Que no sea nada lo del esguince
Era el consejo que daba a los reci¨¦n llegados: Madrid hab¨ªa que pasearla mirando hacia arriba. Ya no
Madrid hab¨ªa que pasearla mirando hacia arriba. Ya no. Era mi norma y, a la vez, el consejo que les daba a los reci¨¦n llegados para que la gran ciudad no les pareciera hostil. Basta ya, les dec¨ªa (ya no), de salir del portal mirando al suelo y con el tiempo justo para llegar a cualquier parte. En la Gran V¨ªa os perd¨¦is fachadas preciosas e imponentes esculturas que se recortan sobre el cielo madrile?o. ¡°Levantad la vista¡±, les dec¨ªa. Ya no.
Si atraves¨¢is la plaza del Rey, mirad el monumento y leed la c¨ªnica leyenda que dice ¡°El Ej¨¦rcito espa?ol a uno de sus h¨¦roes del 2 de mayo¡±. Se preguntar¨¢ con retranca el homenajeado, el teniente Ruiz, d¨®nde estaba el glorioso Ej¨¦rcito espa?ol cuando ¨¦l y sus dos colegas Dao¨ªz y Velarde lo necesitaron. Tampoco se me ocurre sugerirle a nadie que despegue la vista del suelo cuando llegue a la Carrera de San Jer¨®nimo, casi esquina con Ventura de la Vega, para descubrir una azulejer¨ªa que nos cuenta que ah¨ª, justo ah¨ª, en ese lugar donde se encontraba el desaparecido hotel Rusia, se realiz¨® la primera proyecci¨®n de cine de Espa?a. Ah¨ª, justo ah¨ª, el d¨ªa de San Isidro de 1896 se instal¨® un artilugio que la prensa llam¨® ¡°la maravilla del siglo¡±, inventado por unos tal Lumi¨¨re, que proyect¨® La llegada de un tren a la estaci¨®n
Me gustaba sugerir (ya no lo hago) a visitantes y madrile?os que barrieran con la vista las fachadas para descubrir esas placas en altura que, como la del callej¨®n del Gato, nos recuerda que los espejos c¨®ncavos y convexos que hab¨ªa en la entrada de la antigua ferreter¨ªa que all¨ª hubo inspiraron el esperpento a Valle Incl¨¢n.
Mi consejo ahora es que no despeguen la vista de la acera. Miren al suelo y, como mucho, de vez en cuando al frente. Hay que esquivar a est¨²pidos turistas que viajan sin mirar m¨¢s all¨¢ de la pantalla de su m¨®vil; hay que buscar hueco entre motos para cruzar a la otra acera, hay que sortear ciclistas que circulan como locos para ganarse un par de euros llevando una pizza con cerveza a un t¨ªo incapaz de salir de casa ni para tomarse una ca?a, hay que ir apartando o tumbando patinetes el¨¦ctricos¡ No miren arriba. Se juegan el pellejo, y, seg¨²n a qu¨¦ edad, una fractura del cuello del f¨¦mur.
El domingo pasado casi me atropella un patinete en la calle P¨¦rez Gald¨®s. Iba yo a mi bola, con paso irregular, atr¨¢s, adelante¡ mirando arriba, intentando identificar el portal que menciona don Benito en Fortunata y Jacinta en esa calle que antes se llamaba del Colmillo. Las torpes conductoras (iban dos) llevaron las de perder al intentar esquivarme. Una pretendi¨® abroncarme por haberme parado en seco en una calle peatonal. Sonre¨ª con muy mala leche y dese¨¦ que el esguince de su amiga no fuera nada.
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