Vetusta Morla o la maravillosa tribu creciente
El sexteto madrile?o abruma a 15.000 fieles en el WiZink, a la espera de 26.000 m¨¢s durante el fin de semana
A finales de mayo de 2014, cuando Vetusta Morla se dispon¨ªa a presentar su tercer disco (La deriva) con cinco actuaciones consecutivas en La Riviera, alguien le murmur¨® a Pucho en los camerinos de aquella sala que el asalto al Palacio de los Deportes habr¨ªa de ser el siguiente paso. ¡°Uf, para eso a¨²n queda mucho¡±, resopl¨® el cantante del sexteto madrile?o. Qui¨¦n sabe si el rostro m¨¢s visible de la banda recordar¨ªa anoche la an¨¦cdota cuando, a las 21.17, se plantificaba en el centro del escenario del Wizink para entonar el primer verso de sus tres noches consecutivas en el recinto. ¡°Donde la hiedra no se atreve a trepar / y amanece en secreto¡±, anot¨® la garganta incandescente de Juan Pedro Mart¨ªn, a sabiendas de que casi cualquiera de los 15.000 testigos del ritual guardaban en la memoria las letras de todo el repertorio con casi tanta precisi¨®n como la suya.
De ah¨ª parte la fascinaci¨®n ya nada novedosa, pero todav¨ªa creciente y siempre admirable, que Vetusta Morla genera en nuestro paisaje roquero. La hinchada disfruta con un repertorio a menudo soberbio, pero adem¨¢s lo ha integrado en su ecosistema m¨¢s ¨ªntimo. Los vetustos no solo son, a a?os luz, la mejor banda que le ha concedido el nuevo siglo a este pa¨ªs; tambi¨¦n propician una militancia tan inquebrantable como la de, digamos, varias generaciones de una familia atl¨¦tica. Solo que en los cuarteles tricantinos, de invierno o verano, est¨¢n m¨¢s acostumbrados a ganar.
La excelencia de VM no se traduce siempre -diremos que casi por fortuna- en infalibilidad. Anoche, por ejemplo, el sonido brot¨® bastante m¨¢s embarullado, retumbante e impreciso durante la primera media hora de lo que nos tienen acostumbrados estos ap¨®stoles de la ac¨²stica irreprochable. Y 2020 abre el interrogante de que el quinto ¨¢lbum en estudio del grupo (Canciones dentro de canciones) vaya a ser una versi¨®n m¨¢s cruda y org¨¢nica del cuarto (Mismo sitio, distinto lugar), con sus diez mismas canciones y hasta id¨¦ntica ordenaci¨®n, una decisi¨®n a priori ¨Cya veremos¨C entre inquietante, estrafalaria e incomprensible. Pero lo que sucede ahora, en d¨ªas que ya no tienen nada de raros, es que Maldita dulzura dispara la secreci¨®n lacrimal tanto como el ondear de brazos. O que Pucho se permiti¨® anoche dimitir del cargo durante la pr¨¢ctica totalidad de Copenhague, a sabiendas de que 15.000 cantantes improvisados le cubrir¨ªan espont¨¢nea y simult¨¢neamente la vacante. Un himno de abducci¨®n masiva, un momento para encapsular de por vida en la memoria. Y una canci¨®n que pervivir¨¢ en generaciones para las que nosotros no seremos ni un remoto rastro.
El empe?o de Vetusta, dos a?os y algo despu¨¦s, en no desprenderse de ni uno solo de los diez temas de Mismo sitio... restringe mucho el margen de sorpresa en el repertorio. Si acaso, el cierre con Saharabbey road, favorita absoluta del p¨²blico que siempre est¨¢ en la cuerda floja, y ese primer bis para una medio rareza, Igl¨²s, anterior al elep¨¦ de debut. Pero Pucho, Guille, Juanma, ?lvaro, Jorge y David disponen a estas alturas de una artiller¨ªa m¨¢s apabullante que la de un ej¨¦rcito napole¨®nico. Han logrado aunar electricidad, vitriolo, l¨ªrica y bilis. Coraje y rabia, pero tambi¨¦n sentido y sensibilidad. 41.000 fieles lo certificar¨¢n una vez m¨¢s este fin de semana (sobran unas 4.000 entradas para los rezagados del domingo), algunos por partida doble o triple. Y con la sospecha de que esta parroquia solo puede a¨²n crecer. Acostumbrados a las minor¨ªas, por una vez reconforta sentirse integrante de una multitudinaria tribu maravillosa.
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