La izquierda en llamas: ?cu¨¢n universales son los derechos humanos?
Cuando la exacci¨®n se origina en un grupo extremista (Ham¨¢s) que forma parte de un pueblo oprimido, el relativismo de las izquierdas (eximiendo en este caso de responsabilidad culpable a los socialistas) es portentoso
La reciente oleada de ataques terroristas por el grupo Ham¨¢s sobre la poblaci¨®n civil israel¨ª ha cumplido una odiosa funci¨®n para las izquierdas chilenas: revelar, como una radiograf¨ªa, sus contradicciones y lo que mucho se parece a un doble est¨¢ndar en materia de violaciones a los derechos humanos. A decir verdad, no todas las izquierdas son culpables de tama?o relativismo. Si los socialistas no tardaron en repudiar la atrocidad de los atentados que provocan un enorme da?o (por la v¨ªa de las amalgamas) a la causa palestina, el Frente Amplio ensay¨® la estrategia del silencio, mientras que el Partido Comunista emiti¨® una sorprendente declaraci¨®n en la que no se pronunciaba sobre los horrores a la vista y s¨ª tomaba posici¨®n sobre las implicancias humanas de la ocupaci¨®n israel¨ª de territorios palestinos. Fue tan solo la diputada Carmen Hertz quien pudo sostener que es al mismo tiempo posible condenar los atentados de Ham¨¢s y la ocupaci¨®n israel¨ª de Cisjordania.
Socialistas y comunistas han hist¨®ricamente apoyado la causa palestina: todas sus tomas de posici¨®n se encuentran a la vista, en las que se aboga por la soluci¨®n de dos Estados para dos pueblos que leg¨ªtimamente reivindican su derecho a tener sus propias instituciones y adherir a una Patria (y no solo a una identidad m¨¢s o menos homog¨¦nea que es entregada por una lengua, una etnia, una religi¨®n, una historia com¨²n, o alg¨²n tipo de hibridaci¨®n de todos estos elementos). Dicho de otro modo, estos dos pueblos tienen el derecho de reivindicar una comunidad imaginada (para retomar el bello t¨ªtulo del libro de Benedict Anderson): socialistas y comunistas chilenos lo han afirmado desde hace muchos a?os, mientras que el Frente Amplio navega en la ambig¨¹edad a trav¨¦s de su aletargado silencio. ?C¨®mo explicar, entonces, la desigual capacidad para condenar, en s¨ª mismos y sin requerir coordenadas de contexto, lo que son cr¨ªmenes que atentan contra el ideal de igualdad universal que es descrito por el lenguaje y la moral de los derechos humanos?
Esta pregunta se arrastra desde hace mucho tiempo, y en los ¨²ltimos a?os se ha tornado muy aguda ante la ambig¨¹edad para enfrentar interrogantes ya no solo pol¨ªticas, sino morales, que ponen en duda nuestra creencia en la condici¨®n de com¨²n humanidad en distintos pa¨ªses, sociedades y culturas.
?C¨®mo explicar que ante la muerte del l¨ªder coreano Kim Il Jong en 2011, el Partido Comunista haya enviado condolencias (existiendo la posibilidad de guardar silencio)? ?C¨®mo argumentar sobre las ofensas recibidas por el presidente Gabriel Boric de parte del dictador nicarag¨¹ense Daniel Ortega, o respecto de las cr¨ªticas del presidente chileno al r¨¦gimen cubano, ante el silencio estruendoso del Frente Amplio (ese mundo de peque?os partidos de nueva izquierda del que ¨¦l mismo forma parte) y la cr¨ªtica abierta del comunismo chileno? ?C¨®mo entender que, ante la solicitud del presidente de Ucrania Volod¨ªmir Zelenski de intervenir ante el Congreso chileno, este poder del Estado haya dilatado su respuesta hasta que, llegado el momento, ning¨²n diputado comunista ni frenteamplista (salvo el diputado Gonzalo Winter, quien justific¨® su presencia a la exposici¨®n en modo remoto del l¨ªder ucraniano aduciendo que ¡°escuchar nunca viene mal¡±) hayan asistido? Esta inasistencia no es inocua, ya que denota una franca incapacidad para condenar una invasi¨®n a un pa¨ªs vecino (con todos los horrores involucrados), al punto que tan solo recientemente una importante diputada comunista entreg¨® razones para no invalidar la invasi¨®n rusa... como si Rusia fuese el avatar de la extinguida Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Todas estas cosas reflejan confusi¨®n y, sobre todo, un peligroso escepticismo sobre el car¨¢cter universal de los derechos humanos. Lo que resulta llamativo es que, expuestos ante el horror y a lo que Boltanski llama formas de sufrimiento a distancia, algunas izquierdas necesiten de contexto y comparabilidad para condenar categ¨®ricamente, de modo oblicuo o abstenerse de hacerlo buscando formas inmorales de empate pol¨ªtico. Qu¨¦ duda cabe: el pueblo palestino ha sido objeto de exacciones intolerables por el Estado de Israel, y han sido siempre denunciadas por las dos viejas izquierdas chilenas (y m¨¢s recientemente por el Frente Amplio). Pero cuando la exacci¨®n se origina en un grupo extremista (Hamas) que forma parte de un pueblo oprimido, el relativismo de las izquierdas (eximiendo en este caso de responsabilidad culpable a los socialistas) es portentoso.
Esta tensi¨®n entre la adhesi¨®n te¨®rica al ideal de universalidad de los derechos humanos y la restricci¨®n pr¨¢ctica de su aplicabilidad, o mejor dicho ejecutabilidad, es muy problem¨¢tica. ?Por qu¨¦? Porque plantea la posibilidad, inquietante, de que esos derechos carezcan de alcance universal, no describan un ideal civilizatorio para todos y que, al final de cuentas, se inscriban en situaciones que, por las razones que fueren, una misma acci¨®n que destruye la noci¨®n de com¨²n humanidad sea aceptada en algunos casos y condenada en otros casos: y bien digo la misma acci¨®n (un acto de tortura, una violaci¨®n, alguna matanza y tantas otras barbaridades que no debiesen necesitar de elementos de contexto).
Todo lo que he expuesto hasta ahora ciertamente aplica a la derecha chilena, tambi¨¦n ella expuesta a la tentaci¨®n del relativismo y, definitivamente, al demonio del negacionismo de lo abyecto que tuvo lugar en Chile. Pero en el caso de esa parte de la izquierda que niega su cosmopolitismo de los derechos en nombre del particularismo de las situaciones, el relativismo es imperdonable: la experiencia propia debiese ser motivo suficiente para hacer de los derechos humanos no una experiencia te¨®rica, sino un modo de vida.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.