La democracia, una obligaci¨®n para todos los chilenos
Entre las instituciones de la rep¨²blica que empezaron a crujir y a resquebrajarse est¨¢n los medios de comunicaci¨®n tradicionales
El pr¨®ximo domingo 4 de septiembre los chilenos volveremos a las urnas para culminar institucionalmente un proceso que parti¨® el 18 de octubre de 2019 en las calles fuera del orden establecido.
Cualquiera sea el resultado, todos los que habitamos en este pa¨ªs tendremos que hacer una an¨¢lisis introspectivo, pero tambi¨¦n sobre el pa¨ªs que queremos ser.
Es un lugar com¨²n decir que Chile cambi¨®. Todo est¨¢ siempre cambiando. Aqu¨ª, en el viejo continente y hasta en China, son solo las distintas velocidades en los cambios las que a veces nos confunden.
Cierto es que Chile no es el de hace 10 a?os, mucho menos el de hace 30. Composici¨®n demogr¨¢fica, grandes vol¨²menes de inmigraci¨®n (de la legal y de la otra), cambios en el PIB, reducci¨®n sistem¨¢tica de la pobreza, niveles de educaci¨®n y salud en est¨¢ndar OCDE.
Muchos intelectuales locales han escrito sobre estos fen¨®menos y sus implicancias en nuestro sistema democr¨¢tico. Los polit¨®logos advirtieron que en estos 30 a?os de joven democracia algunas de las piezas claves del engranaje pol¨ªtico entraban en crisis. Los partidos los primeros. El sistema judicial. El Congreso y su endog¨¢mica manera de rejuvenecerse. La apat¨ªa ciudadana que con la voluntariedad del voto fue dejando los asuntos p¨²blicos solo en manos de incumbentes. Otros, quiz¨¢s m¨¢s l¨²cidos, anunciaron que el milagro chileno del crecimiento econ¨®mico iba dejando una reguera de heridos en el camino. Pero nuestra borrachera del ¨¦xito en los rankings no nos dej¨® ver que la brecha de la distribuci¨®n de la riqueza ten¨ªa visos vergonzosos. Mientras algunos disfrut¨¢bamos de los frutos del Chile pujante, otros ten¨ªan menos suerte. Salud, educaci¨®n, pensiones, calidad de vida, en definitiva, eran abismalmente distinta para unos (pocos) y para el resto.
Es verdad que fuimos capaces de reducir la pobreza de un modo tal que pod¨ªamos sentirnos orgullosos del modelo chileno. Pero, como siempre, la estad¨ªstica mostraba lo que el conferencista quiere mostrar. Debajo, hab¨ªa y hay una realidad de la que los chilenos no solo no podemos enorgullecernos, sino de la que tenemos m¨¢s bien que avergonzarnos. No se trata de ser autoflagelantes. En casi todo, Chile es hoy un mejor pa¨ªs. La contradicci¨®n es que muchos chilenos ni lo sienten ni lo creen, pese a que la evidencia es real y abrumadora.
He dedicado mi vida al periodismo. Durante 25 a?os he sido testigo privilegiada de los hechos pol¨ªticos que han dibujado nuestra realidad y he tenido la oportunidad de relatarle a mis compatriotas a diario el devenir del pa¨ªs. Quiz¨¢s por eso no me detuve a tiempo en un fen¨®meno que intelectuales y polit¨®logos no destacaron a tiempo para intentar avisar de la crisis que se nos ven¨ªa.
Otra de las instituciones de la rep¨²blica que empez¨® a crujir y a resquebrajarse fueron los medios de comunicaci¨®n tradicionales. No es la oportunidad de referirse a las causas. Quisiera detenerme un segundo en las consecuencias.
Si nuestro rol era ser el cuarto poder, si de verdad represent¨¢bamos el punto de referencia de nuestras democracias, debimos atender a tiempo que la debacle de los medios tradicionales a manos de plataformas y redes sociales tendr¨ªa tambi¨¦n consecuencias pol¨ªticas, pero no lo vimos. Muchos de los medios, y algunos de mis colegas, abrazaron las redes sociales como un instrumento de marketing y vanidad personal, pensando que los likes eran un apoyo a su labor sin entender que eran m¨¢s un eco de la frustraci¨®n y rabia contenida en masas que no encontraban donde manifestar sus sentimientos y emociones.
El surgimiento de las redes sociales y de las plataformas en fact¨®tums de la realidad (tambi¨¦n de la moral y la ¨¦tica) y travestidos de supuestos medios de comunicaci¨®n han exacerbado el problema.
Una gran mayor¨ªa de ciudadanos dice informarse por esta v¨ªa, cuando estos no son medios. No responden a la vocaci¨®n period¨ªstica, no tienen m¨¦todo ni rigor, sin estructura ni edici¨®n, en definitiva, sin responsabilidad. As¨ª, la gente, que ya es incapaz de distinguir entre lo uno y lo otro, ni se informa ni es capaz de construirse una tesis de la realidad sobre el pa¨ªs en que viven y m¨¢s bien van recitando, repitiendo y vomitando la rabia y el estallido que el algoritmo de la plataforma exacerba en busca de m¨¢s tr¨¢fico y m¨¢s clics.
A menos de una semana del plebiscito de salida que aprobar¨¢ o rechazar¨¢ el borrador de texto constitucional que la Convenci¨®n (s¨ª, paritaria y diversa, pero tambi¨¦n inmadura, ingenua y mesi¨¢nica) le propuso al pa¨ªs, me desvivo, m¨¢s que por el resultado electoral, por la convicci¨®n que los medios tradicionales hemos resignado nuestro rol republicano y le hemos cedido un espacio y rol a las redes sociales que solo espero no sea tarde para recuperar. Porque cuando baje la espuma de la efervescencia social, la pol¨ªtica volver¨¢ a ser responsabilidad de todos, y la democracia una obligaci¨®n para todos; electores y elegidos y el periodismo y los medios o retomamos nuestro lugar como garantes de los procesos p¨²blicos o terminamos de desvanecernos en el eco, sordo y vulgar de las redes sociales y la plataforma de turno.
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