La lecci¨®n amorosa del topillo de las praderas o por qu¨¦ no hace falta oxitocina para enamorarse
Un experimento para ¡®arrancar¡¯ la llamada hormona del amor en estos animales, extremadamente mon¨®gamos, no afecta a sus v¨ªnculos de pareja, al contrario de lo que pensaban los cient¨ªficos
De entre todos los animales que habitan las extensas praderas de Am¨¦rica del Norte, hay uno que lleva a?os llamando la atenci¨®n de los cient¨ªficos: el topillo de las praderas (Microtus ochrogaster). A primera vista no parecen m¨¢s que pompones con ojos temblorosos y brillantes, que suelen acabar alimentando a comadrejas, halcones y serpientes, pero su conducta es extraordinaria. Es uno de los pocos mam¨ªferos socialmente mon¨®gamos, que en su conjunto no representan m¨¢s que el 3% de los mam¨ªferos (aunque eso no significa necesariamente que sean sexualmente mon¨®gamos). Los cient¨ªficos han visto en el complejo comportamiento social de los topillos un modelo ideal para comprender algunos de los impulsos m¨¢s tiernos y misteriosos de la humanidad: por qu¨¦ nos enamoramos, por qu¨¦ nos preocupamos por nuestras parejas, cuidamos de nuestros hijos, e incluso, por qu¨¦ lloramos a nuestros muertos.
En los ¨²ltimos 40 a?os los cient¨ªficos han aprendido que los topillos de las praderas son extremadamente mon¨®gamos, hasta el punto de que, si un miembro muere, el superviviente no busca un nuevo compa?ero. Cr¨ªan juntos a sus cachorros, algo casi inaudito entre los mam¨ªferos, y son sensibles al estado emocional de sus parejas, acical¨¢ndolas para consolarlas cuando sienten su dolor. Ni la empat¨ªa, ni el amor son sentimientos exclusivamente humanos, y, desde un punto de vista cient¨ªfico, todos estos sentimientos pueden reducirse a procesos neuroqu¨ªmicos que compartimos muchas especies, lo que ha llevado a los topillos a convertirse en un modelo adecuado para estudiar experimentalmente c¨®mo evolucionan estos comportamientos sociales.
Las investigaciones realizadas con los topillos en las ¨²ltimas d¨¦cadas han demostrado la importancia de dos hormonas en la formaci¨®n de v¨ªnculos emocionales: la oxitocina y la vasopresina. En los ¨²ltimos a?os, la hormona oxitocina, que tambi¨¦n act¨²a como neurotransmisor, ha ganado protagonismo sobre la vasopresina. Se ha demostrado que al suministrar f¨¢rmacos que bloquean la uni¨®n entre la oxitocina con sus receptores, la conducta de los topillos cambia: se debilitan los v¨ªnculos afectivos y se suprime la monogamia. Los topillos de las praderas empiezan a comportarse como sus parientes promiscuos, los topillos de monta?a (Microtus montanus). Incluso se han observado grandes diferencias entre especies de topillos mon¨®gamas (Microtus ochrogaster y Microtus pinetorum) y pol¨ªgamas (Microtus montanus y Microtus pennsylvanicus), tanto en la distribuci¨®n de los receptores de oxitocina por las diferentes ¨¢reas del cerebro como en su expresi¨®n, sugiriendo que la hormona pod¨ªa ser un mecanismo importante a la hora de explicar la evoluci¨®n de los v¨ªnculos emocionales.
En los humanos, la oxitocina tambi¨¦n est¨¢ asociada a la conducta sexual y a los orgasmos masculinos y femeninos, adem¨¢s de ser importante en la distensi¨®n del cuello del ¨²tero y el canal vaginal durante el parto, as¨ª como facilitando la lactancia, algo tambi¨¦n observado en los topillos, que en ausencia de la oxitocina no son capaces de dispensar leche a sus cr¨ªas. Estas similitudes y el conocimiento adquirido con los topillos de las praderas en los ¨²ltimos a?os han llevado a la hip¨¦rbole popular de considerar a la oxitocina como la hormona del amor. Se ha llegado a pensar que, sin ella, los v¨ªnculos emocionales no son posibles, hasta el punto de generarse todo un comercio de aerosoles y perfumes de oxitocina que prometen aumentar el atractivo sexual y la fidelidad de la pareja, aunque no existan datos que apoyen cient¨ªficamente su funcionamiento.
