Geopol¨ªtica en ¨®rbita: ?Est¨¢ en riesgo la Estaci¨®n Espacial Internacional tras la invasi¨®n de Ucrania?
El conflicto con Rusia siembra dudas sobre el futuro de la ISS, pero puede servir para que las agencias espaciales se replanteen el rumbo que quieren darle a su estrategia
Desde que la humanidad se lanz¨® a explorarlo, el espacio ha sido terreno de juego pol¨ªtico. En el contexto de la Guerra Fr¨ªa, la carrera espacial era de tal importancia que la inversi¨®n en el sector alcanz¨® cotas estratosf¨¦ricas. Esto permiti¨® lograr, en el intervalo entre 1957 y 1969, algunos de los hitos m¨¢s destacados de la historia, como la puesta en ¨®rbita del primer sat¨¦lite artificial, el primer viaje al espacio o el primer alunizaje. Las implicaciones de la actividad espacial tambi¨¦n son pol¨ªticas: liderar la exploraci¨®n supone estar en la vanguardia de la carrera tecnol¨®gica, que afecta a todos los ¨¢mbitos de la vida.
No obstante, las reglas del juego ya no son las de la Guerra Fr¨ªa. La exploraci¨®n espacial ha perdido relevancia a ojos de los gobiernos y, con ello, fondos: el porcentaje del presupuesto federal destinado tanto a la NASA como a Roscosmos, la agencia espacial rusa, es casi diez veces menor de lo que era en los sesenta. Pero como contrapartida a los recortes presupuestarios, la estrategia espacial ha dado un vuelco cooperativo, en un baile diplom¨¢tico en el que las grandes potencias ya no se pisan los pies. La Estaci¨®n Espacial Internacional, sucesora de la base rusa Mir y coordinada por EE UU, Rusia, Jap¨®n, Canad¨¢ y la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en ingl¨¦s), que aglutina 22 pa¨ªses, es el culmen de este modelo de colaboraci¨®n. Su creaci¨®n en 1998 no solo marc¨® un punto de inflexi¨®n en las relaciones entre agencias espaciales, sino que ha permitido un avance cient¨ªfico inimaginable. La han visitado m¨¢s de 253 astronautas ¡ªincluido el espa?ol Pedro Duque¡ª y en ella se han realizado m¨¢s de 3000 experimentos en condiciones de microgravedad, que han supuesto avances cient¨ªficos aplicables tanto en la Tierra como en futuras misiones espaciales de larga duraci¨®n.
El problema es que incluso si se supliera la labor de los cohetes rusos, no est¨¢ claro hasta qu¨¦ punto la ISS seguir¨ªa siendo operativa si Roscosmos abandonara el complejo
Sin embargo, las 420 toneladas de la Estaci¨®n Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en ingl¨¦s) ahora penden de un hilo. La invasi¨®n rusa de Ucrania ha truncado la estrategia de cooperaci¨®n: en el marco de las sanciones al r¨¦gimen de Putin, pa¨ªses de todo el mundo est¨¢n cortando lazos con la ciencia rusa. En el ¨¢mbito europeo, la UE ha excluido a Rusia de sus dos programas de investigaci¨®n m¨¢s importantes: Horizon Europe y Horizon 2020. En Espa?a, la ministra de Ciencia e Innovaci¨®n, Diana Morant, ha anunciado la suspensi¨®n de todos los proyectos espa?oles con participaci¨®n rusa. La ruptura tambi¨¦n ha alcanzado al sector espacial, donde el ejemplo m¨¢s destacado es el anuncio de la ESA de suspender sine die el proyecto ExoMars. Esta misi¨®n, que pretend¨ªa enviar un robot explorador a Marte y contaba con un presupuesto de mil millones de euros, estaba prevista para septiembre de este a?o. Por su parte, Rusia ha cancelado la venta de cohetes a EE UU y el lanzamiento de cohetes Soyuz desde la base de la ESA en la Guayana Francesa, donde ayudaba a la agencia europea a mandar sat¨¦lites al espacio.
