El bar m¨¢s peque?o de Madrid esconde un templo del flamenco
Vicente Romero regenta el San Rom¨¢n, uno de los locales m¨¢s especiales de la capital
La primera regla de su clientela es negar su existencia. "No s¨¦ de qu¨¦ me hablas", dice el cineasta Jon¨¢s Trueba. "?El qu¨¦?", se hace el despistado el periodista cultural C¨¦sar Su¨¢rez. "Ni idea", remata la actriz Lola Due?as. El San Rom¨¢n, un bar tan peque?o que el ¨¢rbol de Navidad cuelga boca abajo del techo, es uno de los secretos mejor guardados de la noche madrile?a.
El lugar no se ve a primera vista. Se esconde en un semis¨®tano mal iluminado, tras una doble puerta negra de hierro. Hay que bajar unas escaleras para llegar a una peque?a barra en forma de uve. A la derecha, un hueco con un perchero donde la clientela deja los abrigos. A la izquierda, el cuarto de ba?o. No hay m¨¢s que ver. Esto es todo.
Detr¨¢s de una pata de jam¨®n y un florero desproporcionadamente grande, asoma la cabeza Vicente Romero, el due?o del lugar, de 64 a?os. Cada d¨ªa, desde que abre hasta que baja la persiana, a veces cuando ya est¨¢ amaneciendo, Romero pone flamenco a toda voz. En una televisi¨®n plana, sobre un archivero blanco, emite en bucle los DVD de una colecci¨®n descatalogada de los mejores cantaores de la historia. Sin avisar, cuando nadie se lo espera, se arranca a tocar las palmas. El San Rom¨¢n, entonces, se enciende como por ensalmo.
Una noche de entre semana entra por la puerta Rodrigo L¨®pez, abogado de 41 a?os. Es cliente desde los 19. Acababa de impartir un curso en el Colegio de Abogados y lo ha hecho de cine. Ha salido por la puerta grande. Viene de all¨ª bien acompa?ado. Sin mediar palabra, pide una ronda de tequila para todos los presentes. "Lo que pasa aqu¨ª, se queda aqu¨ª", dice, y as¨ª desvela la segunda regla del San Rom¨¢n. "Solo se viene aqu¨ª con gente especial. Para encandilar. ?Verdad, Vicente?", pregunta. "Verdad", responde.
En este bar de unos 15 metros cuadrados y aforo para no m¨¢s de 15 personas, no hay cocina, obviamente. Pero el due?o ¡ª¨²nico empleado¡ª ofrece tapas y raciones de embutidos de primera calidad, salmorejo, boquerones en vinagre, latas de conserva gourmet de Galicia marca Frinsa y un tomate Raf ecol¨®gico y natural "que no se encuentra ni en los mejores hoteles del mundo", dice Vicente. "Esto es un sitio de delicatessen".
El due?o, de primeras, tiene un car¨¢cter ¨¢spero, propio de la serran¨ªa andaluza de la que proviene. "Vicente es muy selectivo con la gente. Si entra alguien que monta bulla o dice inconveniencias, Vicente no tiene reparo en invitarle a irse", explica C¨¦sar Su¨¢rez, redactor jefe de Cultura de la revista Telva.
Tercera regla del San Rom¨¢n (plaza Puerta Cerrada, 7): no decir inconveniencias.
Y sin esperar m¨¢s, ah¨ª va la cuarta: interesarse en el flamenco.
"Vicente es un entendido. Es lo que se dice un flamenc¨®lico, porque no es un ortodoxo pero escuchando 12 horas al d¨ªa de flamenco sabes y entiendes. Tiene mucho gusto. Ha conocido a muchos guitarristas y cantaores", abunda Su¨¢rez.
Es verdad, y ¨¦l no lo oculta. Vicente riega la noche de reflexiones sobre el cante y el destino:
¡ªConoc¨ª a Morente, Enrique de Melchor, Tomatito y Mora¨ªto Chico. Solo vive Tomatito. Los otros tres murieron de c¨¢ncer. La enfermedad del flamenco es el c¨¢ncer.
A veces desaparece por una trampilla en el suelo, donde esconde un almac¨¦n. El bar se queda hu¨¦rfano. Pero unos minutos despu¨¦s surge a la superficie y la clientela le aplaude.
"Es un bar un poco secreto", incide Trueba, que rod¨® aqu¨ª su segunda pel¨ªcula, Los Ilusos. "Se han fraguado dentro amistades y momentos estelares. Va gente muy aut¨¦ntica. Sabes cuando entras pero no cuando sales". A eso se le une Su¨¢rez, que define el San Rom¨¢n como una "cueva donde el tiempo queda en suspenso". As¨ª llegamos al quinto mandamiento: al San Rom¨¢n se va sin reloj.
Vicente tiene ideas extravagantes. Llam¨® al bar Al Vicente Copas, pero como antes se llamaba San Rom¨¢n prefiri¨® usar los dos nombres. Si le gustas y le inspiras confianza, te da una tarjeta de visita. Por un lado es azul y pone "Al Vicente Copas". Por el otro es roja y se lee "San Rom¨¢n". Un bar min¨²sculo con dos nombres.
El rostro de la actriz Lola Due?as puebla las paredes. Es asidua. "Vicente es mi casa, mi barrio, mi Madrid. En su bar hemos mezclado siempre cine, vida, vino y cecina. A mi Vicente le quiero mucho", escribe Due?as por WhatsApp, revelando la ¨²ltima norma no escrita del San Rom¨¢n: llevar a Vicente en el coraz¨®n.
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