La tristeza no da tregua a Mario Mej¨ªas, torturado tras desafiar a Pinochet ante Juan Pablo ll en 1987
La justicia chilena indemniza al poblador 37 a?os despu¨¦s de su secuestro, en represalia por denunciar los asesinatos en la dictadura. Pero un dolor sigue latente: la muerte por atropello de su hijo en 1990, sin responsables hasta hoy
La madrugada del 1 de mayo de 1987, Mario Mej¨ªas (Santiago, 75 a?os) estaba en su casa en Lo Hermida, en el municipio de Pe?alol¨¦n, al suroriente de la capital chilena, junto a su esposa Mar¨ªa Donoso y sus hijos, cuando durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) irrumpi¨® una decena de agentes: lo llevaron a un sitio eriazo, donde lo torturaron por varias horas y luego lo abandonaron creyendo que estaba muerto. Un mes antes, el 2 de abril, la imagen de Mej¨ªas dio vueltas al mundo, cuando en el escenario montado en la poblaci¨®n La Bandera, en un acto con miles de asistentes en la visita del Papa Juan Pablo ll a Chile, ley¨® un discurso que hab¨ªa sido acuciosamente revisado por las autoridades de la ¨¦poca. Pero se sali¨® del libreto y dijo ante el micr¨®fono, desafiando al r¨¦gimen: ¡°Le agradecemos su visita a Chile en este momento tan dif¨ªcil. Creemos que usted tendr¨¢ un mensaje para que los poderosos dejen el orgullo y el ego¨ªsmo y...nos dejen de matar en las poblaciones¡±.
La ovaci¨®n se sinti¨® fuerte en La Bandera, una poblaci¨®n emblem¨¢tica de la oposici¨®n a Pinochet, tal como Lo Hermida. Mar¨ªa, la esposa de Mario, en medio del tumulto, qued¨® congelada, mientras Mej¨ªas, cuenta, no tom¨® el peso a sus palabras. Crey¨® que, como representaba a la Iglesia ¡ªa la capilla Nuestra Se?ora de la Esperanza de su poblaci¨®n¡ª y hab¨ªa sido elegido especialmente para hablar ante Juan Pablo ll, no correr¨ªa riesgos. Pero no fue as¨ª. A 37 a?os de su discurso, y despu¨¦s de sufrir una segunda detenci¨®n en 1989 por parte de Carabineros que dur¨® 34 d¨ªas, a mediados de noviembre la jueza chilena Roc¨ªo P¨¦rez conden¨® al Estado a pagarle una indemnizaci¨®n de 50 millones de pesos (unos 51 mil d¨®lares) por da?o moral. Consider¨® que en su contra hubo ¡°sendos actos ilegales y arbitrarios (...) que se encuadran en el concepto de delito de lesa humanidad¡±, se?ala el fallo, emitido tras una demanda por da?o moral en contra del Estado, representado por los abogados Hugo Guti¨¦rrez y Yolanda Milanca.
Mario se recuerda moribundo, en el piso, golpeado a patadas, amenazado. Y que los hombres lo obligaban a admitir p¨²blicamente que lo que vocifer¨® ante el Papa no fue idea suya, sino del Frente Patri¨®tico Manuel Rodr¨ªguez (FPMR), un movimiento que tom¨® la armas en la dictadura, el que lo presion¨® para hablar.
¡°Di lo que diga tu coraz¨®n¡±
Para contar la historia de Mej¨ªas hay que retroceder varios a?os a ese 2 de abril de 1987. Dice que no era ¡°apegado a la Iglesia cat¨®lica¡±, hasta que se acerc¨® obligado pues su hija mayor quer¨ªa hacer la primera comuni¨®n. ¡°Yo era reacio. No estaba ni ah¨ª¡±, recuerda, pero de a poco se encontr¨® con una iglesia social ¡ªuna parte de ella cumpli¨® un papel clave durante la dictadura en el mundo popular¡ª e, incluso, se convirti¨® en catequista junto a su esposa.
Cuenta Mej¨ªas que, en ese entonces, ¡°hab¨ªa una Iglesia totalmente distinta, que era de nosotros, donde pod¨ªamos hablar de nuestros problemas. Eso me llev¨® al compromiso y de lucha y justo en dictadura. Y como soy un poquito del lado izquierdo, me apasion¨® mucho m¨¢s porque en la capilla le d¨¢bamos espacio a las organizaciones sociales¡±.
Fue en esa capilla donde conoci¨® a la monja irlandesa Maeve O¡¯Driscoll, quien lo eligi¨® para hablar ante el Papa. ¡°Sent¨ª mucha alegr¨ªa, que era un premio a mi compromiso. Me emocion¨¦¡±, dice. En ese tiempo tambi¨¦n era parte del Movimiento Contra la Tortura Sebasti¨¢n Acevedo, una organizaci¨®n de defensa a los derechos humanos, que marchaba pac¨ªficamente, pero sufr¨ªa represi¨®n. ¡°Ah¨ª yo perd¨ª el miedo¡±, dice.
Mej¨ªas relata que el discurso lo prepar¨® por dos meses, pero que ¡°despu¨¦s pasaba por el cedazo y lo iban cambiando¡±. ¡°Cada vez lo cortaban m¨¢s¡±, agrega Mar¨ªa. Cuando subi¨® al escenario, recuerda, bajo la tarima estaba Mariano Puga, conocido en Chile como el cura obrero y una figura emblem¨¢tica de la Iglesia popular. ¡°Di lo que diga tu coraz¨®n¡±, le susurr¨® con un palmoteo en la espalda. Entonces, aunque temblaba de nervios, se envalenton¨®. ¡°Es que mi discurso daba pena, no ten¨ªa ninguna queja. Eran puras flores para saludar al Santo Padre y decirle que est¨¢bamos muy contentos con la unidad y qu¨¦ s¨¦ yo. Pero yo me sal¨ª para agregarle algo de denuncia. Sent¨ª que ten¨ªa que hacer algo¡±.
Mar¨ªa cuenta que se sorprendi¨® con las palabras de su marido, y que cuando lo escuch¨® hablar frente al Papa, no durmi¨® por un mes. Su p¨¢lpito se hizo realidad el 1 de mayo. Pero el dolor de los Mej¨ªas Donoso no qued¨® all¨ª. La madrugada del 18 marzo de 1990, una semana despu¨¦s que asumi¨® Patricio Aylwin, el primer presidente tras la recuperaci¨®n de la democracia, Mario, uno de sus cuatro hijos, de 16 a?os, cuando regresaba de una fiesta, muri¨® atropellado por un veh¨ªculo, sin patente, que huy¨®. Es un caso que nunca se resolvi¨® y Mario Mej¨ªas est¨¢ convencido que est¨¢ relacionado con sus palabras ante el Papa. Por eso no puede celebrar el triunfo legal que acaba de obtener. ¡°Hasta hoy no se ha hecho justicia. Es el momento m¨¢s terrible que he vivido, el momento en que sent¨ª que se me fue la vida¡±, dice que la voz quebrada.
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