La segunda vida de la casa de los terroristas del 11-M
Un hombre compra como vivienda, tras pensarlo "mucho", la guarida yihadista. El pueblo de Morata de Taju?a quiere quitarse el sambenito de que all¨ª se planearon los atentados
Despu¨¦s del verano, la vendedora volvi¨® a llamar a Javier. La mujer aceptaba el ¨²ltimo precio que ¨¦l hab¨ªa ofrecido por el chal¨¦ y que ella hab¨ªa rechazado tres meses antes por considerarlo demasiado bajo. Incluso despu¨¦s de esa rebaja de la propietaria, Javier se lo pens¨® dos veces antes de formalizar la compra ante notario: la historia de la casa le hac¨ªa dudar.
Cuando entr¨® por primera vez con las llaves en la mano, como leg¨ªtimo due?o de ese pedazo de tierra en medio de la nada, o lo que es lo mismo, la M-313, la edificaci¨®n estaba destruida. Solo quedaban en pie las paredes y una parte del techo. El suelo estaba lleno de cristales rotos y basura. Las ventanas hab¨ªan sido forzadas hasta saltar del marco.
Durante el tiempo que la casa hab¨ªa estado abandonada, cuando los adolescentes de los alrededores y los saqueadores le perdieron el respeto a la cinta policial que imped¨ªa el paso, dentro se hicieron botellones, fogatas y raves. Los muros de la construcci¨®n principal, el aljibe y una segunda planta a medio hacer se fueron convirtiendo poco a poco en ruinas. Las paredes se tiznaron de holl¨ªn. Lo poco valioso fue transportado en furgonetas a chatarrer¨ªas o mercadillos de segunda mano. La parcela hab¨ªa ardido y lo que quedaba, cuando Javier apareci¨® por all¨ª por primera vez, no era m¨¢s que tierra quemada.
¡°Me lo pens¨¦ mucho¡±, recuerda Javier. ¡°Parece ser que el marido de la se?ora hab¨ªa salido de la c¨¢rcel y se quer¨ªan ir. Aceptaron el dinero que les ofrec¨ª. Yo dud¨¦ incluso m¨¢s todav¨ªa. Pero dije, mira, la casa est¨¢ al lado de una parada de autob¨²s, que me permite ir y venir a Madrid todos los d¨ªas. Yo no tengo m¨¢s pasta. No puedo hacer otra cosa¡±.
As¨ª comenz¨® en 2006 la segunda vida de una casa de labranza de Morata de Taju?a que ha pasado tristemente a la historia. Dos a?os antes, una c¨¦lula terrorista fabric¨® en su interior las bombas del 11-M, el peor atentado de la historia de Espa?a. Las detonaciones en distintos trenes de cercan¨ªas en las inmediaciones de la estaci¨®n de Atocha segaron la vida de 191 personas. Un polic¨ªa del grupo de operaciones especiales muri¨® en los d¨ªas posteriores, durante la persecuci¨®n de los culpables. Espa?a fue entonces una naci¨®n en luto.
La historia de los d¨ªas anteriores y posteriores al atentado islamista est¨¢ llena de equ¨ªvocos. El primero, que el terreno en el que se asiente la casa ni siquiera pertenece a Morata. En realidad forma parte de Chinch¨®n, el municipio de al lado, pero un error en un primer informe policial que lleg¨® a los juzgados ha hecho perdurar un malentendido que la gente de Morata no ha podido ahuyentar ni promulgando bandos del Ayuntamiento. Esos edictos municipales que contaban la verdad tuvieron poca repercusi¨®n, y a todos los efectos el horror del 11-M se ide¨® en este pueblo del sureste de la Comunidad de Madrid.
De aquella casa permanecen los cimientos y la estructura principal. No puede ser de otra manera. Como se encuentra en una zona r¨²stica no urbanizable, solo se puede reformar lo que estaba en pie desde julio de 2001, cuando sali¨® adelante la ley del suelo de la Comunidad de Madrid. Javier se la compr¨® a Nayat Fadal Mohamed, una ceut¨ª casada con un sirio, Mohamed Needl Acaid, en prisi¨®n en ese momento por sus conexiones con un implicado en el 11-S, el atentado de las Torres Gemelas. Ella le hab¨ªa alquilado la casa por 210 euros al mes a unos conocidos de un conocido, que en realidad eran, entre otros, Ben Abdelmajid Fakhet, El Tunecino, y Jamal Ahmidan, El Chino. Dos de los autores m¨¢s destacados de los ataques.
Estos dos contrataron entonces a un alba?il ceut¨ª para hacer algunos arreglos, pero lo despidieron antes de acabar los trabajos. Hasta all¨ª llegaron los explosivos por carretera desde Mina Conchita, en Asturias. La maquinaria terrorista estaba en marcha y a punto de actuar. Cuando el nuevo propietario tuvo la casa entre sus manos poco quedaba de aquellos d¨ªas. Aprovech¨® para construir encima, como hac¨ªan los conquistadores sobre las ruinas de los imperios derrotados: "Tir¨¦ millas. A m¨ª se me olvida que aqu¨ª se fabricaron las bombas. Gente conocida y tal a veces me comenta, y entonces me acuerdo. Pero en general no forma parte de mi relaci¨®n con la finca. Yo ten¨ªa una amiga que viv¨ªa en una casa de la Inquisici¨®n. Si nos ponemos con ese rollo no vivimos en ning¨²n sitio. Yo compr¨¦ un terreno y ya est¨¢...".
