El coste de la mentira
La crisis pand¨¦mica genera un estallido de bulos que acabar¨¢ delatando a sus autores
Hace dos meses, una web llamada Biohackinfo.com public¨® que la intenci¨®n de Bill Gates era aprovechar la vacuna del coronavirus para inyectar a la gente un chip esp¨ªa que detectara sus movimientos y preferencias. Un v¨ªdeo en YouTube que incid¨ªa en esa idea extraordinaria logr¨® poco despu¨¦s dos millones de visitas, entre ellas la de un antiguo asesor de Donald Trump, Roger Stone, que la propal¨® por una emisora de radio. El New York Post, un peri¨®dico del magnate australiano Rupert Murdoch, se las arregl¨® para dar p¨¢bulo a la historia y, seg¨²n los indicadores habituales, fascin¨® a un mill¨®n de ciudadanos por Facebook. El lector interesado puede conocer los detalles en un art¨ªculo de Philip Ball y Amy Maxmen en Nature.
La propagaci¨®n de estos bulos guarda un paralelismo curioso con el contagio del propio coronavirus. En ambos casos hay nodos supercontagiosos, sean pacientes virales o informaciones t¨®xicas. La diferencia es que los primeros son inocentes y los segundos no, o no necesariamente. Habr¨¢ gente cr¨¦dula que est¨¢ sinceramente preocupada por todo ese veneno desinformativo, pero quienes lo propagan son culpables de un caso de enga?o masivo a la poblaci¨®n, que alg¨²n d¨ªa estar¨¢ tipificado en todo c¨®digo penal. El da?o que esos cuentistas infligen a la sociedad es por el momento dif¨ªcil de cuantificar, pero eso cambiar¨¢ pronto. La mentira causa muertes, erosiona la confianza de la gente en las instituciones y la echa en brazos del engendro de la irracionalidad. Estimula a los padres a no vacunar a sus hijos, lo que en s¨ª mismo deber¨ªa ser un delito de salud p¨²blica y, ya puestos, de maltrato infantil. La mentira da asco, y necesitamos prepararnos contra ella con nuestras mejoras armas.
Las noticias falsas no son ninguna novedad desde que las redes sociales existen, y habr¨ªa que remontarse a Mesopotamia para examinar sus precedentes. Pero los analistas de datos han percibido una explosi¨®n embustera durante la actual crisis pand¨¦mica. ¡°Una tormenta perfecta¡±, lo llama el cient¨ªfico de datos Walter Quattrociocchi, de la Universidad de Venecia. Mucha gente desocupada en casa significa m¨¢s tiempo para leer sandeces, sobre todo si son personas asustadas en busca de soluciones imposibles e ideas err¨®neas que coinciden con sus prejuicios. ¡°Infodemia¡±, lo llaman los expertos de la OMS. Los ciudadanos se despistan en esa jungla, salvo los m¨¢s formados que saben orientarse en Internet, un oc¨¦ano tan proceloso y aventurado como el mismo mundo. De nuevo, volvemos a la necesidad de una educaci¨®n para la ciudadan¨ªa.
Pero un aviso para hackers y embusteros: la crisis pand¨¦mica supone una oportunidad extraordinaria para los cient¨ªficos de la computaci¨®n, que est¨¢n trabajando duro para averiguar las fuentes ¨²ltimas de la mentira, los nodos que mejor la propagan y las formas de neutralizarla con informaci¨®n fiable. El mero estallido de los bulos sobre el coronavirus va a acabar por dejar expuestos a los cacos. Se os ve el plumero, muchachos.
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