Aire fresco para el ¡°pulm¨®n literario¡± de Madrid

La Cuesta de Moyano es el pulm¨®n literario de Madrid. En la pendiente que une el Parque de El Retiro con Atocha, apenas 200 metros, se apilan miles de libros antiguos esperando que, como dijo el poeta, una mano de nieve venga a arrancarlos. Pero el negocio hoy no es tan pr¨®spero como anta?o. Desde que se peatonaliz¨® la zona, en 2007, la crisis del papel y la irrupci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas han reducido las ventas. Seis personas se han propuesto recuperar su pasado glorioso creando la Asociaci¨®n de Amigos Feria del Libro de Moyano, inscrita en el Registro de Asociaciones de la Comunidad de Madrid el 14 de febrero.

Entre sus objetivos destacan aunar el canon que pagan los libreros, darle mayor visibilidad y dinamizar su actividad comercial. ¡°La intenci¨®n es convertir La Cuesta en un referente cultural para el pr¨®ximo siglo. Si confiamos en las instituciones, el lugar se muere¡±, afirma Lara S¨¢nchez, presidenta de la asociaci¨®n y una de sus creadoras. S¨¢nchez, de 45 a?os, es nieta de Jos¨¦ Antonio Fern¨¢ndez Berchi, un hist¨®rico librero fallecido en 2010. Su caseta, la n¨²mero 26, aglutin¨® durante d¨¦cadas improvisadas tertulias entre sus clientes, personajes tan ilustres como Julio Caro Baroja, Enrique Tierno Galv¨¢n, Francisco Umbral o Camilo Jos¨¦ Cela.

Aquel lugar marc¨® desde la infancia a S¨¢nchez, que tras la desaparici¨®n de su abuelo se afan¨® en promocionarlo. La aventura culmin¨® el a?o pasado, durante el centenario de la Cuesta. Para financiar el proyecto, S¨¢nchez vendi¨® a la Biblioteca Nacional una colecci¨®n de 13 cartas que se cruzaron Jos¨¦ Ortega y Gasset y Ramiro de Maeztu a principios del siglo XX. Las hered¨® de Berchi. ¡°Mi abuelo amaba los libros y no solo me lo inculc¨® a m¨ª, tambi¨¦n lo transmiti¨® a sus clientes¡±, afirma emocionada.

Ese compromiso se tradujo en la campa?a Soy de la Cuesta, en la que participaron escritores como Arturo P¨¦rez Reverte, Rosa Montero, Antonio Lucas o Marwan. La buena acogida ciudadana le hizo pensar que hab¨ªa que escribir un cap¨ªtulo m¨¢s. Y as¨ª fue c¨®mo S¨¢nchez se rode¨® de amantes de las letras y de libreros para crear la asociaci¨®n. Desde hist¨®ricos como Guillermo Bl¨¢zquez, que lleva m¨¢s de medio siglo en Moyano, a j¨®venes como Carolina M¨¦ndez, hija y nieta de libreros.

Los socios pagar¨¢n una cuota anual de 10 euros. Ese dinero servir¨¢ para financiar actividades. ¡°Antes hab¨ªa un trasiego constante, ten¨ªa clientes fijos y se hac¨ªan compras muy superiores¡±, reconoce Bl¨¢zquez, de 75 a?os. Hace tiempo que ¨¦l y sus compa?eros solicitan la instalaci¨®n de una carpa en este repecho para realizar actos literarios. En su lugar colocaron churrer¨ªas y puestos de bisuter¨ªa. ¡°Ese p¨²blico no nos conven¨ªa, nosrest¨® actividad. Ninguna instituci¨®n hace nada, nos sentimos abandonados. Ahora el Ayuntamiento ha aprobado una subvenci¨®n para las ferias de libros de viejo y nos hemos quedado fuera¡±, se queja.

Fuentes municipales sostienen que ¡°las l¨ªneas de trabajo para la Cuesta de Moyano van por otro lado¡±, aunque no las especifican. En enero de 2018, Manuela Carmena anunci¨® la construcci¨®n de una cafeter¨ªa cultural para revitalizar la Cuesta. Sin embargo, los t¨¦cnicos paralizaron el proyecto al considerar que se trataba de una zona protegida. Para otros, la estructura era incompatible con la candidatura del eje Prado-Retiro a la lista de Patrimonio de la Humanidad. Una portavoz municipal revela que la concejal de Cultura, Andrea Levy (PP), visit¨® a los 24 libreros que a¨²n abren sus casetas (hay 30 puestos de madera) en octubre, un mes antes de las elecciones generales. Explica que su departamento a¨²n estudia f¨®rmulas para responder a sus demandas, lo que impacienta a los libreros.

Quienes no han dejado de pisar ¡°la calle m¨¢s le¨ªda de Madrid¡±, como la defini¨® Umbral, han sido los literatos. Los fundadores de la asociaci¨®n han premiado su apoyo nombr¨¢ndoles socios de honor. Entre ellos se encuentra el escritor y editor P¨ªo Caro-Baroja, que lamenta que no se incentive el oficio de librero, lo que dificulta el relevo generacional. Su familia siempre estuvo muy involucrada con la feria. Tanto que su t¨ªo-abuelo P¨ªo Baroja ya lider¨® en 1925 un escrito firmado por intelectuales de la ¨¦poca para quejarse del emplazamiento elegido por el Ayuntamiento cuando este decidi¨® mudarles de la verja del Jard¨ªn Bot¨¢nico. El mismo lugar que hoy defienden sus descendientes y en el que el padre de Caro-Baroja logr¨® recuperar para su colecci¨®n privada los t¨ªtulos que hab¨ªa publicado su padre con la editorial Caro Raggio, destruida durante la Guerra Civil.