Dice que ha reconstruido todo "poco a poco" y "con m¨¢s pena que gloria". Es demasiado modesto. En el techo hay colocados dos paneles solares de gran tama?o. La finca est¨¢ rodeada de cipreses que dificultan la vista, pero se adivina que el interior est¨¢ cuidado y blindado contra los intrusos. A menudo le han robado. Aprovechan que pasa los d¨ªas en Madrid y que por los alrededores apenas hay vida para entrar y arramblar con todo lo que encuentran. "Me han arrancado hasta las cortinas. Y durante la construcci¨®n me robaban las herramientas. La inseguridad es un horror. Antes de poner ciertas medidas me asaltaban a menudo", cuenta.
Junto a la puerta principal ha levantado dos muros por donde antes era f¨¢cil colarse. El port¨®n se cierra con unas gruesas cadenas a prueba de cortafr¨ªos, echadas incluso cuando ¨¦l est¨¢ dentro haciendo labores de jardiner¨ªa. Un perro de dientes afilados y malas pulgas ladra sin descanso a quien se acerca. Sus advertencias se extienden como ondas por el p¨¢ramo hasta rebotar en alg¨²n punto donde hacen eco. La visita acaba resultando insoportable.
Los vecinos no pueden olvidar que all¨ª se fragu¨® el atentado. Algunos llegaron a tener cierta relaci¨®n con los terroristas. Pensaban que eran agricultores y trabajadores de la construcci¨®n. Un se?or mayor que viv¨ªa enfrente, seg¨²n cuenta su hijo, les pidi¨® prestada una hormigonera d¨ªas antes de los atentados y se la dejaron muy amablemente. Despu¨¦s ocurri¨® lo que ocurri¨®, y el hombre no ha sabido muy bien qu¨¦ hacer con la hormigonera.
En aquellos d¨ªas de 2004, ?ngel M. S¨¢nchez Sacrist¨¢n era polic¨ªa local. Hoy es el alcalde de Morata de Taju?a. Recuerda que en el primer auto de entrada en la casa, la polic¨ªa escribi¨® que pertenec¨ªa a Morata. La polic¨ªa local contest¨® que era cierto que estaba cerca de su n¨²cleo urbano, en la vega junto al r¨ªo Taju?a, pero que t¨¦cnicamente pertenec¨ªa a Chinch¨®n. El juzgado rehizo el auto, pero para la opini¨®n p¨²blica ya era tarde: Interior hab¨ªa enviado la nota de prensa con ese error. ¡°As¨ª qued¨® para siempre. Nos cay¨® el sambenito¡±, afirma S¨¢nchez en su despacho. As¨ª comenz¨® a escribirse la historia de la casa de Morata de Taju?a que en realidad no estaba en Morata de Taju?a.
Morada de narcotraficantes
La casa donde se ultimaron los preparativos del 11-M no es la ¨²nica casa blindada de los alrededores. A los lados de los caminos que surcan la vega de Chinch¨®n y Morata se han ido levantando construcciones cada vez m¨¢s sofisticadas, pese a las advertencias de las autoridades, que han colocado en los accesos grandes carteles en los que anuncian que toda edificaci¨®n sin licencia municipal ser¨¢ demolida. ¡°Hay una indisciplina urban¨ªstica en la zona que crea un foco para ser un buen escondite. Como no est¨¢ bien ordenado es complejo de vigilar. Creo que fue un matiz importante para que los terroristas buscaran ese enclave¡±, explica el alcalde de Morata, ?ngel M. S¨¢nchez Sacrist¨¢n.
La misma l¨®gica ha tra¨ªdo hasta aqu¨ª a los clanes de la droga que antes operaban en la Ca?ada Real, junto al vertedero de Madrid, y se vieron obligados a cambiar de ubicaci¨®n por el acoso policial. A trav¨¦s de las verjas de estos chal¨¦s con piscina se ven coches de gran cilindrada, furgonetas Mercedes y fuertes medidas de seguridad. Un par de c¨¢maras apuntan a los accesos principales. Las puertas de seguridad de la entrada tienen el grosor de las que se colocan en los bancos. Se necesita algo m¨¢s que una maza para derribar algo as¨ª. Las autoridades policiales han certificado que en este lugar se han instalado Los Gordos, una familia extensa dedicada durante a?os al narcotr¨¢fico. Los cabecillas han mostrado su disposici¨®n a abandonar el narcotr¨¢fico y reinsertarse pero aseguran que una rama de la organizaci¨®n que ellos no controlan contin¨²a con el negocio.
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