El s¨¦quito gitano de los Reyes Magos
Juan Garc¨ªa cumple el tercer grado penitenciario y organiza la primera carroza de esta minor¨ªa que desfilar¨¢ el cinco de enero
Los ra¨ªles del tren son como una herida abierta que parte el vecindario en dos. A uno y otro lado de las traviesas hubo chabolas, terraplenes de gravilla y barro, mucho barro. La Celsa, Piesnegros o Barranquillas: asentamientos con nombre propio que conformaron una geograf¨ªa de la miseria llamada Entrev¨ªas. Entre sus calles proliferaban peque?os altares a los narcotraficantes muertos que osaron desafiar la pobreza. Juan Garc¨ªa, de 39 a?os, creci¨® marcado por aquellos nombres. En la casa de su t¨ªo era habitual ver bolsas de supermercado sobre la mesa del comedor repletas de coca¨ªna. Y en el albor de la adolescencia ¨¦l mont¨® su propia milicia de j¨®venes en ch¨¢ndal con hambre de oro y prestigio.
Garc¨ªa ha pagado un alto precio por aquellos d¨ªas en los que so?¨® con tener la vida de otro. Estaf¨® un mill¨®n de euros, trafic¨® en las discotecas, condujo un deportivo italiano, durmi¨® en los mejores hoteles, coleccion¨® relojes y zapatos, pero aquel desenfreno lo llev¨® a cumplir una condena de 4 a?os. Durante los primeros permisos penitenciarios, sali¨® dispuesto a cambiar y reconciliarse con su familia. Fue hace un a?o cuando llev¨® a hombros a su hijo menor a seguir la cabalgata de los Reyes Magos en Vallecas. Las carrozas de diferentes colectivos iban pasando una tras otra en un ambiente de jolgorio: peruanos, dominicanos y colombianos, pero ninguna representaci¨®n del pueblo gitano. El peque?o pregunt¨® por qu¨¦ ellos no pod¨ªan desfilar tambi¨¦n. Su padre le prometi¨® hacer lo posible para que as¨ª fuera.
De esta manera comenz¨® la aventura de organizar la primera carroza gitana en recorrer Madrid el cinco de enero. Ahora hay alrededor de un centenar de personas implicadas, entre chicos y adultos. Han conseguido el permiso de la Junta del Distrito, que cede adem¨¢s el veh¨ªculo con megafon¨ªa. Las asociaciones vallecanas apoyan la difusi¨®n del evento para que se sume a ¨¦l cuanta m¨¢s gente mejor. Hasta que se acerca la fecha, en un local vecinal frente a las v¨ªas del tren, los m¨¢s peque?os confeccionan disfraces, escriben cartas a Sus Majestades o elaboran las decoraciones. ¡°Desde la carroza voy a lanzar muchos caramelos a los dem¨¢s ni?os¡±, dice Mari Salazar, de 7 a?os, provista de cartulinas, rotuladores y purpurina. Ella no parece conocer la historia de Garc¨ªa.
En los preparativos reina un caos operativo. Enseguida los ¨¢nimos prenden: suenan guitarras y la voz de varias madres acompa?an. Los compases de buler¨ªa espolean el arrojo de dos ni?os, que rompen a taconear subidos a una mesa. Despu¨¦s vendr¨¢n varios villancicos cantados a coro. En el bullicio, Garc¨ªa define la iniciativa como un gesto de apertura: ¡°Esta va a ser una carroza inclusiva, donde caben todos. Tambi¨¦n tenemos a varios payos ayudando. Han crecido entre nosotros y son como uno m¨¢s. Jam¨¢s podr¨ªamos discriminarlos. Solo queremos aportar nuestro grano de arena a la vida del barrio en estas fechas¡±.
Entrev¨ªas sobresale por un dato: sus vecinos tienen los ingresos m¨¢s bajos de Madrid, casi cuatro veces menor que la renta media del barrio de Salamanca. Adem¨¢s, el distrito es uno de los que alberga mayor presencia del pueblo gitano en la capital. Por eso sorprende que ni si quiera aqu¨ª esta minor¨ªa haya desfilado con carroza propia en la cabalgata de los Reyes Magos. ¡°Este es un deseo cumplido, el de muchas familias que quieren decir ¡®aqu¨ª estamos¡¯. Somos espa?oles, pero a la vez un pueblo con nuestras tradiciones y costumbres. Tenemos muchas cosas positivas que aportar a la sociedad si se nos da la opci¨®n¡±, dice Garc¨ªa.
De oportunidades ¨¦l sabe mucho. La suya es una historia de redenci¨®n. Garc¨ªa ha querido aprovechar su libertad condicional para ayudar a otros en su situaci¨®n y prevenir el delito en los Institutos: ¡°Les explico a los chavales que si por alcanzar tus objetivos puedes perderlo todo y dejar un reguero de v¨ªctimas, no vale la pena. Podemos alcanzar las metas de otra manera, aunque cueste m¨¢s esfuerzo. Pero solo as¨ª las podemos disfrutar de verdad, rodeados de quienes queremos. De lo contrario, corremos el riesgo de que nuestros sue?os se conviertan en pesadillas¡±. A esa advertencia se suma una reflexi¨®n acerca del cine o las series: ¡°Pueden contribuir a idealizar el crimen¡±, asegura.
Hubo un tiempo en el que ¨¦l tambi¨¦n ensalz¨® las haza?as al margen de la ley. Sent¨ªa admiraci¨®n por sus predecesores. La adrenalina fue el combustible que necesitaba. Y se crey¨® m¨¢s valiente que nadie. ¡°Los que de verdad tienen coraje se levantan todos los d¨ªas a las siete de la ma?ana y no cometen ninguna locura por amor a los suyos¡±, anota hoy. Pero el delito, explica, tiene ra¨ªces profundas. ¡°La miseria y la marginaci¨®n lo alimentan¡±. El Entrev¨ªas de su ni?ez era un buen reflejo. Ahora las cosas han cambiado. El suyo contin¨²a siendo el c¨®digo postal m¨¢s humilde de la ciudad, pero la guerra por el control del tr¨¢fico y la extorsi¨®n ha salido de las calles. Aunque se libra otra batalla silenciosa: la falta de expectativas, cuenta.
Con todo, los chiquillos que brujulean por la sala, ocupados en sus quehaceres navide?os, han conocido otro barrio bien distinto. Sin plomo ni jeringuillas. ¡°Les he pedido a los Reyes un patinete el¨¦ctrico¡±, confiesa Izan Garc¨ªa, de 6 a?os. ¡°Yo todav¨ªa no lo he decidido, porque hay muchas cosas que me gustan y tengo semanas para pensarlo¡±, agrega Aitana Serrano, de 8. Mientras ellos despliegan un rollo de espumill¨®n dorado, Garc¨ªa se despide de sus padres. Tiene que pasar la noche en el centro penitenciario de Alcal¨¢ Meco. Tardar¨¢ una hora en llegar en coche. Los peque?os no se percatan de su ausencia. Ellos solo quieren regalos.
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