Ah, c¨®mo hemos cambiado
Las cabalgatas son menos humildes, en general, m¨¢s luminosas y sofisticadas que hace treinta a?os
El t¨ªtulo de la columna evoca el tema del grupo de m¨²sica ¡°Presuntos Implicados¡±, solo que yo no voy a hablar de ¡°aquella amistad¡±, sino de c¨®mo eran las cabalgatas de Reyes cuando yo era peque?a, en los 80. Justo cuando comenz¨® su andadura el m¨ªtico conjunto yeclano afincado en Valencia.
Las he vivido de muchas formas. He sido una espectadora feliz y despreocupada a hombros de mi padre y de mi t¨ªo, que no tem¨ªa los impactos de los caramelos duros como piedras que hab¨ªa antes. Estaban los de forma de gajo, de naranja y lim¨®n. Riqu¨ªsimos, pero si no los mord¨ªas a tiempo, pod¨ªan cercenarte la lengua de lo afilados y finos que se quedaban. Tambi¨¦n lanzaban otros que te pintaban la boca de rojo o de verde, en funci¨®n de si el papel que los envolv¨ªa era de Dr¨¢cula o de Frankenstein. Muy buenos, eso s¨ª, no se te quitaba el colorante en horas.
Por aquel entonces, deb¨ªa tener una capa t¨¦rmica invisible, la de la emoci¨®n, supongo, que me permit¨ªa aguantar de pie lo que me parec¨ªan horas, hasta que, al fin, obten¨ªa mi recompensa: que aparecieran los Reyes. Al menos, ese rato, no padec¨ªa los rigores de los inviernos g¨¦lidos. En Alcorc¨®n, no me cansar¨¦ de decirlo, nuestro Baltasar ya era negro en esa ¨¦poca y no alguien tiznado. Afirmo con orgullo que hemos sido unos adelantados a nuestro tiempo. La costumbre consuetudinaria fue hacerlo siempre bien.
Cuando entr¨¦ en la Escuela de m¨²sica municipal, algo m¨¢s mocita, comenz¨® una nueva etapa para m¨ª. El hecho de que yo tocara el piano limitaba cualquier participaci¨®n en actos que tuvieran lugar en la calle puesto que no pod¨ªa cargar mi instrumento y llevarlo a cualquier sitio. Afortunadamente, tambi¨¦n cantaba en el coro y eso me permiti¨® participar en alguna cabalgata. Conservo recuerdos vagos, de llevar leotardos blancos tupidos, algo de cartulina azul cielo y algod¨®n. Materias primas de incuestionable nobleza que deb¨ªan formar parte de mi disfraz de ¨¢ngel. Tambi¨¦n me acuerdo de caminar un mont¨®n y de estar al otro lado, de ser yo la que lanzaba dulces entre villancico y villancico y de ver las caras de la gente. La experiencia me encant¨®.
Tres d¨¦cadas despu¨¦s, las cabalgatas son menos humildes, en general, m¨¢s luminosas y sofisticadas, en algunas hay reinas, en lugar de reyes y en otras hasta se escucha reggaet¨®n. Las t¨¦cnicas de recogida de caramelos, tras a?os de impacto de proyectiles en el cuerpo y los posteriores moratones, son cada vez m¨¢s innovadoras y ahora, lo que se lleva es ir con el paraguas, ponerlo al rev¨¦s y convertirlo en zurr¨®n. Sin embargo, hay cosas que no cambian: en muchas partes del pa¨ªs, todav¨ªa siguen pintando a gente blanca para emular a Baltasar y por mucho que haya quien se escude en la tradici¨®n, resulta, adem¨¢s de muy ofensivo, completamente arcaico.
Que se transforme todo lo que se tenga que transformar si eso supone ir a mejor, que todas las personas que quieran quepan y se sientan incluidas en la noche m¨¢gica y que contin¨²e la ilusi¨®n.
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