Hay un m¨¦todo en el negacionismo
Los cient¨ªficos de redes acorralan a los focos de desinformaci¨®n
Quiz¨¢ sea Miguel Bos¨¦ quien haya vuelto a traer a primer plano la cuesti¨®n del negacionismo, pero los argumentos del cantante bullen en las redes desde principios de 2020, ora que el virus no se ve con el ojo humano, ora que Bill Gates nos quiere implantar un chip, pasando por la cumbre de Davos y el contubernio de los ocho millones de cient¨ªficos que existen en el mundo. Si ni siquiera una conspiraci¨®n entre dos personas puede mantenerse en la oscuridad ¨Cuna de las dos acaba largando¡ª, imaginen lo que supondr¨ªa guardar un secreto que comparten ocho millones de cient¨ªficos. ¡°A la gente le gusta hablar¡±, dec¨ªa el matem¨¢tico John Allen Paulos para rebatir las teor¨ªas de la conspiraci¨®n. Pero eso son razones, esas cosas que la gente de fe no admite. El caso Bos¨¦ no es especialmente dif¨ªcil ¨Cla relaci¨®n entre la coca¨ªna y la paranoia est¨¢ bien establecida¡ª, pero uno de cada cinco ciudadanos de Estados Unidos rechaza las vacunas con argumentos similares. Eso son 70 millones de personas, y cuesta creer que todos ellos est¨¦n paranoicos. ?No es cierto?
Hay una disciplina emergente en las ciencias de la computaci¨®n que se fundamenta en recolectar cantidades masivas de datos en las redes sociales, rastrearlos, encontrar pautas que los relacionen y convertirlos en conocimiento sobre la forma en que la desinformaci¨®n y los m¨ªtines pol¨ªticos afectan al comportamiento de la sociedad. Algunos soci¨®logos, como es l¨®gico, est¨¢n muy interesados tambi¨¦n en esos datos, pues nunca en la Historia hab¨ªan dispuesto de una cornucopia de informaci¨®n semejante. Todos estos expertos han afilado sus herramientas durante las elecciones estadounidenses, y ahora las est¨¢n aplicando al problema de la difusi¨®n de desinformaciones sobre las vacunas.
Las plataformas no quieren, ni seguramente pueden, ejercer de guardianes de la veracidad. Ni es su negocio, ni est¨¢n capacitadas para ello
Una coalici¨®n de investigadores dedicada a acelerar el intercambio de informaci¨®n entre la comunidad cient¨ªfica y las agencias gubernamentales, llamada Virality Project, est¨¢ utilizando las herramientas optimizadas en la ¨²ltima campa?a electoral de Estados Unidos para esclarecer la manera en que las plataformas sociales manejan los bulos antivacunas. Su objetivo es informar a las plataformas e intentar que act¨²en contra la propagaci¨®n de mentiras. Ya han tenido un ¨¦xito con Twitter, que el mes pasado anunci¨® que cerrar¨¢ las cuentas de los usuarios que difundan con insistencia basura antivacunas. M¨¢s vale tarde que nunca. No est¨¢ mal si recordamos que Facebook ha tardado 16 a?os en suspender los mensajes negacionistas del Holocausto, y ello pese a que su fundador y consejero delegado, Mark Zuckerberg, es jud¨ªo.
Volvemos aqu¨ª a un viejo problema, sin embargo: que las plataformas no quieren, ni seguramente pueden, ejercer de guardianes de la veracidad. Ni es su negocio, ni est¨¢n capacitadas para ello. Ese trabajo es el que llevan siglos haciendo los periodistas, y requiere una formaci¨®n, una dedicaci¨®n y un talento del que carecen los tycoons de Silicon Valley. Y que adem¨¢s suele ir en contra de sus intereses, que son maximizar el tr¨¢fico en sus redes, vender los datos resultantes y ver crecer sus palacios y sus almacenes del t¨ªo Gilito. As¨ª est¨¢ el tema.
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