los seis hijos. As¨ª se libraban de complicaciones.
El ¨²nico impedimento con el que se toparon fue la imposibilidad de completar la compra por dos pisos. El due?o y la due?a de estos, que no han querido aparecer en el reportaje, sumaban dos tercios del total de propietarios del edificio, al constar oficialmente el fondo buitre como un ¨²nico titular. Por eso, arguyen los vecinos, han tejido ese entramado de varias empresas. Gracias a la divisi¨®n en tres entidades alcanzan la mayor¨ªa a la hora de tomar decisiones. ¡°A m¨ª me vinieron con buenas palabras, pero esta gente no se preocupa por nadie, solo ve n¨²meros. Son un monstruo que no tiene ni venas ni coraz¨®n. No te puede fiar ni un pelo¡±, esgrime Nines, que despacha desde hace 22 a?os en esta cl¨ªnica, peluquer¨ªa y tienda para mascotas.
Hasta 2027, anota, a ella no pueden echarla por sus condiciones en el alquiler. Y, encima, est¨¢ en tr¨¢mites con una abogada para intentar comprarlo. Eso no quita que considere imprescindible luchar. ¡°No quiero que se destroce el barrio, que se pierda. Y no tiene nada que ver con el signo pol¨ªtico, es justicia¡±, dice quien naci¨® en Palos de Moguer y se crio en Arg¨¹elles, pero ha alimentado su juventud y madurez en estas calles. ¡°Adem¨¢s, mi marido est¨¢ enfermo y a m¨ª me quedan siete a?os para jubilarme, as¨ª que tengo que resistir s¨ª o s¨ª¡±, exclama.
Igual que Piluka y sus compa?eras en la bodega, no tiene ni idea de las intenciones de este fondo buitre. ¡°Se ha rumoreado que quieren reformar el portal y las viviendas para que sea algo exclusivo, de lujo. Tambi¨¦n se escucha que van a convertirlo en un hotel orientado a hombres homosexuales, con una piscina y bar arriba¡±, suspira. Ning¨²n inquilino sabe lo que le espera a este inmueble supervisado por vigilantes de fondo buitre. Andan a la expectativa incluso esos clientes que saludan a Nines y le preguntan ¡°?Cu¨¢nto tiempo os queda?¡± entre vacunas de gato y boleros de fondo.
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