Hasta en las mejores familias
¡®Los parientes pobres¡¯ cuenta c¨®mo los once hijos de un nonagenario padre se hacen cargo de los esc¨¢ndalos que provoca este ¨²ltimo en un hogar de ancianos
En la m¨¢s donosiana de sus novelas, el prol¨ªfico escritor Rafael Gumucio nos entrega la f¨¢bula de una numerosa familia chilena. Los parientes pobres (Random House, 2024) cuenta c¨®mo los once hijos de un nonagenario padre se hacen cargo de los esc¨¢ndalos que provoca este ¨²ltimo en un hogar de ancianos. El progenitor, desorientado por la demencia, se ha enfrascado en una relaci¨®n sentimental con su hermana, la t¨ªa Ester, a quien no reconoce como tal. Su descendencia, preocupada por esa relaci¨®n prohibida y por la posibilidad de que la noticia se sepa fuera del asilo, busca soluciones en un di¨¢logo que tiene aires de conversaci¨®n de WhatsApp. En ella se ventilan las diferencias entre los hermanos, reviven viejos rencores y se gatilla una c¨®mica situaci¨®n en el intento por hacerse cargo de un patriarca y su historia.
En un largo primer cap¨ªtulo, el m¨¢s extenso de la novela, se nos presenta el conflicto y se plantean las alternativas que tiene el clan. La mayor¨ªa de los miembros de la prole, sin embargo, son escasamente resolutivos. Mientras unos pocos ¡ªRaimundo, Adriana y Julieta¡ª plantean salidas al problema que tienen entre manos, varios otros se dedican a recordar las an¨¦cdotas de un padre genial, impredecible e infiel ¡ªpero nunca desleal, como se consuela tristemente uno de sus hijos¡ª, aunque las evaluaciones que hacen sobre su vida var¨ªan enormemente seg¨²n qui¨¦n lo recuerda. De todos modos, queda m¨¢s o menos claro que, aunque pudiera ser un escultor relativamente valorado, estaba bastante lejos de ser un buen padre. Engendr¨® hijos por doquier, pero nunca se preocup¨® demasiado de ellos; no fue un proveedor estable para su familia, ni tampoco un creador constante capaz de llevar a buen puerto su genialidad.
A pesar de eso, el padre despierta admiraci¨®n e incluso un ciego fanatismo en algunos de sus hijos. El caso m¨¢s patente es Rub¨¦n, el personaje m¨¢s hilarante ¡ªe insoportable¡ª de toda la novela, quien deja su retiro ecol¨®gico en la selva de Costa Rica para caminar hasta Santiago para encontrarse con su padre. Con una voz muy reconocible, Rub¨¦n aparece como un narciso privilegiado que, habiendo dejado de lado las comodidades del mundo moderno, busca, ante la tragedia familiar que lo excede, una estrategia para volcar toda la atenci¨®n alrededor suyo. En su largo periplo americano se enfrenta a complicaciones de todo tipo que intenta hacer m¨¢s llevaderas con una filosof¨ªa barata, sumadas a reflexiones de una complacencia infantil y a poemas suyos y ajenos que solo contribuyen a generar una repulsi¨®n m¨¢s intensa hacia su figura.
El fresco que dibuja Gumucio se completa con la presencia de los Barr¨ªa, los primos de los protagonistas que, hijos de la t¨ªa Ester, est¨¢n m¨¢s preocupados del posible esc¨¢ndalo social que de lo que sucede en el asilo entre los dos ancianos. La relaci¨®n con sus primos despierta un sentimiento defensivo en el clan, pues se cruza una sensaci¨®n de inferioridad hist¨®rica ante los Barr¨ªa ¡ªquienes parecieran tener un mucho mejor pasar¡ª con ciertos episodios no resueltos por parte de algunos de los hermanos, como Adriana, con quien ¡°el Barr¨ªa grande¡± est¨¢ obsesionado. A pesar de que pareciera posible acordar una soluci¨®n en conjunto al problema de los ancianos, la estad¨ªa en el gran campo de los Barr¨ªa ¡ªa donde llevar¨¢n temporalmente al patriarca y a la t¨ªa Ester¡ª, termina gatillando m¨¢s problemas y trizando indefectiblemente el v¨ªnculo entre ambas familias.