Devanand Maloni, investigador en la Universidad de California, lleva a?os estudiando la neurobiolog¨ªa del apego o los v¨ªnculos afectivos, tanto en moscas del vinagre como en topillos o en personas. En su af¨¢n por entender sus mecanismos, hace unos a?os inici¨® un experimento que deb¨ªa demostrar, una vez m¨¢s, el importante papel de la oxitocina en la ¡°vida amorosa¡± de los topillos de las praderas. Para ello, ¨¦l y su equipo usaron t¨¦cnicas de edici¨®n gen¨¦tica CRISPR para alterar el gen que codifica el receptor de la oxitocina. Los nuevos genes estaban dise?ados para no reaccionar a la oxitocina, desactivando as¨ª su funci¨®n. Se esperaba observar consecuencias devastadoras en los individuos modificados, pero, la realidad fue otra. A diferencia de los experimentos realizados con f¨¢rmacos que bloquean los receptores, los individuos modificados gen¨¦ticamente fueron capaces de formar parejas mon¨®gamas y cuidar de sus cr¨ªas, igual que los grupos control con topillos no modificados. La ¨²nica diferencia entre unos y otros fue la cantidad de leche liberada, algo menor en los individuos modificados, lo que tambi¨¦n hizo que sus cr¨ªas tuviesen menos probabilidades de sobrevivir hasta la edad del destete. Los resultados sorprendieron a los cient¨ªficos implicados en el experimento, pues, contra todo pron¨®stico, desactivar los receptores de la oxitocina no hab¨ªa afectado ni los v¨ªnculos de pareja ni los comportamientos sociales.
Superada la sorpresa inicial, los autores consideran que no es extra?o que algo tan importante desde el punto de vista evolutivo para una especie como encontrar pareja, vincularse a esta y cuidar de sus cr¨ªas no dependa de una sola hormona. No se sabe qu¨¦ circuitos o mecanismos alternativos al de la oxitocina han permitido a los topillos desarrollar lazos afectivos, pero el nuevo trabajo ilustra que el apego est¨¢ gobernado por un sistema m¨¢s complejo del que se pensaba. Esto podr¨ªa explicar el fracaso de ensayos cl¨ªnicos realizados con oxitocina en personas con trastornos de ansiedad social, esquizofrenia y otras afecciones. Hab¨ªa una gran esperanza depositada en la oxitocina, pero los resultados de estos ensayos no mostraron mejoras significativas. El nuevo estudio viene a demostrar que la oxitocinano es m¨¢s que una parte del complejo mosaico hormonal implicado en la formaci¨®n de v¨ªnculos emocionales.
El siguiente paso es descubrir qu¨¦ procesos qu¨ªmicos est¨¢n compensando la ausencia de receptores de oxitocina en el cerebro, o si la oxitocina puede llegar a unirse a otros receptores y averiguar por qu¨¦ los resultados no son los mismos si se usan f¨¢rmacos bloqueadores de oxitocina en topillos adultos o si oos animales nacen sin la opci¨®n de experimentar la actividad de la oxitocina en el cerebro. Se especula con la posibilidad de que, en los animales modificados gen¨¦ticamente, pueden activarse mecanismos paralelos para compensar la ausencia de los efectos de la oxitocina, mientras que, en condiciones normales, los v¨ªnculos afectivos estar¨ªan controlados por un circuito cerebral que acaba volvi¨¦ndose dependiente de la oxitocina al verse expuesto a sus efectos durante el desarrollo.
?Alteran estos resultados todo el conocimiento adquirido previamente sobre la neurobiolog¨ªa de los v¨ªnculos afectivos? No realmente. Aunque a la luz del nuevo trabajo parte del mito de la hormona del amor se desmorone, las manipulaciones realizadas con productos farmacol¨®gicos prueban que la oxitocina desempe?a un papel esencial, al menos en los topillos, aunque ahora sabemos que incluso en estos animales hay soluciones alternativas, que la evoluci¨®n de algo tan esencial para una especie no depende de una sola hormona. Se est¨¢ aprendiendo que los mecanismos son mucho m¨¢s pl¨¢sticos y complejos de lo que pens¨¢bamos y que los v¨ªnculos emocionales pueden existir m¨¢s all¨¢ de la oxitocina.
Alex Richter-Boix es doctor en Biolog¨ªa y comunicador cient¨ªfico especializado en ecolog¨ªa evolutiva.
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