No es de extra?ar entonces la preocupaci¨®n por el futuro de la ISS, donde hoy conviven tres astronautas estadounidenses, un astronauta europeo y tres cosmonautas rusos. Rusia ya expres¨® en 2021 que quiz¨¢s interrumpir¨ªa su colaboraci¨®n en el proyecto m¨¢s all¨¢ de 2024 para centrarse en su propia flota espacial. Ahora, catalizada por el conflicto, esta interrupci¨®n puede llegar antes de lo previsto, poniendo el proyecto entero en jaque. Roscosmos se halla a cargo de los cohetes de la ISS, con los que le proporciona tirones orbitales ¡ªpeque?os empujones que elevan la Estaci¨®n varios kil¨®metros cada vez¡ª, y que son esenciales porque, en su ¨®rbita de 400 km de altitud, la estructura pierde energ¨ªa de manera gradual. De no ser por los cohetes rusos, la merma de energ¨ªa har¨ªa que la Estaci¨®n descendiera una media de 50 km al a?o, una situaci¨®n insostenible para la continuaci¨®n del proyecto.
El director de Roscosmos, Dmitri Rogozin, afirm¨® que las colaboraciones espaciales volver¨ªan a la normalidad solo si se eliminaban las sanciones
Aunque a corto plazo Rusia elija continuar en la ISS, es necesario buscar alternativas a los recursos rusos. ¡°Dudo que una colaboraci¨®n as¨ª sea sostenible mucho m¨¢s tiempo ¡ªse?ala Claude Nicollier, astronauta suizo de la ESA que acumula m¨¢s de mil horas en el espacio¡ª. La prioridad es evitar que el Gobierno de Putin intente usarla como moneda de cambio para reducir las sanciones actuales contra Rusia¡±. Esta posibilidad cobra fuerza despu¨¦s de que el director de Roscosmos, Dmitri Rogozin, afirmara el 2 de abril que las colaboraciones espaciales volver¨ªan a la normalidad solo si se eliminaban las sanciones. De cara a conseguir m¨¢s autonom¨ªa frente a la tecnolog¨ªa rusa, Nicollier apunta que tanto las agencias como el sector privado est¨¢n capacitados para crear cohetes que proporcionen los tirones orbitales. Se?ala como potencial candidata para ello a la empresa estadounidense SpaceX, que colabora frecuentemente con las agencias espaciales a cambio de generosas subvenciones.
El problema es que incluso si se supliera la labor de los cohetes rusos, no est¨¢ claro hasta qu¨¦ punto la ISS seguir¨ªa siendo operativa si Roscosmos abandonara el complejo. La raz¨®n es que ciertos instrumentos cruciales para el control de la Estaci¨®n se encuentran en la parte rusa de la estructura, y los astronautas restantes tendr¨ªan que ser capaces de operarlos con soltura. Por ello, Nicollier se muestra partidario de cortar el hilo y dejar caer la Estaci¨®n de manera controlada para centrarse en horizontes m¨¢s remotos. ¡°La ESA es una agencia de exploraci¨®n; no tiene sentido que se aferre al control de la ¨®rbita cercana a la Tierra, que ya conocemos bien¡±, sostiene. Su propuesta es dejar que sean las empresas privadas las que construyan y mantengan laboratorios espaciales en estas ¨®rbitas. As¨ª, las agencias gubernamentales har¨ªan uso de estas bases, pero ahorrar¨ªan un dinero que podr¨ªan invertir en ¨®rbitas m¨¢s interesantes y lejanas, alrededor de objetos desconocidos. No obstante, en la pr¨¢ctica esto implicar¨ªa delegar la gesti¨®n de la ¨®rbita cercana a la Tierra en unas pocas megacorporaciones y, adem¨¢s, sacrificar la autonom¨ªa de las agencias, un escenario que sin duda entra?a sus propios riesgos.
Aunque el conflicto con Rusia siembra dudas sobre el futuro de la ISS, puede servir para que las agencias espaciales del resto de los pa¨ªses se replanteen el rumbo que quieren darle a su estrategia. La situaci¨®n actual pone de manifiesto que la actividad espacial, aunque alejada de la Tierra, no escapa a lo que sucede en ella. Pol¨ªtico es el motor de la ciencia, y recordarlo, esencial para entender tanto sus posibilidades de avance como sus riesgos de estancamiento.
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