Raphael, el artista con sistema planetario propio
El de Linares, septuagenario plet¨®rico, apabulla dos noches con su gira ¡®Resinph¨®nico¡¯ ante 12.000 admiradores
Lo de Raphael no tiene nombre. Literal. Porque no hay manera de catalogar con palabras, ni en el diccionario convencional ni en el de neologismos, el fen¨®meno por el que un hombre de 76 primaveras, con cerca ya de seis d¨¦cadas de andanzas por los escenarios de los siete mares, se echa a la espalda una orquesta sinf¨®nica completa, comparece dos noches seguidas en un pabell¨®n ante 12.000 espectadores y afronta sin pesta?ear un repertorio de 34 canciones, sin atajos ni omisiones que valgan. Tres horas de raphaelismo en vena para dejar extenuados hasta a los raphaelistas m¨¢s contumaces.
Lo vivieron el jueves y lo vivimos anoche en el WiZink Center, una vez m¨¢s talism¨¢n y casillero de salida para el de Linares, que prende as¨ª la mecha de su gira Resinph¨®nico (la huella ic¨®nica de la ph, como la garganta de su instigador, lo impregna todo) antes de hacer las Am¨¦ricas y regresar a territorio peninsular, de Barcelona a Marbella, a partir de junio. Cuentan que Rafael Martos S¨¢nchez se sienta durante las pruebas de sonido, dosifica las energ¨ªas y trata con elegancia y finura exquisitas a sus compa?eros de escenario, 85 m¨²sicos cl¨¢sicos que en no pocos casos podr¨ªan ser casi sus nietos. Pero a la hora de la comparecencia p¨²blica ya no hay hueco para las medias tintas. Raphael se comporta como un torbellino, una tormenta Elsa para la suprema agitaci¨®n emocional. Y la Orquesta Sinf¨®nica de M¨¢laga, h¨¢bil, d¨²ctil y correosa, ha de emplearse a fondo para que ese caballero septuagenario y manierista no se les pierda de vista cual escalador colombiano despeg¨¢ndose del pelot¨®n en pleno ascenso del Tourmalet.
Tiene nuestro hombre de negro la generosidad de abrir boca con una pieza reciente y de autor joven, Infinitos bailes, una composici¨®n con la que Mikel Izal demuestra su vocaci¨®n vers¨¢til. A Raphael le encanta hablar en sus canciones sobre Raphael, porque el personaje reclama un universo propio, personal¨ªsimo, un sistema planetario en que todo orbita en torno al astro rey. Rafael retrata a este Raphael oto?al dando ¡°gracias por haber llegado hasta aqu¨ª¡± (Ahora, joya manifiesta de Bunbury, raphaelista mayor del rock) o avisando de que se siente ¡°igual que ayer, pero m¨¢s fiero¡± (Loco por cantar). Pero rescata tambi¨¦n a aquel hurac¨¢n temperamental y biso?o que ya en 1965 no dudaba en asumir Los hombres lloran tambi¨¦n, una preciosidad no muy divulgada que desmonta ese arquetipo precipitado y burdo del jiennense como un mero volc¨¢n de testosterona.
En realidad, Martos es, con 80 ¨¢lbumes en su hoja de servicio, un g¨¦nero en s¨ª mismo, un prodigio de vigencia y un milagro intergeneracional. Hab¨ªa muchos caballeros, y no digamos se?oras, de edades venerables en los grader¨ªos, y su ¨ªdolo les complace diciendo que la ¡°m¨²sica de verdad¡± es aquella que emit¨ªan las radios antiguas. Pero este Resinph¨®nico le tira los tejos a o¨ªdos mucho m¨¢s joviales, zarandeando a la orquesta de Rub¨¦n D¨ªez con s¨²bitos terremotos electr¨®nicos en Digan lo que digan o Mi gran noche, con la que hace muchos quinquenios que nadie se aguanta en su silla.
Inequ¨ªvocamente m¨¢s poderoso y torrencial de voz que en sus giras de 2015 y 2017, el hombre de Yo soy aquel o En carne viva salpimenta esta radical puesta al d¨ªa con alguna epopeya muy hermosa en su apoteosis (Inmensidad), exhibiciones de teatralidad exacerbada (Por una tonter¨ªa), un curioso mano a mano con la voz real de Gardel en Volver y hasta una cita de los Beatles (Day tripper) para Estuve enamorado. Como otros grandes de su generaci¨®n, especialmente Perales, Raphael ha padecido el desd¨¦n de una modernidad faltona o mal entendido. Cualquiera que se asomara anoche por el Palacio de Deportes con los prejuicios orillados comprobar¨ªa en carnes el efecto arrollador de su fuerza gravitatoria. Y que digan lo que digan.
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