La ciencia ¡®in¨²til¡¯ que puede ayudar en crisis como la del coronavirus
Investigaciones sobre la ecolog¨ªa de los microbios de un parque natural o la historia de la evoluci¨®n humana pueden acabar por tener aplicaciones biom¨¦dicas esenciales
Cuenta el vir¨®logo espa?ol Luis Enjuanes que hace 20 a?os su equipo ya hab¨ªa desarrollado un sistema para modificar los genes de coronavirus y reducir su virulencia. Cuando apareci¨® el SARS, en 2002, esta t¨¦cnica sirvi¨® para que su grupo desarrollase prototipos de vacuna que ofrecieron buenos resultados en ratones, pero el virus se control¨® aislando a los infectados y la financiaci¨®n para las pruebas del profil¨¢ctico en humanos nunca lleg¨®.
Dos d¨¦cadas m¨¢s tarde, el investigador del CSIC y algunos de sus compa?eros son habituales en los informativos y el ministro de Ciencia e Innovaci¨®n, Pedro Duque, ha afirmado, quiz¨¢ con cierto optimismo, que existe la posibilidad de que ¡°los laboratorios espa?oles encuentren la primera vacuna¡±. Mariano Esteban, l¨ªder de uno de los proyectos de vacuna, mostraba recientemente en La Vanguardia su temor a que si la pandemia amaina, el inter¨¦s por la investigaci¨®n en virus emergentes y su consiguiente financiaci¨®n vuelva a los niveles previos a la crisis.
Durante los ¨²ltimos meses, la ciencia ha recibido, en Espa?a y en el mundo, una atenci¨®n sin precedentes, pero muy poco fuera de este monotema. El resto, toda esa ciencia que al principio puede parecer poco ¨²til o responder solo a la curiosidad humana, pero en la que pueden latir soluciones para el futuro, tiene menos espacio que de costumbre. Y la investigaci¨®n sigue avanzando, m¨¢s all¨¢ del coronavirus.
Hace pocos d¨ªas se public¨® el hallazgo de la bacteria que provocaba la peste negra en dos cad¨¢veres de hace m¨¢s de 4.200 a?os
Un ejemplo de estos estudios sin aplicaci¨®n pr¨¢ctica inmediata es el liderado por Johannes Krause, del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana. Krause y su equipo recuperaron el ADN de un diente de unos 14.000 a?os encontrado en Siberia en los a?os 70. Su genoma, publicado en la revista Cell, mostraba una mezcla de ancestros de Eurasia y el Extremo Oriente propia de los nativos americanos que hoy viven en Am¨¦rica, aportando informaci¨®n sobre la expansi¨®n humana por el mundo.
En dos cad¨¢veres de hace 4.200 a?os encontrados en el mismo yacimiento junto al lago Baikal, a 4.500 kil¨®metros del estrecho de Bering por el que los asi¨¢ticos llegaron al nuevo continente, se hall¨® tambi¨¦n la se?al de ADN de la bacteria Yersinia pestis, causante de la peste negra. Seg¨²n los an¨¢lisis de Krause, hab¨ªa llegado en poco m¨¢s de un siglo desde el B¨¢ltico, algo que revela una movilidad sorprendente para la Edad del Bronce. El investigador ya secuenci¨® hace casi una d¨¦cada el genoma completo del pat¨®geno y estudia la evoluci¨®n de las enfermedades humanas y las pandemias hist¨®ricas.
La investigaci¨®n cient¨ªfica lleva d¨¦cadas aportando conocimiento para entender un poco mejor de d¨®nde venimos, pero muchas veces, con el tiempo, esas ¡°curiosidades¡± se convierten en la base de herramientas esenciales para momentos desesperados. Esto es lo sucedido con la investigaci¨®n de bacterias capaces de sobrevivir en los manantiales de agua caliente del Parque Nacional de Yellowstone, en EE UU, en la d¨¦cada de 1960. Entonces se pensaba que ning¨²n microbio pod¨ªa vivir a temperaturas de m¨¢s de 60 grados. En 1969, despu¨¦s de a?os de investigaci¨®n, Thomas D. Brock public¨® el descubrimiento de una especie de bacteria, Thermus aquaticus, capaz de sobrevivir a una temperatura de hasta 80 grados. A?os despu¨¦s, en la d¨¦cada de 1980, en un desarrollo tecnol¨®gico que le vali¨® un Nobel a Kary Mullis, esas bacterias se convirtieron en la fuente de unas enzimas capaces de amplificar el ADN en un proceso que hoy conocemos como PCR, y que es esencial para combatir el coronavirus. El inter¨¦s por la ecolog¨ªa bacteriana en un parque natural dio lugar a una revoluci¨®n en la biolog¨ªa y la medicina.
La creaci¨®n de la PCR que ahora sirve para buscar la presencia de virus se produjo m¨¢s de dos d¨¦cadas despu¨¦s de las investigaciones sobre microbiolog¨ªa que la hicieron posible
Investigaciones como las de Krause pueden no encontrar una aplicaci¨®n pr¨¢ctica directa, pero su trabajo ha ayudado a desarrollar t¨¦cnicas que ya est¨¢n sirviendo para entender mejor la evoluci¨®n del SARS-CoV-2. El bioqu¨ªmico alem¨¢n colabor¨® con Svante P??bo en la secuenciaci¨®n del genoma neandertal a partir de restos de decenas de miles de a?os de antig¨¹edad. La gesta que requiri¨® de un gran impulso de las t¨¦cnicas de secuenciaci¨®n gen¨¦tica y la interpretaci¨®n de esos genomas y sus mutaciones sirvi¨® para reconstruir las migraciones de aquellos humanos ancestrales. Ahora, t¨¦cnicas similares est¨¢n sirviendo para reconstruir los tiempos y las rutas del virus en su expansi¨®n por el mundo, mostrando, por ejemplo, que no todo el mundo contagia el virus por igual y que existen circunstancias de supercontagio que ser¨¢ necesario controlar para evitar rebrotes.
La industria basada en la ciencia ha demostrado en otras ocasiones tener una capacidad descomunal para crear soluciones tecnol¨®gicas en pocos a?os aplicando conocimientos cient¨ªficos acumulados durante d¨¦cadas, como sucedi¨® con la creaci¨®n de la bomba at¨®mica en pocos a?os antes de su lanzamiento en 1945. Ahora, las grandes empresas farmac¨¦uticas prometen tener vacunas para final de este a?o, pero investigadores como Luis Enjuanes o Mariano Esteban temen que, una vez pase la pandemia, ellos y sus equipos no podr¨¢n aprovechar su potencial para desarrollar conocimientos que pueden ser esenciales cuando el siguiente virus salte de un murci¨¦lago a otro animal y de ah¨ª a un humano.
Sus temores no son infundados. Solo entre 2009 y 2016, la inversi¨®n en I+D en Espa?a descendi¨® un 9,1% mientras la media de la Uni¨®n Europea crec¨ªa un 27,4%. La t¨ªmida recuperaci¨®n de los ¨²ltimos a?os sit¨²a a Espa?a muy lejos a¨²n del 2% del PIB dedicado a ciencia prometido por los Gobiernos del pa¨ªs desde hace m¨¢s de una d¨¦cada. Como demostraron los microbi¨®logos de Yellowstone hace m¨¢s de medio siglo, la b¨²squeda de conocimiento puede encontrarse en los lugares m¨¢s insospechados, pero requiere una visi¨®n amplia y a largo plazo que es f¨¢cil de olvidar especialmente en momentos de crisis.
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