Luego del primer cap¨ªtulo, la narraci¨®n cambia de registro e intercala relatos en primera persona de Emilia (una de las nietas), conversaciones telef¨®nicas entre los hermanos y los ejercicios de escritura de Julieta, quien participa en un taller y busca darles forma literaria a sus recuerdos de infancia. Aunque se torna irregular a ratos, la narraci¨®n nos permite seguir los pasos de esta descendencia que no solo busca solucionar el problema ya mencionado, sino tambi¨¦n quiere responder algunas preguntas fundamentales acerca de la pertenencia, de la estirpe y del modo en que podemos (o no) hacernos cargo de la herencia familiar que hemos recibido.
Con un humor bien administrado, Gumucio aborda con gracia temas nada graciosos. Adulterios, abandonos, golpizas y traiciones son moneda corriente en esta familia disfuncional. As¨ª, en medio de situaciones c¨®micas y de an¨¦cdotas divertidas, aparecen las facetas menos amables de la familia: el padre vanaglori¨¢ndose de sus diez hijos (siendo que eran, en realidad, once), lo que despertaba en ellos la obsesi¨®n de no ser aquel que su padre olvidaba. O dos grupos de hijos ¡ª¡±los del cerro¡±, del primer matrimonio, y ¡°los del r¨ªo¡±, del segundo¡ª ech¨¢ndose culpas y cobr¨¢ndose cuentas con respecto al cuidado y la preocupaci¨®n que manifestaron por su padre. Todo esto visto desde una perspectiva agridulce, donde la adoraci¨®n por la figura paterna va de la mano de la constataci¨®n de que tener tanta descendencia le ¡°cag¨® la vida¡± a su progenitor, quien tuvo que preocuparse por alimentarlos m¨¢s que por seguir una carrera art¨ªstica donde podr¨ªa haber destacado.
El balance de los hijos, sin embargo, parece terminar en saldo negativo. En palabras de uno de ellos, el papel del padre en este mundo parece haber sido el de abandonar a quienes lo quer¨ªan: ¡°De todos los abandonos del pap¨¢, somos el abandono menor. Al final ese fue su papel en el mundo, su ¨²nica misi¨®n, su vocaci¨®n definitiva, abandonar a los que amaba antes que lo abandonaran a ¨¦l¡±. Eso no quita que, a pesar de los rencores y asuntos irresueltos, haya quienes se preocupen por la suerte que corre el padre nonagenario hacia el final de su vida. La paradoja, sin embargo, est¨¢ bien elaborada por Gumucio, pues es Raimundo, el menos artista de los hijos, el ingeniero que ha tenido una vida relativamente exitosa en lo econ¨®mico aunque con menos suerte en lo sentimental, quien logra aterrizar las cosas y darle cauce a los conflictos que van apareciendo a lo largo de la novela.
Rafael Gumucio logra mostrar con tierno patetismo los vaivenes de toda vida familiar. Acerc¨¢ndose sin miedo a la caricatura y, al mismo tiempo, sin dejar de lado un buen o¨ªdo para la representaci¨®n de una clase alta en decadencia, Los parientes pobres se hunde en algunos de los t¨®picos m¨¢s frecuentes de la mejor tradici¨®n de la narrativa chilena ¡ªla paternidad, la estirpe, la casa familiar¡ª y sale airoso. A trav¨¦s de este retrato de un rey mudo sin corona, de un pr¨ªncipe sin poder, donde los hijos tienen la voz cantante, se muestra un mundo donde a pesar de todas sus miserias y mezquindades, la familia sigue siendo uno de los pocos lugares posibles de pertenencia.
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